Apoyaba al gobierno en forma explícita en la Rock & Pop desde antes de entrar en 678 por lo que me puteaban abundantemente y hasta llegaron a acusarme de estar recibiendo un sobre del gobierno. Por eso, cuando apareció la posibilidad de estar en el programa pensé algo sencillo : ya estoy sucio, me tiro al barro.
Las discusiones interesantes sobre 678 no están en los medios que nos odian y nos consideran con sencillez de bolsillo propaganda oficial.
Las discusiones interesantes aparecen en los blogs peronistas, filoperonistas, kirchneristas, filokirchneristas, o amigables con el gobierno.
En estos blogs nadie considera al programa como propaganda oficial, entendiendo por esto una comunicación gubernamental que sale de cerebros estratégicos en sintonía con la operación política. Los amigos de 678 discuten sobre 678 porque para ellos es obvio que no hay estrategia más que esa que nos hace pasar la pelota fuerte y para adelante, o cortita y para atrás después de pensarlo un segundo.
Y las discusiones se pueden dividir de manera gruesa en dos cuestiones. Una consiste en discernir si 678 es útil como contraofensiva a los medios hegemónicos que todo el tiempo intentan llevarse puesto al gobierno. La otra tiene que ver con quienes estamos en el aire, y analiza si lo que decimos es peronista, poco peronista o antiperonista.
Lo cierto es que no hay peronistas en el panel. Somos exactamente eso que inventó el matrimonio Kirchner : gente que no es peronista y que apoya a un gobierno peronista que por momentos no parece ser peronista. Algo que nunca antes había ocurrido en la historia de nuestra galaxia.
Voy a volver a la primera persona del singular antes de empezar a hablar por mis compañeros de manera irresponsable.
Soy, entonces, alguien que apoya a un gobierno peronista. Pero no soy peronista. A veces me dan ganas de ser peronista, pero siento que a mi edad ya es imposible. El peronismo –ya se sabe- es un sentimiento, y eso no es sólo un lugar común. Es palpable que los peronistas se reconocen, se huelen, se quieren, se odian porque se quieren, comparten códigos secretos, comparten una historia familiar.
Perón y Evita fundaron una enorme familia. Y los que no nacimos en esa casa podemos llegar a ser entenados, aceptados, hasta hijos adoptivos, pero nunca seremos peronchos con ese sentido de pertenencia. El ideario, los fundamentos, o lo que sea, son lo de menos. Y me gusta que sea así. Nadie se caga a trompadas ni llora por una idea. Se pelea y se llora por lo que se quiere. Y en el peronismo se quiere. Para el peronismo las ideas son adjetivos del poder. El peronismo no quiere sus ideas, se quiere a sí mismo con locura.
Y en esto es como un animal darwiniano, se adapta, sobrevive, se reproduce, muta, y gobierna.
Uno de los cuestionamientos que nos hacen los bloggers peronistas (sólo puedo hablar de ellos, no de los peronistas de calle) es que no formamos conciencia. ¡ Mamma mía!
Los peronistas nos desconfían porque saben que no entendemos el peronismo. Y nos desconfían porque sospechan que si mañana viene un peronista impresentable no lo vamos a votar. ¿Por qué no lo vamos a votar?. Porque no entendemos el movimiento y porque no entendemos que un peronista antes de votar a un no-peronista se corta la mano.
Algunos nos defienden diciendo que no somos tan boludos porque ya aprendimos a comernos algunos sapos. Lo dicen con cierto orgullo, como un entrenador que ve los progresos de su alumno. Y lo más terrible es que es cierto. Uno aprende a comerse algún sapo, pero siempre calculando el tamaño del próximo sapo, o la cantidad de sapos que uno está dispuesto a soportar. Y ahí otra vez la desconfianza del peroncho : cuál será el sapo que estos progres ignorantes de 678 no aceptarán comerse.
Yo llevo varios sapos digeridos. Todos son sapos que en algún momento decidí comerme para evitar que la grieta que habían conseguido inflingirle al gobierno de Cristina se abriera y se rompiera todo. Y, como sugerían Grondona y Biolcatti, quedara Cobos manejando el país para ellos.
