La Argentina que nunca quiso a CFK ahora dice detestarla
como toda novedad. La emergencia opositora que no expresa al 46% y los desafíos
del oficialismo en esta etapa.
No hay que
subestimar ni magnificar lo ocurrido el jueves. Ningún proceso de
transformación se hace con el ciento por ciento de la gente a favor, ni siquiera
el que encabeza el kirchnerismo desde 2003. Muchos de los movilizados con su
cacerola no se hicieron anti-K o contreras hace media hora. Ya existían. Del
universo electoral posible, en octubre votó a Cristina el 54 por ciento. El
resto, aunque perdedor, también respira. Esta vez, además, recordando lo
sucedido con la 125, salió a manifestarse a la calle. Las consignas
convocantes, en su mayoría, fueron lugares comunes que previamente habían sido
títulos de Clarín y La Nación,
luego zócalos en TN y Telenoche y finalmente circularon por las "redes
sociales" desde las que, según pretende instalar la prensa destituyente
como relato, se organizó "espontáneamente" el caceroleo. No hay
motivos para sorprenderse por su masividad: las mismas decisiones gubernamentales
que generan consenso y apoyo en más de la mitad de la población tienen el
efecto de la respiración del amoníaco en ayunas para otros. La excusa puede ser
el dólar, la cadena nacional, la inseguridad, la dictadura K, la ausencia de
conferencias de prensa, el drama de Baby Etchecopar o la re-re de Cristina.
Algunos de estos opositores gritan las consignas y otros son gritados por
ellas, pero a todos los reúne la misma desesperación: no tienen ninguna
contención ni referencia ni opción electoral a mano para cambiar lo que quieren
cambiar. Viven una emergencia política y existencial. Cuando golpean la olla
están haciendo catarsis. Debería la oposición hacer autocrítica sobre este
punto. La sensación es que el rechazo a Cristina de esta gente está amasado más
en la decepción que le genera la ausencia de alternativas (que ellos deberían
producir y no el gobierno) que en las arengas de Julio De Vido a intendentes y
gobernadores. Que surja alguna figura convocante para tanta queja desbordada no
será sencillo. Los dirigentes opositores tienen alguna facilidad de memoria
para replicar ante cámaras lo que escribe Héctor Magnetto, el último florentino
de la élite empresaria, pero una cosa es construir política en el mundo
televisado y otra en la vida real. Si el partido de la olla existiera como tal,
sería un invertebrado enardecido con esloganes de derecha dura, muy del tipo
del qualunquismo antipolítico de mediados de la Europa del siglo XX. ¿Quién
podría ser su líder natural? ¿Macri? Quizá. ¿Binner? ¿Pino Solanas? Es más
raro. ¿El radicalismo? Mmmm. ¿Lilita? Suena más creíble ¿Y todo eso puede
juntarse? Por ahora, sólo en las plazas y en las páginas de los diarios
conservadores. Y, así y todo, después tendrían que ganarle en las urnas al
kirchnerismo, que expresa a una mayoría política cohesionada. O sea, fácil no
la tienen, pero tampoco pueden eludir la responsabilidad histórica que les
cabe. ¿O el oficialismo cristinista también tiene que fabricar una oposición
que mantenga a este invertebrado reclamante dentro del sistema democrático?
Hay más preguntas,
claro, sobre la noche del jueves. ¿Acaso el kirchnerismo perdió la calle?
"Néstor no lo hubiera permitido", decían dos viejos militantes en un
bar, mientras observaban por TV cómo la Diagonal Norte se
convertía en un río de cabezas humanas que convergían en la Plaza de Mayo sin pisar los
canteros. Es cierto que cuando arreciaba el conflicto con las patronales
agrarias, el kirchnerismo se plantó con Luis D'Elía y otras organizaciones
territoriales y no los dejó entrar al mismo lugar, pero estos tiempos parecen
no ser aquellos: el gobierno no está débil como entonces. Tampoco Cristina es
particularmente afecta a moverse por temperamento o instinto territorial. Lo
más probable es que, una vez que baje la espuma, retome la cadena nacional y
vuelva a desafiar con palabras el ruido de las cacerolas. Les querrá ganar por
cansancio. De Néstor a Cristina, el kirchnerismo no es el mismo, sin cambiar en
sustancia. Mutó de estilo –ahora es más institucionalista, sin dudas– y cambió
algunos aliados: camioneros de Hugo Moyano, espontáneos o no, esta vez tocaron
bocinas y agitaron banderas argentinas al paso de los manifestantes anti-K. En
2008, ocurrió lo inverso. ¿Se quedó el oficialismo sin CGT para dar peleas como
esta? Hay otras expresiones gremiales que ocupan el sitial que antes ocupaba el
moyanismo en la consideración K, pero –salvo la CTA de Hugo Yasky– no se mueven en la calle con
la misma decisión que el camionero. Algunos de ellos serán más controlables
políticamente, pero también más cautos. O más gordos. De todos modos, desde el
acto en Vélez, el oficialismo demostró que puesto a movilizar, lo hace con
fuerza. Podría juntar cientos de miles de personas con intendentes y
organizaciones propias, sin pedirles a los gremios ningún favor. Queda menos
claro si a Cristina le interesa eso. Lo del jueves no fue para alarmarse y
tampoco para hacer la plancha. El kirchnerismo encabeza un proceso político,
social y cultural que no es indiferente a nadie. Por eso mismo, genera adhesiones
y resistencias. Y así como propone a la sociedad cambios desde la cima del
Estado, a veces es propuesto por sectores sociales como canal para reconquistar
o consolidar derechos. Es una relación que se da de arriba hacia abajo y de
abajo hacia arriba, y quizá sea la más rica entre Estado y sociedad civil desde
la recuperación democrática del '83. De esa relación puede esperarse mucho,
pero Cristina difícilmente llame a movilizarse si no se lo piden o se lo
ofrecen. Ella reclama unidad y organización. Es evidente que está pensando más
lejos que en la crisis psíquica de una parte de la sociedad que ahora dice
detestarla cuando jamás la quiso.
Por lo demás, sobre
la masividad de la protesta, es legítimo preguntarse si se trata del piso o del
techo en la capacidad de movilización callejera del arco anti-K. Aunque nada
está escrito, la impresión a vuelo de pájaro es que estaban todos los que son.
Publicado en :
No hay comentarios:
Publicar un comentario