Los “mercados” opinaron inmediatamente que un congreso con mayoría absoluta de modo tal que Rajoy pueda gobernar sin necesidad de alianzas, es la “receta ideal recomendada por los médicos”. Lo que la derecha política y los bancos tienen muy claro en Europa, se convierte en un mar de tonterías y banalidades cuando cruzamos el Atlántico y aterrizamos en el Río de la Plata, más precisamente, en Argentina.
Aquí, la oposición al gobierno e, incluso, la progresía que lo apoya, consideran que no es bueno que el gobierno (cualquier gobierno) tenga vía libre en el Parlamento para desarrollar sus políticas. El “pluralismo” es indispensable para la democracia, graznan como estúpidos, sin reparar, ni por un instante, en que la política es poder y en que el poder se autorrealiza tanto más como poder cuanto más libre de cortapisas actúa, y que esta libertad del poder nacional y popular para ir de acá para allá es conditio sine qua non para que los menos no le sigan sacando a los más y para que, algún día, en este país no haya más villas miseria, la innovación tecnológica aplicada a la producción y al mejoramiento de la calidad de vida despierte la admiración de los demás y para que la Argentina se parezca, poco a poco, a un país con peso específico propio y estatura estratégica mundial.
En suma, es mejor gobernar con un Parlamento adicto que con uno fragmentado en pedazos, porque el capital financiero no está fragmentado en pedazos, está concentrado.
Si bien se mira, la derecha europea, y española en particular, dice ahora que es bueno que Rajoy no tenga oposición y antes decía que era una vergüenza que en una democracia no hubiera una pluralidad de representación parlamentaria aceptable. La derecha europea, española en particular, sabe lo mismo que la derecha argentina. Mugen cual vaca en celo cuando no son gobierno y claman, mugidos mediante, por la democracia y la representación. Pero en cuanto las urnas les dan el espaldarazo se apresuran a dejar sentado el punto central de su programa: la democracia y la competencia -en el terreno que fuere- es una anomalía que no debe existir, que es bueno que no exista, y que, para gobernar bien nada mejor que hacerlo aplicando el programa “doloroso pero necesario” y sin discutirlo con nadie en un Poder Legislativo que, en realidad, nadie sabe muy bien ya para qué sirve y si seguirá existiendo en el futuro.
Lo cierto es que hay giles que se toman en serio el discurso del pluralismo, la democracia y la representación pero la derecha -de cualquier país- no lo hace, es decir, no se lo toma en serio. Lo usa según las circunstancias. Y -descarnadamente y a Maquiavelo limpio- así es en la práctica y así deberían saberlo todos aquellos que aspiran a gobernar o a organizar la sociedad de modo tal que el “uno por ciento” no siga mandando, en el mundo, al 99 restante. Y robándole, además, sus pertenencias.
Los mercados no le dieron tregua a Rajoy. Les pidió media hora y le ofrecieron un minuto de silencio, al cabo del cual arremetieron ávidos de ganancias. Las calificadoras dijeron que las posibilidades de España de honrar sus deudas son casi nulas de modo que los bonos que Rajoy colocará deberán ser oblados, en su momento, con un interés altísimo. Esto significa que España se endeudará más todavía y que las políticas derechistas no irán en dirección de la creación de empleo y de la reactivación productiva sino que tendrán en mira una economía de metas de pago de deuda… y nada más.
¿Y por qué hacer negocios sólo con los pobres? ¿Qué se puede seguir extrayendo ya de Grecia, Portugal, Irlanda y España? Lo que fuere, pero de los ricos también se puede. Quienes así piensan son los “mercados” que, como se sabe, carecen de patria, de moral y hasta de madre. Por eso mismo le acaban de advertir a Merkel que los miserables 3000 millones de euros (esa suma es la caja chica de Goldman Sachs, es decir, de la familia Rotschild) que Alemania intentó obtener emitiendo un “deutsche bonen”, no por ser una suma miserable se la iban a dar así no más.
Y Fitch, una de las tres “calificadoras” que mandan hoy en el mundo, le hizo saber a Sarkozy que la nota top para la deuda de un país, esto es, la “AAA”, sólo es para los que la merecen sin lugar a la menor duda y que Francia estaba entrando en zona de duda.
La cruda verdad es que la única manera en que el pueblo español puede ganar esta partida es que Rajoy pierda. Éste no puede ganar si no junta, año a año, el dinero necesario para pagarle a los bancos. Y ese dinero se junta echando gente a la calle, ahorrando en salud y en educación, expulsando inmigrantes y nada de regulaciones a las “operaciones” financieras, es decir, a la timba.
