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jueves, 7 de noviembre de 2013

Pasaron las grullas, por Juan Chaneton (para "Nos Comunicamos" de noviembre de 2013)


Pasaron las Paso y pasaron estas otras. El ProCrear, un monotributo más bajo y la consolidación, en forma y fondo, de tendencias en las políticas públicas orientadas a mejorar ostensiblemente la calidad de vida de la población no han resultado suficientes, como era de prever, para que el gobernante Frente para la Victoria se alzara con un triunfo claro en las “medio término” del domingo 27 de octubre de 2013.
Sin embargo, permanecer como el partido mayoritario de la Argentina -con mayoría en ambas cámaras- luego de una década en el gobierno no resulta poca cosa
El resultado era de prever por razones varias. Aquí, algunas. Un “llamado de atención” al gobierno siempre viene bien, sobre todo cuando ese llamado no entraña riesgos de vacío de poder o de que empiece a temblar la estantería y la jubilación puntual todos los meses y los quince días en Las Toninas amenacen entrar en zona de turbulencia. Eso no podía ocurrir ahora porque eran de medio término, es decir, para elegir diputados y senadores y no presidente o presidenta, que si este hubiera sido el caso y Cristina tiraba la taba, seguro que al llamado de atención el medio pelo lo dejaba para otra ocasión.
Otra razón es que la “construcción de sentido”, como dicen en 6-7-8, sigue a cargo de los conocidos de siempre. La constitucionalidad de la ley de medios recién dictaminada por la Corte Suprema es un fenómeno del mundo normativo sin operatividad inmediata para incidir en el plano de lo cultural devenido reflejo pavloviano.
Con la hegemonía mediática y su influencia invisible pero deletérea en la conciencia de las buenas gentes ocurre lo mismo que con el Estado en el marco del materialismo histórico: no desaparece de un día para otro por abolición decretada, sino que se deberá extinguirse, en forma paulatina pero constante, si las cosas funcioan cono deben funcionar. Esto es como decir, si Clarín desinvierte y no vendiendo a testaferros sino entregando lo que posee sin derecho para que el Estado licite.
El caso, entonces, es que el domingo 27 el pueblo fue a las urnas con una confusión clarísima inducida a modo de juicio analítico kantiano o de intuición evidente, es decir, de convicción que no requiere de la experiencia práctica para corroborarse como verdad. Los medios vienen terciando en la disputa inyectado el silogismo con dos premisas y una conclusión, a saber: Todos los kirchneristas son corruptos; los candidatos del FpV son kirchneristas; los candidatos del FpV son corruptos.
Esto es parte del asunto, no todo el asunto, es claro. Sobre todo cuando hubo distritos en los que la filosófica mentira no funcionó. Pero explica un poco del todo. Explica, por ejemplo, que el jubilado y el pobre, que hoy viven mejor que ayer, vayan y se peguen un tiro en el pie: le meten la papeleta a Massa o a Macri.
Otra: Cabandié. Habrá hecho lo suyo esa operación. Por lo menos habrá hecho lo suyo para perder en Capital y franquear las puertas del Honorable Senado de la Nación (que perdió la honorabilidad con la banelco) a un hombre ya sin nada que perder y que no incidirá en la buena marcha de los asuntos públicos, porque nadie que despotrica sin proyecto incide en la buena marcha de los asuntos públicos, mucho menos cuando la marca en el orillo del caballero de fina estampa es el narcisismo en grado de aguda patología del carácter. Ni Disraeli en política ni Visconti en cine. Medianía en estado puro. Pero, bueno… el soberano decide.
La película ha comenzado como en 2009. Luego de perder empezaron los sensatos consejos en forma de murmullo en el oído de Kirchner: parar un poco, aminorar, conceder, sentido común, sensatez, madurez, boludez… Y Kirchner fue para adelante como toro que le metieron el banderillazo en la cola, para decirlo sin grosería: se llevó puestas a las AFJP y empezó el proceso que culminó con YPF recuperada. En 2011 tenía el resultado: 54 % para Cristina.
Ahora empieza parecido. Ya está escrito el primer acto de esta comedia: se perdió. Sólo falta que Cristina se levante de la cama y se descuelgue con el 82 % móvil y con tres o cuatro medidas por el estilo. Profundización del modelo se llamará eso. Y a fe que es lo mejor que podría pasar. Frenar es suicida. Es lo que quieren “ellos”. Y ellos, bueno… ya se sabe quiénes son ellos. Hay mayoría en ambas cámaras para profundizar.
Carrió y el programa “La Mirada” del imputado Roberto García, es decir, la derecha, ya han comenzado a oler sangre. La funcionaria chaqueña bajo la dictadura y el acusado de satélite del planeta Yofre han dicho lo suyo. “No se sabe si vuelve”, chicaneó la irresponsable, odiadora y enriquecida señora; mientras que el ex Ámbito Financiero soltó, el lunes 28 por la noche en el canal 26, que si Cristina “no cambia” el pueblo, nuevamente, saldrá a la calle -convocó- y mentó al obelisco, al “campo” y cuantas bajezas se le ocurrieron.
