Modelos de país, soberanía económica y conflicto
Lo cierto es que sin miedo ni odio, el mensaje de una Argentina al borde de su destrucción no cabría en cabeza de nadie.
Federico Bernal
El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza." Una de las tantas frases magistrales del autor del Manual de Zonceras Argentinas. Pero sucede que entristecer al pueblo argentino se ha tornado una misión harto complicada para no decir imposible. El país real es fuente constante de alegría. Se explica así que desde la irrefutable y masiva muestra de felicidad popular durante las celebraciones del Bicentenario, el aparato superestructural de la dependencia, el atraso y la exclusión haya mudado de estrategia. De entristecer a la sociedad pasó a provocarle odio por vía de la inoculación de un estado de zozobra permanente. Pero no vaya a creerse que es esta una práctica novedosa del mitrismo contemporáneo. Desde el diario El Nacional y de cara a las cruciales elecciones de 1857, Sarmiento contribuía al triunfo del unitarismo con una campaña de terrorismo verbal sin precedentes. Urquiza interceptó una carta del "Padre del aula" a un amigo sanjuanino en la que desnudaba el objetivo de su campaña periodística: "Nuestra base de operaciones ha sido la audacia y el terror, que empleados hábilmente han dado este resultado admirable e inesperado... algunas bandas de soldados armados recorrían de noche las calles de la ciudad, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros [afines a la unidad argentina en el seno de la Confederación]... En fin, fue tal el terror que sembramos en toda esta gente, con estos y otros medios, que el día 29 triunfamos sin oposición." Y así, desbocado como siempre, cerraba la carta el entonces Jefe del Departamento de Escuelas de aquella Buenos Aires violenta, separatista y librecambista: "El miedo es como una enfermedad endémica en este pueblo; esta es la gran palanca con la que siempre se gobernará a los porteños; manejada hábilmente, producirá infaliblemente los mejores resultados." ¿No le recuerda al lector los actos vandálicos (saqueos) de diciembre y enero pasados, armados por la reacción para infundir pánico entre la población? Práctica histórica de la reacción esta de mentir e inocular miedo, odio y violencia a la sociedad; la de engendrar rivalidades y enemigos inexistentes. No de otra manera han reclutado y siguen reclutando para su nefasta causa. La respuesta de la democracia y el país para los 40 millones debe ser tan genuina como revolucionaria.
DESENDEUDAMIENTO, CON CABEZA PROPIA.
El riesgo país está por las
nubes, el Índice de Libertad Económica de la Argentina más allá de la
estratósfera. Ni qué hablar del Índice de Libertad de Prensa y del grado de
aislamiento. Los indicadores del terrorismo financiero internacional,
elaborados por quienes exigían en 2002 que nuestra economía y finanzas sean
manejadas desde Washington, son altamente desfavorables al modelo de desarrollo
vigente. El medio pelo repite como lorito la mala calificación, ahora
exacerbada por los parámetros del dólar "blue" y del índice inflacionario
de la Sra. Graciela
Bevacqua, avalado por expertos radicales genios en desbaratar procesos
inflacionarios, tal como la historia fiel nos enseña. La semicolonia y sus
parámetros de bienestar. Mientras tanto, los indicadores de empleo, producción,
educación, salud, mortalidad infantil, industrialización, justicia social,
etc., brillan por su ausencia. Igual con el repunte del comercio exterior hacia
la región y en sentido Sur-Sur. Igual omisión con los indicadores de deuda,
esta última y desde el primer empréstito en 1813, bicentenaria causa primigenia
de nuestra pérdida de independencia económica. Repasemos brevemente la
evolución y el estado del porcentaje de endeudamiento en relación al PBI. En
2002, la deuda equivalía a un 166,5% del producto bruto. A fines de 2012, un
41,5 por ciento. Por su parte, la reducción del endeudamiento público con el
sector privado sigue avanzando. Se estima que a diciembre de 2002 el stock de
deuda con privados era un 127% del PBI. Hoy por hoy ronda el 13% (con una caída
de 0,5 puntos porcentuales respecto de 2011), siendo específicamente la deuda
con los Organismos Multilaterales y Bilaterales (Banco Mundial, Banco
Interamericano de Desarrollo, Corporación Andina de Fomento, Club de París,
etc.) apenas un 5,7% del PIB. Seguimos. También en 2002, la deuda con privados
en moneda extranjera representaba un 96% del PIB. Diez años después, del 96% se
pasó al 9,4 por ciento. Ahora preguntamos: ¿A qué ciudadano podría interesarle
la soberanía económica si no se plantea el asunto desde la puja bicentenaria
entre modelos, explicando paralelamente cuál de ellos debería apoyar y por qué?
No abordar la deuda externa desde la cuestión nacional quita trascendencia y
mérito al inédito y exitoso proceso de desendeudamiento iniciado en 2005. Si
los indicadores de deuda de 2002 justificaban la propuesta de Dornbusch, los de
2012 justifican un país que aún no pudo ser explicado. Podríamos decir
entonces: "Sr. ciudadano, qué prefiere Ud. ¿que la economía de su casa se
la maneje el vecino o usted mismo?" Para que la economía nacional sea
potestad del Estado argentino es indispensable desendeudarse tal y como se
viene haciendo. Deuda externa pagamos desde 1813. Y sepa, Sr. ciudadano, que
los argentinos y argentinas debemos a la fecha, consecuencia de gobiernos reaccionarios
("democráticos" e inconstitucionales), consecuencia de las políticas
y los partidos políticos de la oposición, cerca de 182 mil millones de dólares.