Por ahora, están ganando en toda la línea. Película ya vista por nosotros. Era la época en que los tecnócratas convencían al pueblo argentino de que había que hacer un esfuerzo más porque la luz al final del túnel ya se divisaba. Y ellos, lo único que divisaban, eran las divisas que ganaban en cada escolaso que organizaban.
Hoy, en Europa, se vienen Mario Monti, Papademos, Passos Coelho, Mario Draghi, y Rodrigo Rato y no falta nadie más para el tren fantasma, mientras que, de reojo, junan el tablero los filántropos Christine Lagarde y Robert Zoellick, del FMI y Banco Mundial, respectivamente.
Las finanzas han derrotado a la política y las ratas salen de sus escondrijos. Dirigirán, ahora, al aire libre y a la vista de todos. Sólo cabe preguntarse cuánto tiempo les queda a Sarkozy y Merkel al frente de sus gobiernos y si será necesario “operarlos” como se hizo con los gobernantes griego, italiano, portugués y español.
En Francia no está claro si el año que viene ganará la derecha o Francois Hollande, sustituto de Strauss Kahn en el Partido Socialista. Aunque, desde luego, nada augura que este “PS” enfrente a las corporaciones. Más bien, seguiría la senda de Zapatero. La patética senda de Zapatero quien, antes de irse por la puerta chica ya se había arrodillado ante las exigencias de los banqueros.
En cuanto a Alemania, faltan dos años para las próximas elecciones generales y si bien Merkel viene perdiendo posiciones en las competencias locales a manos de los verdes (efecto Fukushima), todavía es demasiado pronto para saber cómo le podría ir si busca un tercer mandato dentro de 24 meses. Angela Merkel pertenece al arco político de la derecha parlamentaria alemana (Unión Cristiano Demócrata) y lo único que pinta en el horizonte para rivalizar con la derecha es la alianza de los verdes con los socialdemócratas, algo que al muy conservador electorado teutón ha de parecerle, a buen seguro, poco serio.
De todos modos, el futuro político de Alemania, dentro de dos años, lo dictará el curso de la crisis económica. Si ésta también le pega a Alemania, entonces los europeos sentirán cómo es aquello de que todo lo sólido se desvanece en el aire; y ahí sí, se trata de un pueblo que puede agarrar para cualquier lado. Los últimos hechos de nazis asesinos infiltrados en el Estado y protegidos por las propias fuerzas de seguridad constituyen, en este sentido, el presente alemán. El “tercer reich” su pasado. Su futuro es más incognoscible que el ser-en-sí de la ontología kantiana.
Lo que sí es seguro es que el capital financiero mundial estará detrás de cualquier gobierno europeo en los próximos años. Una posibilidad cierta es la reformulación de los tratados que dieron origen a la UE y, si ello resulta demasiado complicado, que dicha reforma alcance sólo a la “zona euro”, es decir, a los países que, dentro de la UE, tienen al euro como moneda común. La reforma perseguiría como meta específica hacer más sólida la unión de los miembros, para lo cual una política impositiva común aparece como una de las medidas a adoptar.
La actual situación económica y política en Europa contiene un dato que la distingue y un origen indiscutible. El primero es la ofensiva del capital financiero y su triunfo completo, como corporación, sobre la política como dimensión procesadora de conflictos y suministradora de soluciones. El segundo es el fracaso de las socialdemocracias. Éstas se hicieron pasar, durante algún tiempo, como izquierda, cuando en realidad no lo son. Para los bancos ello fue, durante el pasado reciente, una cosa buena: le conferían legitimidad política y racionalidad económica al robo y a la timba y, básicamente, al desmantelamiento de toda opción “bienestarista”. Ahora, en España, el triunfo de la derecha ha venido adosado a una ínfima pepita de esperanza: la Izquierda Unida pasó de dos diputados a once. Y el jefe de esa izquierda española, Julio Anguita, supo decir, alguna vez, que “… la izquierda se define y se manifiesta ante la sociedad como tal cuando afirma sus señas de identidad en la superación del conflicto que sigue siendo central y primordial: el del trabajo y el capital”.
En el Poema Conjetural Borges pone en boca de Laprida estas palabras últimas: “Vencen los bárbaros… los gauchos vencen…”.
Hemos titulado esta nota del modo en que lo hicimos porque creemos que, por ahora, en Europa, vencen los gerentes, los bárbaros vencen.
Juan Chaneton
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