Miradas al Sur. Año 6. Edición número 285. Domingo 3 de Novimbre de 2013
Entrevista. Aldo Ferrer. Economista.
En diálogo con Miradas al Sur, el prestigioso economista se refirió al
actual modelo económico y sus futuros desafíos. Inflación, subsidios,
acuerdos con el Banco Mundial y propuestas de la oposición, fueron otras
de las cuestiones mencionadas durante la entrevista.
En diálogo con Miradas al Sur, este economista graduado por la UBA, que es además miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y ejerció como ministro de Economía durante las presidencias de Roberto Levingston y Alejandro Lanusse, afirmó que nuestro país se encuentra “bien rumbeado”, aunque debe hacer frente a “riesgo de desvíos”. Según detalló “el modelo que se inicia con los gobiernos de los Kirchner posee ejes conceptuales que son los correctos desde el punto de vista del desarrollo y de la situación actual del orden mundial. El tema, después, es la ejecución de la transformación, y en nuestro país existen riesgos de desvíos que amenazan los logros que se van teniendo”. Respecto de los mismos, Ferrer mencionó la necesidad de “ordenar el sector externo”, para lo cual, sostiene, es necesario disminuir la brecha entre el dólar oficial y paralelo, y racionalizar la situación de insuficiencia de dólares “administrando los que tenemos con mucho cuidado, y aumentando la oferta del comercio exterior”.
–¿Estos riesgos pueden conducir a una crisis profunda en el corto plazo?
–La economía está bajo control. Afortunadamente, estamos operando en una situación internacional donde las exportaciones argentinas están altas, y hay todavía un nivel de reservas interesante, por lo que existe una serie de condiciones favorables como para que este problema se resuelva y se pueda despejar del camino. Sólo señalo que hay una serie de elementos de administración que podrían mejorarse para poder lograr este equilibrio esencial de los pagos externos. Pero el país ha logrado una conquista fenomenal que es desendeudarse, lo cual es fundamental porque nadie nos viene a decir qué es lo que tenemos que hacer, ya no estamos subordinados al Fondo Monetario ni a lo que dicen los banqueros y acreedores, más allá de que nos queden temas pendientes heredados de la época neoliberal, como las cuestiones con los fondos buitre o los planteos del Ciadi. Pero lo interesante es que pese a esta hipoteca extraordinaria que el neoliberalismo nos dejó, pudimos recuperarnos, aunque es necesario consolidar esta soberanía para seguir avanzando.
–Debido a la gran cantidad de inversión extranjera, se ha definido al modelo económico kirchnerista como de “neodesarrollismo”, mientras que otros directamente lo denominan como de “posconvertibilidad”. ¿Qué definición conceptual le otorga usted?
–La de un proyecto nacional y popular. Que se encuentra en la misma línea que otros regímenes de América del Sur, como Brasil, Venezuela, Ecuador y Bolivia. Se trata de proyectos que enfatizan tres cuestiones clave, las cuales tienen que ver con priorizar la inclusión social con educación y capacitación, con afirmar la soberanía mediante una política que responda a los intereses nacionales, y con asignarle al Estado un papel protagónico en el impulso de esa transformación, aunque estrechamente asociado al sector privado, porque estos proyectos exitosos tienen lugar en economías de mercado. En este sentido, es necesario atender al gran déficit que tenemos en el comercio internacional de manufacturas de origen industrial, particularmente en sectores como el de autopartes, el electrónico y de bienes de capital.
–¿Cree que existe masa crítica para crear una burguesía nacional que pueda fabricar gran parte de lo que actualmente se importa en esos rubros?
–La formación de una clase industrial argentina ha sido muy difícil a causa de la inestabilidad política del país, que impidió desarrollar políticas industriales de largo plazo que permitieran acumular capital y tecnología en manos privadas. Las muy fuertes interrupciones del orden institucional, que a partir del golpe de Estado de 1976 consistieron en un ataque masivo contra la industria argentina, provocaron una gran destrucción de la capacidad industrial y la quiebra de muchas empresas. Esta política antiindustrial también tuvo lugar en la década del noventa, por lo que las condiciones necesarias como para que se conforme una burguesía industrial a largo plazo fueron inexistentes en la Argentina.
