Alimentar el poder de tracción
por Gabriel Fernández
Director de “La Señal Medios”
Todos conocemos, desde hace muchas décadas, el poder del Norte.
Lo que ha ocurrido en Caracas es la demostración del emerger de una instancia nueva en este tramo del decurso humano: el surgimiento del poder del Sur.
Países iluminados por un sol intenso que convierte en púrpura el cielo cuando se observa el horizonte al atardecer, dejan de ser (aunque siguen siendo) bellos paisajes, para advenir en intensas elaboraciones humanas que pueden opacar, con su brillo, el gris que dominó el planeta por centurias.
¿Porqué llegamos a esta situación? Hay numerosos elementos confluyentes, de los cuales se pueden extraer directrices clave.
La determinación de algunos gobiernos de dejarse impulsar por los intereses más profundos y genuinos de sus zonas geoeconómicas y sociales es, a nuestro entender, el factor central.
Saber dónde se está parado, cuál es la propia historia, y quiénes son los amigos reales, siempre rinde sus frutos. En lo personal, claramente, y en el orden nacional, aun más ostensiblemente.
El posterior acercamiento de otros países que, pese a tener una visión obnubilada de sus propios anclajes, se han quedado sin opción en el Norte, corrobora la trascendencia y el vigor del nuevo paso, sintetizado en la gestación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)
Subrayemos eso: la tracción del interés regional sumado a la conciencia popular es tan potente, que pese a los intentos de aplastamiento (parcialmente victoriosos durante largo tiempo), se impuso en la vida política latinoamericana.
A partir de allí, y sin considerar que un triunfo popular es irreversible e inmutable, es preciso entender que el establecimiento de instituciones sólidas que sinceren, canalicen ese potencial, es decisivo para las próximas generaciones.
Para sostener ese desarrollo, habrá que alimentar continuamente el poder de tracción, el sustrato potente que implica el interés geoeconómico y popular, a través del despliegue científico, técnico e industrial.
Más allá de las disparidades, cada miembro de la Celac, pero muy especialmente su motor, el eje Caracas - Brasilia - Buenos Aires, necesitará agudizar el crecimiento industrial a través del consumo de masas. Esta verdad, que es parte de la esencia misma de algunas gestiones, será difícil de adoptar por otras.
Del éxito de la expansión de esta filosofía en la región depende la posibilidad de establecer un círculo virtuoso para la alimentación del sostén mismo de la unidad confederada; y ese nutriente puede derivar en la configuración de una enorme potencia a mediano plazo.
Una potencia en la que, además y por eso, valga la pena vivir.
El poder del Sur se está manifestando. Como toda gran construcción en pleno desarrollo, posee áreas débiles que ameritan preocupación. El gran paso dado pocas horas atrás en Venezuela debe ser valorado en toda su dimensión; y por eso, las labores que surgen de ese desafío necesitan ser afrontadas con firmeza. Sin apurones, pero con decisión.
Aquellas banderas, usted lo sabe, lector, tenían sustento. Valía la pena pelear por ellas.
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