Si, en efecto, la elegancia es el atributo de ser
excepcionalmente eficaz y sencillo, a pocas personas les cabe tan bien el
adjetivo “elegante” como a mi amigo Miguel Adami. Fundador y factótum de la Iglesia Universal
de los Últimos Tintos (en adelante, IUDLUT), Miguel se dedica a explotar la
esperanza de sus feligreses con un modo que ya quisiera tener el Sai Sri Ladri
que anda por Buenos Aires en estos días. A cambio de una cuota mensual,
destinada a su supervivencia y a la de sus “ositas” incondicionales, Monseñor
Adami es capaz de mantener la atención de al menos cincuenta personas durante
días, a fuerza de escritura, ironía, labia porteña y esa cualidad de “bon
vivant” que lo hace irresistible.
Dicen las malas lenguas que “Miguel Adami” es el seudónimo
que enmascara su verdadero nombre, pero es difícil creerlo, y mucho más difícil
probarlo. Hay algunas personas que aseguran conocerlo en persona y haber tenido
el gusto de compartir un tinto con él; más aún, no falta quien afirma que
conoce a su hermosa señora madre y a su prima, María Felicitas. Mitos urbanos.
Lo que hay de seguro es que Miguel Adami aparece acompañado
de la elegancia: en el humor, en la ironía, en el afecto y en el comentario
político.
Cuando empecé a microbloggear en el viejo muro de 678
Facebook, había alguien que, muchas veces sin decir ni comentar nada, me ponía
un “me gusta” a cada posteo. Tanto me acostumbré a ese acompañamiento, que si
un día Miguel no estaba, no sabía si seguir escribiendo o no. Después nos
fuimos haciendo amigos.
Como la gente inteligente y sensata sabe bien, las redes “no
permiten establecer relaciones reales”, así que probablemente mi percepción de
que lo quiero tanto sea falsa. Quizá no sea cierto que es mi amigo, que me
acompaña siempre, que puedo contar con él, y él conmigo. Seguro que todos los
parroquianos de la esquina virtual, donde tiene sede la IUDLUT, o los oyentes de la
radio en la que tanto participa, están confundidos. Dice la gente sensata que
estamos locos, o que somos tontos, o que no ponemos el cuerpo, o que no nos
comprometemos, o todo eso junto.
¿Y por qué será, entonces, que hoy que me enteré de que está
pasando un momento jodido, siento que se me estruja el alma?
Querido Miguel Adami, vaya este abrazo ENORME, militante,
amigable, cariñoso, de parte mía y del resto de tus amigos, para que todo este
cariño hecho nudo en la garganta, te sirva como mimo de terciopelo rojo para tu
rojo corazón.
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