El matutino Clarín de hoy, 09.11.12, estima que la
movilización de ayer, en la
Capital, fue de unas setecientas mil personas. Otras
estimaciones son muy inferiores, pero en todos los casos se considera una
afluencia muy importante y que no cabe subestimar.
En una democracia madura -por ejemplo en Francia- se han
producido manifestaciones muy concurridas, en las últimas décadas, pero en
ningún caso estuvo cuestionado el plazo de los gobiernos elegidos por el
sufragio universal.
Se pueden recordar entre las más grandes las que se hicieron
contra la política educativa durante el primer septenio de Mitterrand, las que
se hicieron contra la guerra en Irak mientras presidía Chirac, las que se
hicieron contra las reformas de las jubilaciones durante la presidencia de
Sarkozy.
La existencia de grandes manifestaciones es un rasgo de las
democracias en la época actual que acepta la libertad de expresión y rechaza la
brutalidad de la represión como expresión de gobierno.
° ° °
Frente al advenimiento de un fenómeno similar en Argentina,
los gobiernos kirchneristas tienen el mérito exclusivo de haber confiado en la
potencialidad democrática de los ciudadanos argentinos, relegando los métodos
violentos a que nos tuvo acostumbrados el dramático y trágico pasado político
del país.
Por eso, ahora, interesan las interpretaciones y
valoraciones de la protesta del 8 de noviembre.
Además de la
Ciudad de Buenos Aires hubo otros escenarios en el interior
del país y hasta delante de diversas embajadas argentinas.
Por eso, aunque muchos de sus partidarios se afanaron en
destacar el carácter espontáneo de autoconvocados que se organizaron a través
de redes sociales, cabe afirmar que la manera de tirar la piedra y esconder la
mano es una diferencia notable con las manifestaciones que reseñamos tuvieron
lugar en Francia porque allí se sabía perfectamente quienes convocaban y
eventualmente dirigían con propuestas y consignas claras.
° ° °
Pese a que algunos quieren presentar la movilización de ayer
como excepcional por su número, consideramos que ya han habido otras que fueron
imponentes. Todos tenemos en la memoria colectiva las del 45 y el 55, también
se recuerdan los cierres de campaña de las elecciones de 1983 … y los
cacerolazos de 2001/2002. Lo que las diferencia suele ser la coyuntura
política, el liderazgo, su legado, etc.
Hay quienes destacan que la del 8N se hizo a la misma hora
en todo el país. Puede que sea una performance, pero el detalle no es
clave para la historia. Dicen que los asistentes llegaron todos por sus propios
medios, pero hay casos probados en que no fue así, y no le hace, tampoco.
Quienes sugieren que nada es tan democrático como la gente
en la calle merecen que se les recuerde que el artículo 22 de la Constitución de 1994
-vigente- establece que “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de
sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza
armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y
peticione a nombre de éste, comete delito de sedición”.
° ° °
Ahora bien, de una parte hay diálogo de sordos y de otra
parte subsisten círculos dirigentes de la oposición que pretenden hacer valer
la legitimidad de la masiva protesta e imponerla a los tirones.
Rige el mencionado artículo 22 y tanto más, cuando muchos de
los manifestantes expresaron el rechazo de una reforma constitucional.
Pero es interesante que el gobierno considere la oportunidad
de una ronda de diálogo con dirigentes opositores que ratifiquen el acatamiento
al orden legal constitucional y presenten propuestas concretas para los
reclamos planteados.
Porque no es posible entender y escuchar una cacofonía con
la que se intenta imponer un clima de incertidumbre para debilitar al gobierno
e imponer relaciones de fuerza al margen de la ley.
° ° °
Hay quienes se empeñan en minimizar ciertos elementos
presentes en la protesta de ayer, como la columna que encabezó Cecilia Pando,
pero son precisamente los que subestiman la importancia de la evolución que en
materia de derechos humanos hizo Argentina en los últimos años. Todavía
recordamos las amenazas de esa persona a Eduardo Luis Duhalde, uno de los
principales artífices.
En realidad, no hay ligereza en estos comentaristas: hay
complicidad enmascarada con los represores a los que se juzga.
