Miradas al Sur. Año 5. Edición número 226. Domingo 16 de septiembre de 2012
Por
Diego M. Vidal. Periodista
internacional@miradasalsur.com
Polémica en Honduras.
Cuando se creía que el proyecto neoliberal estaba derrotado definitivamente en Latinoamérica y el intento de privatización salvaje sumido en el fracaso, los adalides del Consenso de Washington vuelven a la carga. Esta vez el experimento económico y político renace en la Honduras de Porfirio Lobos con la creación de “ciudades privadas”.
En la semana que pasó, el Congreso Nacional hondureño refrendó un plan que el actual presidente impulsó el año pasado al firmar un convenio con el grupo de inversión MGK, de Corea del Sur, para la creación en el territorio nacional de “charter cities” o “ciudades con estatutos”. Inspiradas en la tesis de doctorado del economista estadounidense Paul Romer, propone, con la teoría del desarrollo endógeno, la instauración de pequeños Estados dentro de otros en los que el crecimiento económico se verá garantizado por la composición de la sociedad, la participación privada en la inversión y el progreso tecnológico volcado hacia esta especie de colonia o protectorado supervisado por naciones extranjeras.
La formación de estas “empresas incipientes interiores” en suelo soberano, que plantea el discípulo preferido de Peter Drucker, podrán sancionar su propia legislación, tener tributario autónomo, elegir sus gobernantes y hasta una Constitución diferente a la hondureña. Aun cuando Romer trata de pintarlo como una concepción económica en pos del bienestar de la sociedad en su conjunto, antes que como nueva avanzada neocolonial de las potencias, el hecho de que “países ricos supervisen la administración de ciudades charter, en particular el sistema judicial y la policía”, porque esto “los protegería contra la interferencia de la nación anfitriona”, como declaró al diario británico The Economist, despierta razonables dudas sobre las intenciones reales de lo que se está poniendo a prueba. Las sospechas apuntan también a que detrás de estos emprendimientos se enmascaren actividades ilegales como el lavado de divisas del narcotráfico.
Pero la cuestión no sólo se centra en la manera de hacer dinero y crear una sociedad de ricos, también cuenta con su cuota de xenofobia implícita. En las mismas declaraciones a este medio inglés, Romer asegura que “el éxito o el fracaso no dependerá solo de buenas reglas, como en leyes, sino de normas sociales que sean establecidas por sus primeros habitantes” con respecto a quienes se quieran radicar en esas Hong Kong de Centroamérica.
Lobo compró el concepto, pero ha maquillado el molde original de lo que denominó Región Especial de Desarrollo (RED) y determinó que sólo sean zonas de libre empresa, ante las protestas y algunos pruritos incluso de sus partidarios, más los diferentes recursos de acusación presentados en la Corte Suprema de Justicia (CSJ) para frenar la iniciativa “por el delito de traición a la patria contra todos los diputados del CN que aprobaron las reformas constitucionales mediante las cuales crearon las RED”. Por su parte, la Organización Fraternal Negra Hondureña denuncia que se estarán entregando “100 kilómetros cuadrados del territorio nacional al capital financiero internacional”.
El gerente administrativo del CN marca la diferencia de uno y otro modelo al señalar que “la modalidad que estamos impulsando en Honduras es muy distinta a la que vino a presentar Paul Romer, porque aquélla sí violaba la Constitución y la soberanía nacional; nosotros ‘tropicalizamos’ esa idea”, dijo Díaz con un dejo de sarcasmo. También, añaden desde el oficialismo, el Estado seguirá controlando “los temas electorales y emisión de documentos de identidad y pasaporte, defensa y relaciones exteriores”, de esas “metrópolis empresarias”. De todos modos, los estatutos de estas “islas” mediterráneas les permitirán “contratar sus propias deudas internas o externas, siempre que sean sin el aval del Estado de Honduras”, para lo cual fue necesaria la reforma de la Carta Magna que se realizó en el 2011.
Estas modificaciones ya han generado una baja importante en la consecución del objetivo. En una carta al mandatario centroamericano el ideólogo de estas “ciudades modelos”, Paul Romer, ha renunciado a la Comisión de Transparencia que integraba, nombrado por Porfirio Lobo, en desacuerdo con los cambios y frente a las señales de corrupción en los convenios que se están firmando para la construcción de las primeras RED.
Una de las voces más críticas a este propósito provino del relator de Libertad de Expresión de la ONU, Frank la Rue, quien lo definió en un informe tras su paso por Tegucigalpa en agosto pasado, como “una violación a la soberanía nacional y la garantía de respeto y promoción de los Derechos Humanos”.
La elección de Honduras para este ensayo no parece una casualidad. Sobre todo cuando es Trujillo una de las regiones en las que se instalaría uno de estos enclaves de velado neoliberalismo. Ubicado en las costas del Caribe y cercano a los poblados de los habitantes garífunas, un grupo étnico descendiente de africanos, caribes y arahuacos, es justamente el lugar donde transcurren las situaciones narradas por el escritor estadounidense William Sydney Porter, conocido como O. Henry, que compiló en el libro Cabbages and Kings (Coles y Reyes) y en cuyos cuentos acuñó el término “república bananera” para referirse a una “dictadura servil que favorece a cambio de sobornos, la explotación de la tierra a gran escala, sin preocuparse en mejorar las condiciones de vida de los habitantes del país”.
Publicado en :
http://sur.infonews.com/notas/un-experimento-neoliberal-charter-cities-o-ciudades-privadas
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