Ha quedado en la mira el 2015. Las estructuras opuestas al FPV son precarias. Deberán afianzarse. Una forma de afianzarse es acordar alianzas, es decir, hacer como la Alianza de De la Rúa. Contraindicado.
Pero ya hay varios empezando a probarse el traje. Macri, el primero. Massa, que tampoco tiene nada en el interior ni tampoco la vaca atada en la provincia, el segundo. Pero cómo arma y qué arma es un problema de Massa. Se verá.
El problema para el pueblo argentino es Massa. Ya empezó a repetir estribillos engañadores. Está diciendo que para él no hay bien más preciado que la Asignación Universal por Hijo y que los jubilados cobren dos veces en el año y con aumento. Hace acordar al salariazo y a la revolución productiva de Menem. No dirá ¡Síganme…! Pero lo que sí es seguro, es que va a hacer todo lo contrario de lo que está diciendo.
Y es seguro porque Massa no es Kirchner. A Massa los empresarios le van a entregar, en una sencilla pero emotiva ceremonia, el “programa” que tiene que cumplir… si llega. A Massa lo financia la ortodoxia económica, los enemigos del gasto público, las calificadoras de riesgo, “el campo”, los bancos y la Embajada. Ahí, en la Embajada, lo llaman “Nuestro hombre en Buenos Aires”. Leyeron a Graham Green en la Embajada.
Lo que sí hay que esperar es que, dentro del kirchnerismo, prime la sensatez y nadie aliente expectativas de que el hombrecillo puede volver al redil, no Pichetto…?
Macri, Massa, Scioli. Era uno de los finales posibles. Como probabilidades se puede apuntar que Cristina apoye a un Scioli que acepte que le escriban la lista de diputados y senadores. Sería un Presidente condicionado. Pero esto, sumado a lo debilitado que quedó después de los 12 puntos de Massa sobre Insaurralde, no parece buena opción.
La otra es que vaya con candidato propio (Urribarri-Taiana, por ejemplo). Pero, si este fuera el caso, el peronismo fragmentado comenzaría a delinearse en el horizonte como el espectro de una criatura incomprensible que vivió mucho y que ahora se acerca a su hora crepuscular.
Enfrente, Cobos, aliado a Binner, Alfonsín y Carrió, tratarían de explicarle al país que ya es suficiente con el peronismo. Su problema es que alguien les crea. Los mercados son como Moscú: no creen en lágrimas.1 Buscan seguridad y gobernabilidad y los recién nombrados lo último que pueden ofrecer es seguridad. El país en sus manos sería un país apto para cualquier destino.
¿Y De la Sota? Puede ser el vice tanto de Massa como de Scioli. En qué chiquero retoza, al cordobés no le importa demasiado siempre que se cumpla su leit motiv: figuración o muerte.
Estamos escribiendo sobre las elecciones de ayer y sobre el 2015. Dos años vista. Esto se llama corto plazo. En el largo, está pendiente la construcción antisistémica. Está pendiente el sueño que les proponemos a los kirchneristas. Pero no a los kirchneristas que quieren quedarse “más acá”, sino a los que quieren ir “más allá”.
Acaba de decir Gambina (AlaiAmlatina, 28/10/13) que los políticos que participaron en la elección del domingo 27 constituyen una “oposición que disputa la gestión del capitalismo local”. Y nadie duda de que los políticos que acaban de disputar estas elecciones son todos aspirantes a gerentes del capitalismo periférico argentino. Algunos lo son por explícita convicción; otros por inconsciente deficiencia ideológica que los empuja a un desempeño parlamentario funcional al sistema institucional del que abominan con retórica encendida. Todo eso está claro. Pero Gambina sigue protestando: En esta campaña -dice- “… no se escuchó una sola voz para modificar el rumbo del modelo productivo y de desarrollo, sólo orientaciones para corregir lo que se considera falencias en las decisiones de una inserción virtuosa en el capitalismo global en tiempos de crisis…” (fuente: ídem anterior). Alude, de ese modo, al FPV. El resto no considera a la Argentina no digamos ya integrada virtuosamente al contexto, sino ni siquiera integrada.
Se congratula, también, el economista, por el millón y medio de votos que contabilizan, sumados, el trotskismo, el maoísmo, los partidarios de Lozano, De Gennaro y Michelli y otras progresías de variopinto pelaje. Tres diputados nacionales –dice Gambina- permitirían pensar como realista y concreta “…la posibilidad de conformar unidad de acción legislativa con otros bloques y actuar como referencia de las movilizaciones y dinámica de la protesta social”.
Francamente, la política será demasiado importante como para dejarla en manos de los políticos pero tampoco puede caer, así no más, bajo la influencia de los economistas. Es increíble suponer que alguien pueda creer sinceramente en un futuro de unidad entre las corrientes recién mencionadas que son las que -juntas- totalizaron el millón y medio de votos.