De ese monto, menos del 50% vence entre 2013 y 2019. El restante 47% vence
entre 2019 y 2089. ¿A la semicolonia qué puede importarle pagar eternamente si
eso engarza perfectamente con su rol de satélite y su economía primarizada?
RENTA AGRARIA Y FEDERALISMO, CON CABEZA PROPIA.
La aludida gacetilla explica también que en
2012 y respecto del año pasado, "el gasto primario creció 34,4% impulsado
por la inversión pública, que busca contrarrestar un contexto económico y
financiero internacional desfavorable. [...] La Inversión Real
Directa registró un incremento de 26,5% mientras que las transferencias de
capital aumentaron 71,8% impulsadas por las transferencias de capital a las
provincias". A propósito, destaca el rol estratégico del Fondo Federal
Solidario (FFS), el cual lleva acumulados desde su creación en 2009 unos 7099
millones de pesos. ¿Qué es el FFS? Nada más ni nada menos que la federalización
de la soja vía retención a las exportaciones y su redistribución a todas las
provincias, cultiven o no la oleaginosa, con la expresa finalidad de destinarse
al financiamiento de obras de infraestructura económica y social en provincias
y municipios. Herramienta y ejemplo superlativo para explicar la necesidad no
sólo de estatizar por completo la renta agraria (y el por qué tal decisión
debería ser apoyada por las clases populares) sino también de remplazar la
provincialización por el federalismo de masas. Por un FFS pero que
redistribuyera la renta de la
Aduana entre todas las provincias lucharon y se alzaron los
caudillos del siglo XIX contra el unitarismo de Rivadavia y Mitre. Volvemos a
nuestro interlocutor imaginario: "Sr. ciudadano, suponga que cerca de dos
tercios de los ingresos generados por su municipio van a dos o tres mansiones
del barrio. ¿No estaría Ud. de acuerdo que esos ingresos sean redistribuidos
entre todos sus habitantes, para que todos sin excepción tengan la posibilidad
de mejorar su calidad de vida?" Es la recuperación pública de la renta
agraria la única capaz de garantizar en el mediano y largo plazo la
modernización económica, la industrialización, el pleno empleo y una vida digna
para la ciudadanía toda. Cada uno a su turno, los países hoy industrializados
debieron volcar la renta agraria mangueras adentro, removiéndola de unas pocas
manos en beneficio de la mayoría. No podemos seguir siendo eternos
proveedores/exportadores de materias primas. La renta agraria, calculada en más
de 30 mil millones de dólares anuales, principal proveedor de divisas y
generador de recursos fiscales, es aún acaparada en su casi totalidad por un
puñado de herederos contemporáneos de la República de Buenos Aires y sus socios foráneos.
125 mil millones de dólares generó el complejo sojero entre 2006 y 2012. No
puede decirse que el reparto entre empresariado y proletariado esté llegando al
límite con semejante excedente fuera del circuito redistribuidor.
ECONOMÍA Y CUESTIÓN NACIONAL.
Como decíamos al comienzo, años de bombardeo
mediático destinado a atemorizar e implantar el odio en la sociedad argentina
cosecharon sus frutos: buena parte de la opinión pública vive aterrada. Y como
del terror al odio hay una brecha insignificante, el odio comienza a desbordar.
La copiosa incitación a la revuelta civil por parte del Grupo Clarín y La Nación, así como la
justificación opositora de los actos de violencia contra funcionarios
gubernamentales inoculan la idea del "vale todo" y "sálvese
quien pueda" contra la dictadura populista. Nada nuevo en la viña del
mitrismo. Pero lo cierto es que sin miedo ni odio, el mensaje de una Argentina
al borde de su destrucción no cabría en cabeza de nadie, y el típico argumento
reclutador: "Ud. ciudadano, ¿se pondrá de pie contra el totalitarismo o
será testigo impávido de su fin y el de sus seres queridos?" caería en
saco roto. Sin miedo ni odio, no habría base social capaz de votar y aceptar el
programa de la semicolonia. En suma, centrar la discusión desde la inconclusa
puja entre modelos legitima las diferencias entre lo que proponen los medios de
la semicolonia y lo que decide hacer la presidenta. Legitima un programa
económico soberano, popular, industrialista y socialmente justo. Legitima una
nueva Constitución, la Ley
de Medios, la democratización del Poder Judicial y la estatización de más renta
agraria. Legitima el conflicto, reduce el temor y neutraliza el odio,
fomentando la tolerancia, la madurez y la pacificación de la sociedad toda.
Fusiona el sentido común con el sentido nacional y viceversa. Nacionaliza la
clase media y desarticula el sindicalismo reaccionario y oportunista, atado a
un país de servicios y a una economía atrasada. Unifica a los argentinos y
profundiza el camino iniciado en 2003, trunco desde la contrarrevolución
fusiladora.
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