También están las bravatas, acerca de quiénes movilizan más
o utilizan mejor las redes sociales, pero estos juegos verbales son
secundarios, a menos que se los considere como indicios de que cierta prensa
insiste o insistirá en utilizar cualquier tipo de recursos para echar paladas
de basura intentando desprestigiar a la Presidenta.
Están los que se ríen de que el dólar es un mito urbano,
pero el disgusto por los controles establecidos por el gobierno, aunque
comprensible, es un signo de los que se oponen no solo al gobierno sino a los
intereses del país, a su posibilidad concreta de mantener el rumbo de un
proyecto político de inclusión y de justicia social.
° ° °
Por cierto, los dirigentes de la oposición querrían frotarse
las manos ante estos hechos, pero el propio evento los ha puesto ante su
orfandad y en peligro de nuevas divisiones. No hay más que ver que a Macri lo
sedujo mostrarse un poco pero sin animarse a más, que Patricia Bullrich amagó
pero hasta ahí, que no todos los dirigentes socialistas se animaron, pero
Binner, sí.
El verdadero mito urbano consiste en el 46% ficcional, ese
de que la oposición tiene una fuerza (común, ya que no unida). Es un mito con
los lenguajes de la vieja política porque sus dirigentes no se renuevan y no se
renuevan porque no creen en el país. Vale la pena recordar cuando hace poco
unos cuantos de ellos fueron a Londres, mientras que la Presidenta encaraba el
aniversario de la guerra de Malvinas (y tantas otras cosas).
Si creyeran en el país se esmerarían en tener propuestas y
en encontrar en el marco democrático sus posibilidades de intervención
partidaria, formando parte, en el plano nacional, de un sistema político que
trabajase por el bienestar de los argentinos.
° ° °
Por supuesto, muchos de los manifestantes de ayer se sienten
integrantes de las clases medias argentinas, pero éstas viven en lugares muy
disímiles, tienen ingresos de los más variados -altos, medianos y bajos- y
patrimonios diversos (algunos sectores no tienen más que la idea, acaso el
propósito). Pero se sentían todos feligreses, como con una música de Dominus
vobiscum, porque siguen las ideas que ha inculcado una vieja oligarquía y se
reciclan en la prédica de resentidos que hacen los círculos políticos
anquilosados, con el dólar y el cuco de la inflación, la inseguridad -cuya
sensación incrementa aviesamente el matutino Clarín- y un reclamo de libertad
que parece ridículo en un contexto en el que es notorio que nunca tuvimos
tanta.
El 82% móvil, utilizado como un ariete contra el gobierno
que más aumentó las jubilaciones; el rechazo a la re-reelección, que por su
insistencia nos advierte que la oposición le teme a la capacidad electoral de
Cristina Fernández de Kirchner, razón por la que muchos podemos pensar en el
gran interés que representa, para continuar con el rumbo, contar con una
persona como ella para ganar y seguir en la huella.
Por ejemplo, con el tema de la seguridad. ¿Qué compromisos
están dispuestos a suscribir todos o parte de esos señores senadores y
diputados que acaban de firmar un texto para oponerse a cualquier reforma
constitucional?
Porque si hubiera reforma eso sería después de las próximas
elecciones, pero ahora mismo, esos legisladores podrían -eventualmente- sellar
un acuerdo con el gobierno para mejorar sensiblemente en materia de seguridad.
¿No es acaso que hay problemas en provincias gobernadas por dirigentes de la
oposición? ¿Los desatinos gubernamentales de Macri y sus vetos, su absentismo,
su política educativa, su tralalá con el subte, su subejecucion presupuestaria,
la basura 0+Un montón por doquier, las inundaciones… no tienen nada que
ver con la inseguridad?
° ° °
Entre los desencuentros también hay seguramente algunos
entre gente humilde y el gobierno. Sin ninguna duda, nos imaginamos posible para
este gobierno hacer más y mejor.
Posiblemente, también se trate de una parte de la población
que no tiene representantes y sí demandas urgentes. La capacidad de acción del
gobierno tiene que alcanzar resultados decisivos muy rápidamente, aplicando la
divisa de Evita: Donde existe una necesidad nace un derecho.
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