No sólo la repulsión instintiva y recíproca que se profesan todos estos actores conspira contra cualquier atisbo de unidad. Enajenan, con ello, asimismo, a un tiempo, toda probabilidad de erigirse en referencia de movimientos sociales, ya que cada uno de éstos mira a su organización partidaria, abomina de las otras, y los que carecen de referencia nacional no reconocen a nadie más que a ellos mismos como actores de un campo de fuerzas en el que “el otro” distinto pero parte del frente común contra el enemigo no entra en su radar. Tal, la heterogeneidad del “campo social” argentino de hoy. Las “fuerzas motrices” de la revolución no se hallan representadas ni allí ni en ninguna parte. Todavía.
Pero hay otro elemento primordial que ratifica lo antedicho y cuya verdad viene desde el fondo de la historia de las luchas obreras y populares.
El crecimiento del trotskismo es parte de la crisis, no de su solución. En el río revuelto de la política argentina nadie sabe que el trotskismo nunca fue gobierno ni poder en ninguna parte del mundo y tampoco nadie sabe que en esa negatividad reside su triunfo. Porque el trotskismo, nacido hace ya setenta u ochenta años, ha ido dejando en el camino de su flor un gajo.
Dividió en España con el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) y el Frente Popular que defendía la República tuvo, así, su caballo de Troya en sus mismas entrañas. Petardeó la unidad del PC con los socialdemócratas en Alemania, con lo cual obtuvo el resultado esperado: el ascenso de Hitler. Hugo Blanco, en Perú, en los ’60, fue el más sectario de los dirigentes campesinos. Perdió la revolución, allí. En la Argentina, en 1975, en el conflicto de Villa Constitución, jugaron para Acindar, la patronal; y si no, que le pregunten a Piccinini. En prensa, con la “Copreprén” y en plena época del terrorismo de Estado, no querían hacer frente con los peronistas de la agrupación Scalabrini Ortiz porque eran “de derecha”. Se fueron sin que se los echara, como suelen hacer y así nació el FTP (Frente de Trabajadores de Prensa).Y ahora, en plena crisis capitalista mundial, su funcionalidad es la misma: crecer dentro del campo popular para dividir a éste desde dentro y boicotear, de ese modo, toda factibilidad de construcción autónoma y clasista con posibilidades reales de acceder al poder.
Con ese sectarismo se conducen en los sindicatos, en los partidos y en los movimientos sociales. Cierto es que el sayo que estamos describiendo le calza sólo al “Partido Obrero” y no, por cierto, al trotskismo de cuño morenista que, equivocado o no, ha sido sincero en su convicción anticapitalista. Pero no hay que olvidar que la burocracia del Partido Obrero oculta un procapitalismo de hecho bajo el mantón de Manila de las oraciones enfebrecidas y vocingleras que siempre y desde hace más de medio siglo dicen estar “a favor de los trabajadores y en contra de las patronales”. Genérico el planteo, digamos. Como para romper sin construir. Pero el caso es que estas patronales los prefieren como delegados, les pagan buenos salarios y les proporcionan logística variada cuando de “salir a la calle” se trata.
Y también a esta burocracia del PO le cabe, desde hace más de medio siglo, el honor de calumniar a la revolución cubana2 y, desde los últimos veinte años, el de hacerlo con los procesos soberanistas de Bolivia, Venezuela y Ecuador y con los gobiernos nacionales y populares e históricamente progresistas de Brasil y la Argentina.
Por estas y otras razones, ese millón y medio no justifica algarabía alguna. En 2015 será medio millón, probablemente.
Ante el resultado de las recientes elecciones, el futuro clama, cada vez más estentóreamente, por una nueva orgánica. Estamos plenamente de acuerdo con Gambina cuando dice: “En la Argentina como en la región se discute el cambio político iniciado con el nuevo siglo. El debate es sobre el rumbo y la clave está en la capacidad del movimiento popular por desplegar iniciativa política desde una subjetividad contra el orden capitalista, que establezca límites a la continuidad de la ofensiva del capital sobre el trabajo y la naturaleza y se pueda gestar una nueva experiencia de organización social, económica, política y cultural por la emancipación”.
Pero agregamos que esta tarea debe incluir a los sectores revolucionarios de dentro y de fuera del kirchnerismo. Ese es su corazón, su núcleo, el “punto G” de la revolución socialista argentina. Porque la revolución también es una cuestión de deseo insatisfecho.
Mientras tanto, trabajamos por el final feliz, no por la tragedia y la triste resignación que nos narró, con exquisitez de artista, Mikhail Kalatozov. Ella, enamorada de su hombre, lo vio partir. Irá, no volverá, morirá en la guerra, algo resonaba en su interior. Él no volvió, porque dejó todo por su patria, dejó su vida en esa guerra patria. Igual fue a esperarlo y a esas mil flores blancas que llevaba en su regazo comenzó a repartirlas, una a una, a los que sí habían vuelto, a los que no habían muerto.
Ella, ahora, hace ya mucho tiempo que sabe que su hombre no la acompaña y sigue, por eso, repartiendo esas flores a cada uno de los jóvenes que han vuelto y que miran al cielo y que ven, allí, en el cielo azul, una “v”, la “v” que forman esas aves en esa película que Kalatozov llamó Pasaron las grullas.

Publicado en:
http://nos-comunicamos.com.ar/content/pasaron-grullas

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