Si este gobierno fuera tan fuerte como cree Lanata me la pasaría puteando contra los sapos. Pero es un gobierno amenazado por los fuertes de verdad. Cristina está políticamente a la izquierda de cualquier cosa que camine sobre dos patas bajo el cielo argentino. “Políticamente” lo puse ahí para diferenciarlo de los que están a la izquierda discursivamente. Una actitud mucho más confortable para políticos y ciudadanos críticos que con toda razón del mundo exigen que las cosas se hagan mejor para que la gente viva mejor. Se lo exigen a Cristina, a quien lo que hizo para que la gente viva mejor le cuesta que la quieran echar a patadas. Y ahí están, esperando que el gobierno reparta diez pesos entre los laburantes, para criticarlo por no repartir cien, mientras los del statu quo se enardecen y tiran misiles porque lo que quieren es sacarles diez pesos a los laburantes. Y por suerte no van a fondo y se la bancan porque ellos siguen ganando buena guita. Y ahí está el discursivo de izquierda para criticar a Cristina porque permite que los del statu quo sigan ganando mucha plata. Es una postura genial.
Pero lo único cierto es que nadie hasta ahora se había animado a tocar esos intereses. Supongamos que no los toca a fondo, que no los toca con fuerza, pongamoslé que apenas los roza. Bien, pero antes de los Kirchner nadie se había animado a rozar los intereses del statu quo. Porque el roce lo sienten como una puñalada en la espalda.
Y por lo que se ve, lo que hay es muchas ganas de volver a recomponerles esos pedacitos de poder que perdieron. ¿O qué son las felices propuestas de quitarle las retenciones al campo? ¿Y que es lo de dejar de pagar la deuda con reservas del Banco Central?.
Pero claro, ahí viene el discursivo de izquierda a decir que es un gobierno tan de derecha que adora pagar la deuda externa, y tan de derecha que no se mete con los intereses de la corporación sojera. La gata Flora es un poroto.
Íntimamente lo que creo es que detestan la gestión kirchnerista porque fue la única capaz de gobernar el país con cierto o bastante solvencia (okay, digamos “solvencia comparativa”). Pero esa solvencia, sea como sea, los deja a años luz de las ineptitudes probadas.
¿El kirchnerismo es progresista? ¿Es de izquierda? ¿Es de derecha?
Desde el fondo de mi corazón : no me interesa.
Imaginemos : tenemos un gobierno de derecha. Que favorece a ciertas corporaciones y a otras no. Que permite ciertos avances sociales. Que acompaña algunos reclamos sindicales. Que cuida poco la ecología. Que incorpora a millones de marginales con políticas estatales. Que deja el grueso de la estructura económica concentrada más o menos como estuvo siempre, pero le impone sus estrategias políticas. Que se independizó del FMI para aplicar su propia idea de capitalismo. Que prefiere aliarse con la corporación industrial y menos con la corporación financiera. ¿Y?
¿Quién de todo el arco político va a hacer algo mejor?
¿Quién se va a querer bancar lo que se bancaron los Kirchner por no transar con dos o tres mastodontes? ¿Quién va a querer gobernar como ellos con la máquina mediática serruchándolos día y noche?
¿Qué es el consenso que tanto ambicionan sino calmar al monstruo alimentándolo con todos los ciudadanos hechos mierda que necesiten para saciar su hambre?
No soy de entrar mucho a estos blogs donde se discute muestro papel. No porque no me interese, sino porque las veces que lo hice me quedé dos o tres horas hipnotizado por todo lo que provocamos en gente inteligente, con formación política, con conocimientos sobre medios, astutos, analíticos, académicos. Confieso que también me quedo tanto tiempo leyendo porque me cuesta comprender de qué carajo están hablando.
