Y un día volvió.
Ni una planta ni la mujer maravilla, sino la de siempre. No tiene síndrome de
hibris, de moria ni de pick. No volvió
en partes sino entera, tan entera como antes. Tampoco tiene medio rostro
paralizado ni dificultades expresivas. Menos aún apareció abatida ni dispuesta
a renunciar y anticipar las elecciones presidenciales. Un desafío recopilar todas las sandeces que se han dicho a lo largo de
estos 40 días, más expresión de los peores deseos que preocupación por los
destinos del país. Después de las lucubraciones que expelieron desde las
pantallas, los micrófonos y las páginas de los medios carroñeros, en lugar de
pedir disculpas y comprometerse a trabajar en serio en el periodismo, se
muestran enfadados, como víctimas de una estafa. ¿Y cuál es la estafa?, se
preguntará el buen lector. Que La Presidenta está bien. Comprometidos con el arduo trabajo de crear desánimo, esperaban una
mujer enflaquecida, ojerosa, moribunda. Al menos un poco calva. Pero no, es
la de siempre, quizá más jovial, más relajada y lo peor –para ellos, por
supuesto- más optimista. Y encima, se dio el lujo de jugar con Simón, el can
venezolano que le obsequió Adán Chávez, el hermano del Presidente Bolivariano.
Un pingüino
gigante y un ramo de rosas completan la escena, más hogareña que presidencial.
Y una blusa blanca, que parece anticipar el abandono de tanto negro en su
vestimenta. El fin de ciclo que tanto
ansían los nostálgicos de la oscuridad parece más un renacimiento y los cambios
ministeriales sugieren más profundización que claudicación. La sorpresa se
completó con la manera en que se difundió el video, sin aspavientos ni
grandilocuencia. Un video casero tomado por una profesional, Florencia, que se
difundió por las redes sociales y no por cadena nacional, como se esperaba. Pero
no está hecho al descuido: hay mucho
símbolo en esos minutos que ocupa la reaparición de CFK.
Tanta sorpresa
causó el retorno de Cristina que dejó sin habla a muchos exponentes de la
oposición. Algunos, por supuesto, farfullaron
incoherencias para no perder protagonismo en los estudios que le dan
legitimidad virtual. Por unos días, tal vez tengamos una tregua. Pero
pronto recrudecerán en sus esfuerzos para torcer el rumbo de este insólito
proyecto que nos conducirá a construir un país para todos. Por más que
Guillermo Moreno no esté más en la escena política, ya encontrarán a algún personaje adecuado para demonizar. Con esta
salida en el equipo local, pensarán que ganaron la pulseada, porque suponen que
arribará un Secretario de Comercio más amigable para las angurrias del Poder
Económico. Todos esperamos que se
equivoquen.
Elisa Carrió ya
ha comenzado con su venenoso empeño. Capitanich y Kicillof fueron los primeros
blancos de su embestida. Sin
fundamentos, por supuesto, pero con dicterios cargados de odio, envidia y mucho
afán destructivo. Menos mal que los repudios por sus recurrentes
comparaciones con el nazismo ahora tienen un poco más de prensa. Mauricio
Macri, en cambio, fue un poco más errático y destinó sus principales dardos
hacia el, desde ahora, ministro de Economía. Lo del diputado Federico Pinedo, de tan penoso, da vergüenza citarlo.
El ex vicepresidente y dentro de poco diputado, Julio Cobos, manifestó su
esperanza de que CFK le dé al flamante Jefe de Gabinete “el poder que necesita ese cargo para que pueda trabajar con los
ministros en forma integrada y no desarticulada como ocurre hoy”. Un anhelo cargado de desinformación, como
acostumbra un personaje de su altura intelectual. Y con respecto a Juan
Carlos Fábrega, consideró que el Banco Central “va a recuperar su independencia y la función de estabilizar la moneda
y controlar la emisión monetaria”. Si el nuevo presidente intenta hacer
eso, no servirá para el cargo, algo
que nunca entenderá el radical mendocino. Porque profundizar este recorrido es
continuar con la idea de un
Estado-escudo ante la voracidad del mercado y dinamizador de la economía en
función de la equidad.
Simón, Simón, qué grande sos
Si algo hemos
aprendido en estos años es que el kirchnerismo es un movimiento cargado de
símbolos. Símbolos en el sentido
estricto del término, con significados profundos y no cáscaras vacías. En
los días previos a la reaparición de Cristina, se celebró el día de la
militancia, recuperada como valor, como
motor de la inclusión y no como un ascensor del acomodo. Más allá del hecho
que da origen a semejante festejo, todo sirve para inyectar entusiasmo. La
ajustada victoria de las elecciones legislativas necesitaba un acto de
multitudes para recuperar energía. Rosario y la CABA fueron los principales
escenarios, pero en muchos puntos del país los dirigentes buscaron contagiarse
de los dirigidos. Y viceversa.
La Corriente
Nacional de la Militancia –una expresión transversal de muchas agrupaciones de
base- se prepara para emprender el camino hacia el 2015, no con el apuro de los exponentes del establishment, sino para
garantizar la continuidad de esta década de transformaciones. El Secretario
Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, aseguró que el “compromiso es no ceder a las corporaciones,
pues con este rumbo tenemos futuro”. Una frase recorrió ambos encuentros: "más
predicadores y menos candidatos". Y aquí debemos detenernos con la crónica. Esta simple oración dice
mucho más de lo que parece, porque señala el lugar que debe seguir ocupando la
política: no es un asunto para expertos
sino patrimonio de todos los ciudadanos. La política pensada como
construcción colectiva y no como un accidente cíclico. Esto es lo nuevo que
trajo el kirchnerismo y es lo que hay que preservar y profundizar. Esto es lo
que temen los nostálgicos de los noventa; por eso tratan de convencernos de que
el kirchnerismo es lo viejo, porque
impide la restauración de lo que es verdaderamente viejo y tanto daño ha hecho.
Que pensar desde la derecha es más fácil,
nadie lo duda. El statu quo es más tentador que la aventura transformadora. Ese sentido común todavía está muy
arraigado pero, a pesar de los esfuerzos por permanecer, está perdiendo
terreno. Que con todo lo que han dicho, Cristina mantenga una imagen positiva
del 53 por ciento significa que un nuevo
pensar está creciendo. Por eso, en su primera aparición, juega con Simón,
sin dejar de ser Una Presidenta.
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