El mundo de la ortodoxia económica se incomoda cuando se mencionan ciertos parecidos del ciclo de deterioro de las economías europeas con el proceso que precipitó la gran debacle argentina de 2001. Si aceptaran la existencia de rasgos similares tendrían que admitir la inconsistencia de sus análisis, estimaciones y propuestas, pasadas y presentes. Por ese motivo, disimulan las políticas que profundizan la caída de la Eurozona, que son el compendio de un ajuste fiscal recesivo, para poder mantener en pie su propia prédica en el espacio público local. Prefieren eludir detalles de la delicada situación europea porque la estrategia antiinflacionaria obsesiva del Banco Central Europeo y la inflexibilidad fiscal alemana es lo mismo que ponderaban en los noventa, con resultados sabidos, y que con adaptaciones discursivas proponen ahora para la economía argentina. Por eso les genera excitación la palabra “ajuste”, reiterada con entusiasmo ante cualquier medida vinculada a la economía, tanto por lo que se hace como por lo que debería hacerse. Es notable semejante devoción para convocar de ese modo a la crisis. Van transitando el escenario económico como pastores electrónicos captando interlocutores variados, que repiten sus frases y pronósticos como verdades irrebatibles pese a que desde hace años la realidad no se ha acomodado a sus deseos.
Todo lo relacionan a la necesidad de un “ajuste” porque están convencidos de que puede haber un modelo en equilibrio, que da cuenta de su existencia sólo en el mundo académico de papers y libros teóricos. Como en realidad la economía se mueve en desequilibrios permanentes por la intervención de fuerzas sociales y políticas, el ajuste pasa a ser inherente a lo que consideran una gestión “profesional” de la economía. Como esa concepción es propia de la corriente de pensamiento neoclásico, conocida como neoliberal en forma masiva, el principio básico del ajuste recae siempre sobre los sectores más vulnerables de la sociedad. Es recomendable entonces la prudencia cuando se hace referencia a modelos y ajuste por parte de la heterodoxia.
Diez años pasaron del anuncio del corralito, la estafa institucional a la confianza de los ahorristas más impactante de la historia bancaria argentina. Esa medida, como otras anteriores, tenía el objeto de salvar la convertibilidad, régimen que a esa altura preservaba los intereses de bancos y multinacionales. No había límites políticos, sociales y económicos tras la misión de mantener la paridad cambiaria 1 a 1. Reducción de salarios y jubilaciones, aumento de impuestos, disminución del gasto público y reestructuración de deuda ruinosa para las finanzas públicas (megacanje), entre las principales iniciativas. La austeridad fiscal y monetaria prometía recuperar el sendero de crecimiento y estabilidad. Fue el ajuste en su máxima expresión. Ahora es lo mismo que afirman los líderes de la Eurozona para salir de la crisis, que se traduce en salvar bancos como principal y único objetivo.
Como pasó en el mercado argentino, aunque a una velocidad más suave, la fuga de depósitos en los bancos europeos se mantiene constante. Según datos del Banco Central Europeo, los bancos griegos contabilizaron en octubre un retroceso del 3,6 por ciento respecto al mes anterior, al sumar 182.500 millones de euros, monto que resulta un 15,4 por ciento inferior al de hace un año. En el caso de España, los depósitos bajaron 1,4 por ciento en ese mes respecto a septiembre, y en Irlanda, un 1,0 por ciento menos que en septiembre y un 5,3 por ciento por debajo de los registrados el mismo mes de 2010. El descalabro político y financiero en Italia no impactó en sus bancos, que no sufrieron pérdidas de depósitos en octubre. Además de que los ahorristas de esos países en crisis no registran traumas pasados como los padecidos por los argentinos, en Europa y en Estados Unidos, economías que se mueven a los tumbos desde 2008, no se ha instaurado un corralito bancario porque tienen el beneficio de imprimir moneda (euros y dólares) de aceptación global, fondos que fueron a brindar liquidez a las entidades para que puedan devolver los depósitos.
La posición ortodoxa del Banco Central Europeo y de Alemania, como potencia dominante del continente, es que la crisis se debe a la irresponsabilidad fiscal de los países de la Eurozona. Paul Krugman escribió el viernes en The New York Times que se insiste en que el problema es que los países deudores están gastando demasiado, pero “el verdadero problema es que el gasto es muy poco en el conjunto de Europa”. En su columna “Matar al Euro”, Krugman explica que la combinación de austeridad fiscal y una banca central obsesionada con la inflación hace que sea prácticamente imposible para los países endeudados salir de su trampa de la deuda y, por tanto, de la cesación de pagos, corridas bancarias y colapso financiero general. Señala que el problema no es fiscal, sino de endeudamiento, y que el ajuste no rescata a las economías sino que profundiza la crisis por la recesión que provoca y, por lo tanto, agudiza la situación de la deuda, de los países y del sector privado.
El estado patrimonial de los bancos, debilitado precisamente por el ajuste fiscal recesivo, es el eslabón débil de la Eurozona. Este fue el motivo para presentar otro acuerdo global de las principales bancas centrales del mundo, disponiendo líneas de asistencia a bajo costo para las entidades financieras. Un reciente documento del BCRA, incluido en el Boletín de Estabilidad Financiera del segundo semestre de este año, se ocupa de los bancos europeos. Advierte que la crisis de la deuda soberana en Europa generó una creciente incertidumbre con respecto a la situación de los bancos en la región. Para los principales bancos europeos, la exposición neta a deuda soberana de Grecia, Irlanda y Portugal es por casi 136.000 millones de euros, mientras que la exposición neta a deuda soberana de España e Italia es por más de 260.000 millones y 280.000 millones de euros, respectivamente. El delicado panorama de los bancos se debe a que muestran vulnerabilidades en términos de su activo como de su pasivo. Respecto del primero, por la exposición a títulos públicos con fuerte deterioro, con posibilidad de default, y potencial impacto de un menor crecimiento en la región sobre la cartera de préstamos. Y sobre el segundo, por la alta dependencia de las entidades al fondeo mayorista, muy sensible a las condiciones generales del mercado financiero global. Más del 40 por ciento del fondeo de los bancos europeos corresponde a fuentes mayoristas, incluyendo el mercado interbancario, el financiamiento del BCE y la colocación de instrumentos de deuda. Aunque subsisten diferencias entre los sistemas bancarios de los países de la zona y entre entidades dentro de cada sistema, “en los últimos meses se observa un incremento en el riesgo percibido para el conjunto de los bancos”, se indica en el informe. Para agregar que, en este contexto, y dada la interconexión de los bancos entre sí y de los mercados financieros en general, “se mantiene la preocupación con respecto a la estabilidad financiera en Europa y al eventual impacto de esta situación en la economía mundial”.
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