Y siento que ya es tarde para mí. Tendría que leerme todo Cooke, Galasso, Perón, Gransci, Jauretche, Althusser … El peronismo me agarró desprevenido, con la poca ropa que traigo puesta. A veces me veo como un “Espontáneo”, esos tipos que se escapan de la grada y se meten en la arena para enfrentar al toro.
Entiendo la poca confianza que debe generar mi inconsistencia peronista en quienes se han pasado la vida peleando por sus convicciones, peleándose con tipos como yo, y resulta que ahora soy una de las caras más visibles del peronismo de los Kirchner. Por eso trato de no meterme en aguas profundas, y quizá llegue a ser un proto-peronista de superficie. Uno que se mete todos los días donde están las trompadas, y que apenas sabe de qué lado de las trompadas debe estar.. Y si estoy entre las trompadas es porque a pesar de esa inconsistencia tengo confianza en todos esos peronchos que piensan el país para hoy y para mañana, y que se tiran con Cooke por la cabeza y se mandan a leer a Puiggrós. Es una relación rara esta de confiar en quien desconfía de uno, pero creo que eso también es bastante peronista.
Ese peronismo pensador es algo que sospecho único en el mundo: No creo que ninguna fuerza política esté en estos momentos en permanente discusión, en permanente construcción de teoría, en debate agitado las 24 horas del día y planteándose cuál es la mejor manera de seguir para adelante con este gobierno que nos hizo ir hacia delante. Porque a pesar de lo que dicen los progres no hay discusiones viejas en el peronismo, el peronismo detesta lo viejo.
¿SOY UN PROGRE?
Realmente, mientras escribo estas cosas, deseo fervientemente que ningún peruca línea dura (ej. Artemio López) lo lea. Porque seguramente se cague de la risa durante una semana siguiendo las disquisiciones de un boludazo que –por decir algo-se pregunta si es progre.
Durante la peronización viral que vengo sufriendo he tenido varias crisis.
Hasta algún momento me sentí un progre que apoyaba al gobierno. Eso duró hasta que otros progres empezaron a comportarse de manera extraña. Lanata, Caparrós, Tenembaum empezaron a decir las mismas cosas que decían Morales Solá, Aguinis, Magdalena Ruiz Guiñazú, Grondona, etc . Ellos venían surfeando la ola, o haciéndose más o menos los boludos, pero 678 inyecta tanta mierda junta que es un catalizador ideológico monstruoso. Y cualquier mínimo gorilín deja salir su King Kong en cinco minutos. Y cuando mis ex colegas progres se enkingkonguizaron sonó la alarma. ¡Epa! ¿Esos no eran como yo? ¿No éramos todos progres, chicos?.
“Progre” es una palabra que empecé a usar para mí mismo como una manera auto-despectiva de asumir mi falta de compromiso político. Porque un progre no milita, no es políticamente activo, es un comentador moralista de las cosas horribles que hace la derecha, las cosas tontas que hace la izquierda, y las cosas de negros que hacen los peronistas. El progre siempre está a salvo porque no se siente parte de nada (excepto de una minoría lúcida), y encima suele votaren blanco o a algún candidato seguro perdedor, porque el pragmatismo no es progre.
El sujeto progre piensa en su dignidad. La corrupción política hiere su dignidad porque él nunca robaría ni aceptaría un soborno. El progre si fuera astrónomo no mediría las distancias en años/luz sino en años buenos y años malos. Según le parezca.
Durante mucho tiempo rechacé la idea de ser un progre y me definía como un tipo de izquierda. Pero eso tampoco me sentaba bien. En el fondo me sentía un impostor. ¿De qué izquierda sos, boludo?, me preguntaba. Bueno, con ideas de izquierda, me respondía. Mientras no podía compartir ni el diez por ciento de las posturas de cualquier partido de izquierda. Bueno, un día asumí que era un pobre progre. Ese día debo haber empezado mi amistad con la cosa peronista.
Esta es una mala época para los progres. Porque es una época de compromiso político. Y el progre el único compromiso que acepta es el que tiene consigo mismo.
Carlos Barragán, en “Soy la mierda oficialista”.
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