–Dentro de este cuadro, ¿evalúa que existen posibilidades de recrear una burguesía nacional sólida en el corto o mediano plazo?
–Creo que de hecho desde la salida de la crisis en 2002 hubo un cambio en las reglas del juego, y bajo las administraciones kirchneristas ha habido claramente políticas de recuperación de la industria, de defensa del mercado interno y de protección del empleo, lo que se evidencia en el importante aumento tanto de la producción como de la ocupación. Lo que todavía no se ha logrado es resolver las debilidades estructurales de la industria argentina, que está atrasada en algunos segmentos fundamentales y en la tecnología. La creación de una burguesía nacional que dinamice esta industria por supuesto que no se hace de la noche a la mañana, pero puede tener lugar en plazos históricos relativamente breves. Ésa fue de hecho la experiencia de un país como Corea, que hace cincuenta o sesenta años estaba incluso muchísimo más atrasado que Argentina, pero que logró, a partir de un proyecto nacional, convertirse en poco tiempo en una gran potencia industrial.
–Además del déficit industrial, otros nuevos que surgieron en los últimos dos años son el del turismo y el energético. ¿Cómo debería encarar el gobierno los mismos?
–El desequilibrio fundamental es en las manufacturas de origen industrial, porque es estructural. El de turismo y energía apareció en los últimos tiempos, este último como consecuencia del aumento de la demanda industrial y del estancamiento prolongado que hubo en la producción de hidrocarburos. Pero el déficit energético no es incompatible con el desarrollo, Corea y naciones industriales anteriores como Alemania operan con déficit energético, el cual pagan con tecnología y manufactura, mientras que nosotros lo pagamos con la soja.
–Frente a este escenario, hizo referencia también a la necesidad de ser cuidadosos con los gastos. ¿Por qué cree que el Gobierno sigue subsidiando a sectores por fuera de la clase baja o media baja?
–Creo que algunos subsidios están justificados, como el del transporte, que tiene el objetivo de favorecer a los sectores de menores ingresos. En otros sectores, como la energía, parte de los subsidios no va a los sectores vulnerables, sino que beneficia a grupos que podrían pagarlo. Y esto da lugar a un compromiso creciente de gastos que va comprometiendo parte del enorme poder financiero que tiene hoy el Estado Nacional. Las razones creo que tienen que ver, en parte, con un Estado que ha soportado la maldición neoliberal, que lo ha limitado en su capacidad instrumental, pero hay restricciones administrativas que deben superarse, porque si no los recursos se gastan en cuestiones que deberían tener otros destinos.
–Señala que la inflación actual es diferente a las anteriores. ¿Por qué razones?
–La inflación que tuvimos durante el siglo pasado, de récord mundial, obedecía en gran parte a los profundos desequilibrios de las finanzas públicas, de crisis de deudas y golpes de Estado. Es decir, la inflación era el síntoma de la crisis institucional, económica y política del país. Esas condiciones no se verifican hoy, el país está funcionando con instituciones sólidas, existe un razonable equilibrio en las finanzas públicas, y no hay un desequilibrio fundamental en los pagos internacionales, por lo que ninguna de las condiciones que caracterizaron la inflación en el pasado tienen lugar hoy en día. Éste es otro tipo de inflación, que defino básicamente como inercial, en una sociedad que se ha acostumbrado a vivir con ella, partiendo del supuesto de que los precios siempre suben.
–En relación con los recientes acuerdos con el Banco Mundial y las empresas litigantes en el Ciadi, o los que en su momento realizó YPF con Chevrón, ¿observa diferencias con los desarrollados durante la etapa neoliberal?
–Sí, yo diría que estos acuerdos forman parte de un proyecto nacional y popular, y que tienen como fin tratar de resolver la escasez de divisas. En el caso de la estrategia neoliberal, el principio básico del planteo es que la Argentina era un segmento del mercado mundial, cuyo desarrollo dependía esencialmente de las señales que provenían del mercado mundial, sobre todo financiero, y de las corporaciones transnacionales. Estas negociaciones sobre las que estamos hablando pueden ser más o menos exitosas, pero se encuentran en una dinámica que tiene otros objetivos. En el caso de la etapa neoliberal, fueron la esencia misma del programa de inserción periférica y subordinada de la Argentina al mercado mundial.
