viernes, 2 de diciembre de 2011
Una conexión con vocación de transformación, por Juan Recce (para “Tiempo Argentino” del 02-12-11)
Juan Recce
Director ejecutivo del Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI).
El horizonte estratégico se delinea con más nitidez que nunca y el camino es la integración. La reciente visita de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a Venezuela reafirma el camino regional emprendido por nuestro país poco después de iniciado el siglo XXI y consagra la alianza de los pueblos por la construcción de un orden mundial inclusivo y socialmente comprometido.
La amistad con Venezuela, al igual que lo es con Brasil, es una amistad con vocación de poder y mandato histórico de transformación. Suramérica lo entendió a tiempo, el mundo se encuentra en una transición profunda, anclada en tres hechos sin precedentes en la historia: el surgimiento de nuevos polos de poder fuera de América del Norte y Europa, entre ellos Suramérica; un despertar global nunca visto de los pueblos que buscan involucrarse e interrelacionarse para incidir en la política y la economía; y una incomparable vocación transcultural por la integración en la diversidad.
En este momento de la historia, el rumbo está más confirmado que nunca; según la CEPAL, entre 2000 y 2010 la tasa de pobreza en América Latina se redujo en un 15%, justo el momento en que se redefinieron las estructuras de reparto de beneficios de las industrias extractivas y la matriz identitaria de la gestión del mercado, poniendo fin al gerenciamiento etnocentrista. El triunfo del mercado por sobre la política había generado un terreno fértil para el brote de violencia, pero el retorno de la política transformó la violencia en participación, y la participación transformó la exclusión en inclusión.
Cuando se inició el camino, muchos miraban con escepticismo. Es cierto, en la transición no se puede discernir con claridad. El peso del pasado y las viejas certezas condicionan nuestra capacidad de identificar qué y por qué está sucediendo y cómo podemos posicionarnos frente a ello. El fin de la historia no fue tal y la ideología ha vuelto para devolverle al hombre el plástico poder de moldear su mundo y sus oportunidades. La ideología ha vuelto para quedarse como nexo de comunicación, aunando expectativas y reduciendo el umbral de preferencias que disipan nuestra capacidad de transformación. Así se construye hoy la integración, como un juego a doble nivel. Arriba, defendiendo los grandes trazos, con subjetividades garantes que otorgan previsibilidad y fuerza política, allí Rousseff, allí Chávez, allí Cristina. Abajo, apropiándose del historia y capitalizando las oportunidades, los pueblos, redefiniendo las fronteras y redefiniéndose juntos para moldear el mundo. Esto ha permitido el reencumbramiento de la política por sobre el mercado.
Argentina suma a la sustentabilidad material del ALBA, y el ALBA a la proyección estratégica de Suramérica en el mundo. Argentina y Venezuela tienen matrices de producción complementarias que pueden integrarse de manera muy beneficiosa para las partes. Nuestros alimentos y nuestra producción industrial calzan perfectamente en un modelo de complementariedad con el potencial energético y financiero de Venezuela. La clave de una Suramérica fuerte e integrada es el endoconsumo local y la división regional del trabajo. Los suramericanos consumiendo los bienes que produce Suramérica, integrando sus mercados y con ellos sus destinos. Qué nos depara el siglo XXI, ya lo sabemos, minerales y alimentos, fundamentalmente litio, gas y tierras fértiles. Juntos podemos consolidar nuestra vocación regional de poder para transformar y moldear el mundo en el que queremos vivir.
Publicado en :
http://tiempo.infonews.com/notas/tres-miradas-sobre-celac
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