por ALFREDO SERRANO
Los cambios políticos en Venezuela
han permitido nuevas condiciones sociales inclusivas acompañadas de un aumento
sostenido del consumo para las mayorías excluidas
El PIB se ha triplicado. La balanza de pagos refleja un
elevado superávit comercial. El gasto social real per cápita también se ha
multiplicado por tres. Los ingresos públicos se han elevado exponencialmente.
El ingreso promedio anual real (ajustado por la inflación) ha crecido. El
salario real mínimo progresa adecuadamente. Se ha avanzado notablemente en
materia de inclusión para alfabetización, educación inicial, primaria, secundaria
y universitaria. Tiene premio por ser el país que más avanzó en la lucha contra
el hambre. Se han creado más de 4 millones de puestos de trabajo y el desempleo
se redujo a la mitad. Tiene el mayor apoyo de los ciudadanos a su democracia.
La desigualdad se ha reducido y la pobreza también. La deuda pública en
relación al PIB decrece. Todos estos no son datos del chavismo, sino que son
cifras oficiales sobre Venezuela de fuentes tales como CEPAL, FAO, PNUD, OIT,
UNESCO y Latinobarómetro.
Esa radiografía económica-política-social nunca jamás
podría ser designada como precipicio, catástrofe, apocalipsis o hecatombe. Sólo
atrevidos, y amantes de las profecías autocumplidas, como el Consejo Nacional
del Comercio y los Servicios (Consecomercio) y la Cámara Venezolano
Americana de Comercio e Industria (VenAmCham), buena parte de la prensa
dominante o la oposición política y económica nacional e internacional, pueden
afirmar tal desacertado diagnóstico.
¿Venezuela tiene problemas económicos? Sí, claro, como todas
las economías de este mundo complejo. Venezuela no es la excepción. No
obstante, la diferencia reside en que estas dificultades estructurales son
propias de una acelerada transformación económica democratizadora. En otras
palabras, los cambios políticos en Venezuela han permitido nuevas condiciones
sociales inclusivas acompañadas de un aumento sostenido del consumo para las
mayorías excluidas. Esta metamorfosis socialista a favor del pueblo exige -si
se desea que sea duradera- de modificaciones necesarias en la economía real. Se
ha culminado exitosamente una primera etapa que requiere ahora de la siguiente
para que haya un tránsito virtuoso hacia más socialismo y para que se llegue a
un punto económico y político de no retorno a las décadas perdidas del neoliberalismo.
En esta primera década ganada del chavismo, el capitalismo
especulativo se aprovechó en Venezuela, por un lado, de la gran mejora del
poder adquisitivo y de una amplia satisfacción de las necesidades básicas
(educación, salud, vivienda), gracias a las exitosas políticas públicas, y, por
otro lado, de una deficitaria capacidad productiva interna e ineficiencias
institucionales en el control y gestión de otras políticas económicas. Este
contexto social y económico, unido a la gran derrota electoral de Capriles en
octubre de 2012, aceleró una reacción opositora centrada en la guerra económica
como única arma para tumbar a cualquier precio el chavismo. A modo de golpe
económico en cámara lenta, desde ese momento, el dólar paralelo se ha multiplicado
por cinco, la inflación se ha disparado y los índices de desabastecimiento
siguen creciendo. Todo esto no se debe solamente a este comportamiento de
capitalismo buitre; algo de responsabilidad también hay en las filas chavistas.
Sin embargo, decir todo lo contrario también sería un gran despropósito
analítico. Toca ser un poco riguroso sobre todo esto.
En cuanto a la conformación de precios, el comportamiento
es bien extraño: el año pasado, con un crecimiento del PIB elevadísimo (más del
5%), con alta demanda interna, el índice de precios al consumidor fue de 20,1%.
¿Cómo explicar en lógica económica que la desorbitada subida de precios sea
justamente a partir de noviembre del año pasado cuando el crecimiento no es tan
alto? Con el dólar ilegal sucede algo similar: pasa de estar a 11 (frente al
4,3 oficial) cuando gana Chávez las elecciones a más de 50 en la actualidad
(frente al vigente 6,3). Esta práctica forzosa especulativa es justamente la
que permite justificar la subida de precios: la burguesía importadora compra
afuera con un buen porcentaje de dólares oficiales (a 6,3), y, en cambio, vende
adentro como si todo les hubiese costado a valor de dólar paralelo. Dicho de
otro modo, usan la economía real para hacer negocios especulativos en los que
siempre ganan los mismos a costa de la pérdida de los de siempre.
Esto, sin embargo, no debe eclipsar los fallos en la
política de control y gestión de asignación de divisas para importaciones de
bienes necesarios, o la incapacidad productiva para construir una vigorosa
oferta interna acorde a la creciente demanda interna. Por todo ello, la
propuesta de paz económica del presidente Maduro, a partir de la autocrítica,
de nuevo asumiendo errores -hablando hasta de agotamiento de una primera
etapa-, se concentra en una propuesta integral a favor de la economía real, que
satisfaga: a) en lo coyuntural, afrontar al capitalismo especulativo, y b) en
lo estructural, consolidar una base económica y productiva que permita
sosteniblemente acompañar materialmente las políticas sociales. Ese es el nuevo
orden económico interno propuesto para forjar la transición hacia el socialismo
bolivariano, que deje de obsesionarse por medidas nominales (por ejemplo, la
fallida devaluación de hace meses), y se centre en acciones estratégicas de
índole real, como las mencionada en la propuesta del presidente: 1) regular
eficientemente las importaciones mediante un Centro Nacional de Comercio
Exterior que eviten prácticas especulativas, 2) una política de control para la
conformación de precios justos, 3) creación de un presupuesto nacional en
dólares acorde con las exigencias reales de un Estado que exporta petróleo en
divisas e importa -según necesidades- en esa misma moneda, 4) un mercado
financiero que premie el ahorro interno en bolívares y que logre repatriar
capitales del exterior, 5) hacer más virtuoso los canales de distribución del
comercio, centrándose en la mejora de los sistemas de transportes en el país, y
6) procurar una política productiva ambiciosa que eleve la oferta venezolana
real para satisfacer la demanda actual. De hecho, ese sexto punto, es sin duda
el más importante de todos, que permitiría más soberanía, más independencia, y
más paz económica.
Todo ello constituye una estrategia integral en base a
acciones de economía real que requerirán de una nueva arquitectura
institucional pública, con más y mejor gestión, con eficiencia socialista tanto
en la distribución de los recursos como en la generación de los mismos. El
socialismo boliviariano, en Venezuela, de nuevo, con esta propuesta, se impone
a sí mismo su próximo desafío para evitar caer en la trampa económica del
capitalismo. Chávez seguramente estaría orgulloso de esta nueva etapa porque,
una vez más, el chavismo se revitaliza a partir de repensarse a sí mismo, procurando
que siga construyéndose la revolución dentro de esta revolución.
* Alfredo Serrano (@alfreserramanci) es
Doctor en Economía.
Publicado en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario