Durante la mayor parte de la época
colonial, el territorio hispanoamericano se dividió en dos grandes Virreinatos:
México al norte y Perú al sur. La desmembración de estas dos unidades políticas
en nuevos virreinatos y capitanías generales fue un proceso que se produjo en
el siglo XVIII, pocas décadas antes de la independencia, por lo que estas
entidades políticas no llegaron a desarrollar una identidad definida. Por eso
los latinoamericanos, en 1810, se identificaban con su condición de españoles
americanos y con la ciudad o comarca en la que vivían. En esa época, un
habitante de la ciudad de Tucumán podía sentir la misma afinidad por el poblador
de Buenos Aires que la que sentía por el de Lima, México o Caracas. Las
actuales “nacionalidades” no existían, y cuando el término que hoy las designa se usaba se lo hacía
con otro sentido –“argentino” significó, en las primeras décadas del siglo XIX,
porteño, habitante de Buenos Aires-.
Fue justamente esta inexistencia de los
actuales sentimientos nacionales lo que favoreció la profunda interrelación
entre todos los procesos de independencia. Los latinoamericanos lucharon contra
el absolutismo borbónico allí donde los sorprendió el proceso revolucionario:
el tucumano Bernardo de Monteagudo fue
una figura importante de las rebeliones altoperuanas de Chuquisaca y La Paz, en 1809,para años más
tarde ser un consejero clave tanto de San Martin como de Bolívar; el porteño Manuel
Dorrego fue una nada despreciable figura
de segunda línea en el alzamiento chileno de 1810; el arequipeño Ignacio Álvarez Thomas sería
Director Supremo del Río de la
Plata; y el correntino
José de San Martin fue el primer “Protector del Perú”. La independencia fue un
proceso “continental”, y todos sus grandes líderes (Miranda y Bolívar, San Martin
y Belgrano, Artigas y Moreno) soñaron con una América latina unida.
Los soldados venezolanos regaron con su
sangre y abonaron con sus cuerpos las tierras de Colombia, Panamá, Perú,
Ecuador y Bolivia. Los argentinos hicieron lo mismo con las de Uruguay, Chile,
Bolivia, Paraguay y Perú.
La “Gran Colombia” bolivariana, el Reino
Neoincaico con el que soñaron Belgrano y San Martín, y el frustrado Congreso de
Panamá fueron intentos de evitar la balcanización del continente, tan
conveniente para los poderes mundiales como negativa para nuestros pueblos. Las
actuales naciones, pequeñas y divididas, no son el producto del triunfo del
proceso de independencia, sino de su fracaso.
Incluso los argentinos, a los que siempre
nos resultó tan cómodo mirar hacia Europa y dar la espalda al continente del
que somos parte, tenemos la unidad latinoamericana en nuestro ADN. Basta con
analizar el acta de la declaración de independencia signada en San Miguel de
Tucumán el 9 de julio de 1816 para ver que dice negro sobre blanco “Provincias
Unidas en América del Sud”… no existe un
acta de la independencia de “Argentina”.
Y si no nos basta con esto, podemos leer la letra original del Himno Nacional Argentino escrito en
1812 por Vicente López y Planes, donde se afirma con absoluta claridad:
"Se conmueven del Inca las tumbas,y en sus huesos revive el ardor,lo que ve renovando a sus hijosde la Patria el antiguo esplendor.[…]¿No los veis sobre México y Quitoarrojarse con saña tenazy cuál lloran, bañados en sangre,Potosí, Cochabamba y La Paz?¿No los veis sobre el triste Caracasluto y llanto y muerte esparcir?¿No los veis devorando cual fierastodo pueblo que logran rendir?[…]Desde un polo hasta el otro resuenade la fama el sonoro clarín,y de América el nombre enseñadoles repite: "¡Mortales, oíd!:ya su trono dignísimo abrieronlas Provincias Unidas del Sud".Y los libres del mundo responden:"Al gran pueblo argentino, ¡salud!"
Este no es evidentemente el himno nacional
de un paisito construido de espaldas a América Latina como cabeza de puente
europea en territorio extraño; es la canción patriótica de un continente
sublevado, la marcha de un pueblo que es consciente de que su lucha se enmarca
en un conflicto mayor que engloba a toda la Patria Grande.
Este primer proceso de independencia
latinoamericano no terminó del todo bien. Los intentos de organización
continental fracasaron. Los planes balcanizadores de los poderes imperiales
tuvieron mucho éxito, y la antigua América española se dividió y subdividió en
una multiplicidad de países independientes, la mayoría de los cuales son
demasiado pequeños como para tener un peso propio en el concierto de la
naciones. Países que primero se incorporaron económicamente al Imperio
Británico como proveedores de materias primas, y luego pasaron al control del
naciente Imperio norteamericano, como vapuleados integrantes del “Patio
Trasero”.
Muchos han sido los líderes
latinoamericanos que en el siglo XX han intentado levantar las banderas del
latinoamericanismo, ya que si un pueblo de nuestro continente quiere alcanzar,
como dijera el general Juan Domingo Perón, la justicia social, la independencia
económica y la soberanía política sólo
podrá hacerlo en un marco más amplio que el meramente “nacional”. A esto
seguramente se refería el mismo General Perón cuando decía que el año 2000 nos encontraría “unidos o
dominados”.
Seguramente estas ideas estaban en la mente
de los líderes latinoamericanos en aquel noviembre de 2005 cuando, conducidos por
Néstor Carlos Kirchner, Hugo Rafael Chávez Frías y Luis Inacio “Lula” Da Silva,
le dijeron que no al ALCA, y dieron comienzo al segundo proceso de
independencia latinoamericano. En Mar del Plata, con su prodigiosa capacidad
para titular, Hugo de América lo resumiría con su famoso: “El ALCA al carajo”.
Así daba comienzo la “rebelión del Patio Trasero” que, pasados ocho años,
habiendo fallecido dos de sus impulsores y pese a haber logrado organizar
exitosamente el Imperio la “Alianza del Pacífico”, aún no han logrado dominar.
Pese a estos logros, como siempre sucede en
estas etapas, los éxitos globales sólo pueden ser construidos superando
desafíos individuales. Dejar de mirarse el ombligo y comenzar a pensar en
términos continentales no es un proceso fácil, como tampoco lo es concientizar
que cada elección, cada logro o dificultad, en cada país, pone en riesgo o
fortalece la construcción de ésta “nueva y gloriosa nación”.
En la primera independencia era posible que
un argentino gobernara Perú, y que un peruano gobernara Argentina (nos
referimos a San Martín y Álvarez Thomas). Debemos recuperar ese espíritu. Ese
es el principal legado de Bolívar, Miranda y San Martín, de Perón, Chávez y
Kirchner. Nunca más debemos mirar como
“extranjero” a otro compatriota de la “Patria Grande”. Es un compromiso que
cada uno de nosotros debe asumir.
La Patria de los
latinoamericanos será Grande, o no será nada.
3 comentarios:
La frase de Chavez inolvidable y las "Palabras de Néstor"a Bush CONTUNDENTES e IMBORRABLES !!! Por eso creo,que Néstor empezó a trabajar por un "País Serio",para poder luchar por la Patria Grande...
Gracias por comentar Ale... es duro que nadie comente...
Y si... ese trío hizo una de esas cosas que luego se usan en las periodizaciones para marcar el fin de una cosa y el comienzo de la siguiente. ¡Esos 3 locos pusieron a Mar del Plata en la historia!
Publicar un comentario