El dilema expresado en el título del presente editorial se juega cotidianamente en cada lucha, en la resolución de situaciones coyunturales y en la larga duración (los combates estructurales que marcan las grandes etapas de la historia) que define, a la postre, la marcha de nuestra América hacia su independencia y de los oprimidos del orbe entero hacia una civilización de auténtica raigambre humanística. En los tres planos citados se libra una batalla cultural de importancia central: en los primeros días del mes en curso al crearse la C.E.L.A.C., espacio multinacional, que al no incluir a depredadores usamericanos evita que estos la conviertan en un nuevo ministerio de colonias como la O.E.A.; según la muy gráfica e (in)felizmente acertada expresión de Fidel Castro.
Desde el heroico José Gabriel Condorcanqui (Tupac Amaru) hasta San Martín y Bolívar, durante los primeros tiempos de la liberación en nuestro continente; pasando por Mariátegui, Mella o Ugarte en los primeros tiempos del siglo XX; Perón, los Castro, el Che, Torrijos o el General Velazco Alvarado, avanzada dicha centuria o Evo Morales, Chávez, Correa, Lula o los Kirchner durante el siglo XXI siempre existió la percepción que no existía un mero destino peruano, argentino o colombiano. La liberación es un destino común que sólo puede concretarse por vía de la patria grande y, en tal camino, la integración latinoamericana es un paso necesario.
De modo que el contexto agiganta la referida construcción (que no sólo es) institucional; ya que se trata de un gran paso hacia la compleja construcción de un destino integrado para América Latina. Integración que no quiere decir, al modo imperialista, sumisión o relaciones carnales; sino creación de un orden justo, solidario y de creciente bienestar popular. Semejante construcción estratégica cuenta con un entramado de base nada desdeñable: la alianza entre Argentina, Brasil y Venezuela. Los discursos dogmáticos durante décadas repitieron “por la liberación nacional y social”, como si fueran entidades sinónimas, inescindibles o intercambiables. En realidad, la ex colonia portuguesa es un ejemplo de cómo se puede construir un gran estado nacional, sin realizar al mismo tiempo la liberación social de su pueblo. De todos modos los sectores populares brasileños votan casi de modo unánime por el P.T. Por su parte, la revolución bolivariana claramente es un modo de emancipar a su pueblo (liberación social) fuertemente refractario a los dogmatismos de manual. Entre ambos polos contradictorios se halla la Argentina; que desde el proceso iniciado en 2003 ha fortalecido notablemente la formación estatal y beneficiado a su pueblo. Pero siempre en el marco de la sociedad capitalista, de la cual la elite dirigente del proyecto K ni piensa en apartarse. Esta (nueva) triple alianza- de memoria no tan infausta como la originaria del siglo XX- al coaligar las tres economías más poderosas de la región- constituye el basamento para una entidad que puede hacer de Latinoamérica una potencia durante el siglo XXI, basada en la fraternidad, la solidaridad, la paz y la liberación. Como se puede observar, contenidos por completo opuestos a los que guían al bloque imperialista. Sin dudas que gran parte del futuro del nuevo bloque descansa en la habilidad de los líderes del proyecto emancipatorio para mantener la solidez de la alianza descripta y a fin de seducir- con los referidos valores- a los pueblos aún subyugados por el neoliberalismo imperialista. Y que las ansias de muchos sectores por lograr tomar el cielo por asalto ya no favorezcan a quienes hunden a los pueblos más abajo del infierno.
Publicado en :
http://www.redaccionpopular.com/articulo/latinoamerica-integracion-de-los-pueblos-o-disolucion
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