El triunfo de Rafael Correa en Ecuador confirma el rumbo común de
varios países de la región y fortalece este proceso que busca desterrar el
neoliberalismo para siempre. También
muestra quiénes son los adversarios que aspiran a convertirse en enemigos.
Enemigos porque, lejos de proponer un camino diferente para construir un país
mejor, conspiran para aplicar un
programa económico que dejaría en la exclusión a gran parte de los ciudadanos.
Enemigos porque insisten en anteponer sus mezquinos intereses a cualquier
objetivo comunitario, sobre todo aquél
que apunta a convertir la exclusión en una sombra del pasado.
Confabulaciones, mentiras, amenazas y demás estratagemas conducentes a producir
algún sacudón en la escena política para obligar a los mandatarios a que
obedezcan sus órdenes. Eso es lo que
Ellos llaman consenso. Los
carroñeros vernáculos atacan desde distintos flancos, con la ilusión de
acorralar al Gobierno Nacional y comenzar a debilitarlo. Lejos de proponer una
manera para mejorar las cosas, buscan empeorarlas, porque de los escenarios agitados es de donde obtienen mayores
ganancias. Ya están tan en evidencia que no significa un desafío denunciar
sus inmundicias. Eso sí: resulta muy divertido, aunque un poco doloroso.
El Presidente ecuatoriano
arrasó en los comicios del domingo y no sólo obtuvo una nueva reelección, sino
también dio cátedra. Con casi el 57 por ciento de los votos, dedicó el triunfo
a los seguidores de la “patria chica” ecuatoriana
y la “patria grande” americana.
Guillermo Lasso, el banquero que se convirtió en opositor, quedó lejos con el
25 por ciento de los sufragios. En su
discurso de aceptación de la derrota, Lasso
prometió a quienes no lo votaron que “seguirá
respetándolos”. Menos mal,
todos tranquilos. “A esta revolución no la para
nadie –señaló
Correa- Estamos construyendo la patria
chica, Ecuador, y la patria grande, nuestra América. Esta victoria es de
ustedes, ¡que viva la patria!”.
La conferencia de prensa que
brindó después de los comicios se convirtió en un compendio de los motivos de
la victoria. “Aquí ya no mandan la
partidocracia, ni la bancocracia, ni los medios de comunicación, ni el Fondo
Monetario Internacional”, anunció varias veces, desatando el entusiasmo del
público. Para Correa, el desafío para
los próximos años será “hacer
irreversible el cambio” en la lucha contra la pobreza. Y aquí viene lo
más contundente. Cuando le preguntaron si tendería puentes hacia la oposición,
el Mandatario explicó que no hablaría con una dirigencia “impresentable”, como Lucio Gutiérrez y Álvaro Noboa. “¿Qué
se puede debatir con ellos? Son los demagogos, los que no presentaron ninguna
propuesta y han sido los grandes derrotados”, afirmó.
Pero no han sido los únicos. “Otras
de las grandes derrotadas es la prensa mercantilista, que conspiró y
desinformó”, especificó Correa. Y, por las dudas, explicó: “una
de las cosas que hay que arreglar es una prensa que quiere juzgar, y no lo
vamos a permitir. Con la prensa honesta no tenemos ningún problema. Vamos a
luchar por una ley de Comunicación que logre aprobar la asamblea”. Una endemia peligrosa en la región, la de
la prensa independiente. Independiente de toda construcción
colectiva, solidaridad o sentido de futuro. Sólo dependiente de intereses
destructivos, de angurria insaciable y que destilan veneno, angustia, desánimo
a través de sus titulares malintencionados.
Aunque no utilizó esos
términos, la prensa canalla y la
oposición impresentable son los enemigos de cualquier patria. Denunciarlos
no es perseguirlos, sino crear conciencia. Señalarlos es dejarlos solos con sus
aliados y seguidores, para que no se
mezclen con los buenos ciudadanos. Y lo importante: dejar en claro cuáles
son las estrategias oscuras a las que apelan para provocar el caos, no porque
sean los genios del mal que suelen verse en los comics, sino seres de carne y hueso –es un decir- que sólo piensan en desbordar
sus arcas, a costa de empobrecer al resto.