–¿Cree que igualmente existe el riesgo de un retorno al neoliberalismo?
–Creo que siempre existe. Nos ha pasado también en otros tiempos. Cuando un proyecto de carácter nacional y popular entra en desequilibrios profundos puede generar situaciones o tensiones muy severas, que abren la posibilidad para planteos de otras fuerzas de corte ortodoxo o neoliberal. Por eso es fundamental tener las variables económicas en orden y equilibrar los pagos internacionales a través de todos los instrumentos disponibles, de una manera integrada y orgánica.
Un economista que cita a Arturo Jauretche. El célebre ensayista y pensador argentino Arturo Jauretche afirmó alguna vez que en la ciencia económica “no hay nada misterioso ni inaccesible”, y que sólo aquellos economistas que buscaban ocultar el poder al cual servían intentaban generar esos misterios. Resulta entonces interesante un economista que, lejos de responder a esa definición de Jauretche, cite incluso a este pensador en sus discursos. Según Ferrer, “don Arturo Jauretche escribió el famoso libro El medio pelo en la sociedad argentina, en el que se refería a parte de la clase media, que pretende ser algo que no es, y por eso mismo muchas veces deja de ser un componente fundamental de las mayorías nacionales. En la clase media reside gran parte del talento argentino, ya que es depositaria de elementos muy valiosos en términos culturales, como la capacidad de gestión o la capacidad técnica para administrar el crecimiento, el desarrollo y la tecnología. Por eso, siendo que esta clase social es una bisagra entre las bases populares y las elites, es necesario que forme parte de un proyecto nacional. Creo que los sociólogos pueden explayarse mejor sobre su comportamiento, pero sucede que a veces la misma es encandilada por algunas iniciativas que provienen de las políticas neoliberales, como por ejemplo el fácil acceso al dólar, algo que ocurrió en tiempos de la dictadura y de la década del ’90, lo cual la hizo fascinarse con la posibilidad de viajar o de importar tecnología, en un contexto que se definió muy bien cómo de “populismo neoliberal”. Pero fueron justamente estas políticas las que terminaron demoliendo la industria y el empleo, con lo que la clase media quedó como un segmento social muy volátil en sus preferencias, donde por un lado está identificada con los intereses nacionales y por el otro puede ser encandilada por algunos proyectos que lo socaban.
“Especializarse en ventajas comparativas es perpetuar el subdesarrollo.” Gran parte de las propuestas opositoras tienen que ver con volcar el grueso de los recursos públicos productivos hacia la especialización en nuestras ventajas comparativas, es decir, darle un lugar central a la agroindustria. Según señala Ferrer, estas propuestas “tienen que ver con la visión tradicional, pero es necesario que exista una ruptura con las ventajas estáticas de los recursos naturales, o con las ventajas dadas como los bajos salarios, tal como sucedió en Oriente. Cuando los países se especializan en esas ventajas perpetúan su subdesarrollo, porque el desarrollo consiste básicamente en incorporar la ciencia y la tecnología. Entonces, si no se generan las llamadas ventajas comparativas dinámicas, que surgen de la ciencia, la tecnología y la transformación, nunca se sale del atraso, y los que piensan que Argentina puede crecer siendo nuevamente un simple proveedor de alimentos y materias primas, están ratificando un sistema que ya no tiene futuro. Desde luego que el desarrollo de toda la cadena agroindustrial es fundamental, porque el país tiene ahí un potencial formidable, pero con todo el desarrollo que allí se puede generar no se logra ocupar más que un tercio de la fuerza de trabajo. Por eso, si no tenemos una gran base industrial, nos sobra la mitad de la población, y viviríamos en un mundo de alto desempleo, de desigualdad, y de conflicto social, que sería negativo para todos, incluso para el sector agrario.
Publicado en:
http://sur.infonews.com/notas/este-es-un-modelo-nacional-y-popular
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