En estas tierras, el acuerdo celebrado entre el Secretario de Comercio
Interior, Guillermo Moreno y diferentes asociaciones de comercios minoristas ha
sido denostado desde sus primeros pasos. Como visionarios esclarecidos que no
son, anuncian el fracaso de esas medidas que intentan controlar la inexplicable
inflación que se produce mes a mes. Una
primera observación: si un acuerdo fracasa es porque una de las partes no
cumplió. Algo que no dicen, porque para ellos la inflación es una especie
de flagelo disparado por inasibles dioses
y no producto de la avaricia de los que
no tienen límites al incrementar sus ganancias. En lugar de celebrar un
acontecimiento que busca aliviar una situación, apuestan a generar miedo y desconfianza en la población, no como
advertencia, sino convocando a nuestros peores fantasmas.
Como refuerzo de todo esto,
despliegan nefastas estrategias para que, en el futuro todo se vaya por la
alcantarilla. Las amenazas de los estancieros constituyen una primera pata. Sin
el poder de convocatoria infausta de 2008, ahora
tratan de amedrentar al Ejecutivo negándose a comercializar los granos y
sumarse a cualquier protesta que se produzca por ahí. El diputado Facundo
Moyano, que ostenta algo más de coherencia en la familia, aunque no para hacer
derroche, les echó insecticida. Claro,
ellos no tienen nada que hacer junto con los trabajadores, a los que explotan
con vileza en sus campos.
Lo que más irrita son sus
constantes lloriqueos. A pesar de que, de acuerdo a sus propios informes, durante 2012 pudieron invertir un 27 por
ciento más que en 2011, alcanzando la suma de 236 millones de pesos. Para
los productores sojeros, la rentabilidad bruta de los propietarios de la zona
núcleo se ubica entre el 130 y el 200
por ciento y los arrendatarios ronda el 50 por ciento. En una zona no
núcleo como Santiago del Estero, la ganancia se sitúa en 48 por ciento para los
propietarios y un 30 para los arrendatarios. Tanto lloran que ahora amenazan. “Hay que ir a un cese de comercialización de lo que más
se siente en este país, que es la soja –prepoteó Eduardo Buzzi- Desde el momento en que haya decenas de
barcos parados en el Río de la
Plata porque no pueden venir a cargar soja, ahí van a tener que convocar y venir a
discutir de otra manera”.
Desde Coninagro, Carlos Garetto se diferenció de los demás integrantes de
esa mesa desenlazada. “En la gran escala,
la producción de soja sigue siendo rentable –explicó- debido a que los precios
internacionales compensan los costos y ofrecen mayor seguridad de cosecha”.
Para el titular de esa entidad rural la propuesta de no comercializar “es insostenible en el tiempo, porque los
compromisos fiscales, financieros y comerciales por los compromisos que tienen
que cumplir los productores” que no tienen “tanta espalda” como los que impulsan la medida. Por supuesto, el objetivo de la movida de los estancieros
es generar algún impacto financiero que reste algunos votos al Gobierno
Nacional.
La opereta de los Moyano en
Maxiconsumo se encuadra en estos intentos. Esgrimir la cifra salarial para
succionar trabajadores, aunque no
cumplan tareas propias de transporte, resulta incomprensible. Pero la
escena más patética de esta pantomima es que sea el macrismo, de la mano de la Subsecretaría de
Trabajo porteña, que nada tiene que ver en un conflicto de alcance nacional, el
que ponga paños fríos. Tan armado que
más que drama, parece parodia. El episodio se presenta como una injusticia más del Gobierno Nacional, a
tal punto de llamar traidor al
Ministro de Trabajo, Carlos Tomada, uno de los más comprometidos de la
historia. Y lo peor, la intención de
mostrar al Jefe de Gobierno como el gran solucionador. Una película tan
absurda que tiene como objeto conducir al fracaso todo acuerdo en la
comercialización de productos básicos.
Pero sólo los prejuiciosos y desinformados
creen en esta historieta. Sólo los
manipulados llegan a conclusiones adversas. Cada paso que dan los deja en
evidencia. Conspiradores que merecen la soledad de los villanos. Y el fracaso
también pues, de triunfar, este
colectivo que tanto costó alcanzar padecerá las consecuencias de semejante
distracción, como ha ocurrido tantas veces. El triunfo de Ellos será el
fracaso de todos. No merecemos volver a probar semejante veneno, porque nos cuesta mucha sobreponernos de
sus efectos. Y no vale la pena siquiera probarlo.
Publicado en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario