Por Jorge Makarz
Director de Iniciativa
Unos meses atrás analizábamos el oscuro panorama que los países de la Unión Europea comenzaban a evidenciar en el marco de la crisis global, y sugeríamos la incapacidad de imaginar políticamente una salida realista de un escenario dominado por la lógica financiera continental. Hoy vemos el modo en que ese horizonte ya no es amenaza sino presente y la manera en que los análisis de la situación sólo discuten la mayor o menor radicalidad del colapso anunciado. Mientras tanto, los protagonistas de la debacle, es decir, los causantes de la crisis y los responsables de manejarla desde los poderes –el Banco Central Europeo, el sector financiero, los gobiernos de la región- parecen seguir tocando ad infinitumla misma partitura de la autodestrucción europea. Y los pueblos –cuyas expresiones heterogéneas protestan como pueden pero que son los que homogéneamente llevan la carga de los costos de la crisis- solo han tenido un papel de reparto, asistiendo impotentes al recorte de sus derechos y el quiebre de sus horizontes de vida.
La última escena de la crisis es bien ilustrativa de esta tensión. El recurso por parte del ex premier griego Papandreu a plebiscitar el ajuste demandado por la Eurozona a su país, fue considerado casi un “acto de terrorismo” por quienes manejan realmente la gestión de la crisis europea: El Banco Central Europeo (BCE), Alemania, Francia y los “mercados financieros”. Ante la idea de poner a consideración el “plan de austeridad” en una consulta –sobre la que finalmente dio marcha atrás-, Papandreu recibió una andanada de críticas y amenazas que evidencian la sobrerreacción contemporánea del mundo financiero a los tiempos de la política. Los ministros de Finanzas de Europa le advirtieron a Atenas que no recibirá ni un solo euro si no cumple con sus planes de ajuste y dé muestras de “claridad” a nivel político (La Nación, 8/11/11). La eurozona y uno de los principales acreedores de Grecia, el FMI, tienen pendiente la aprobación de 8000 millones de euros del primer plan de rescate acordado en 2010; una suma que evitaría el default de Grecia y el arrastre regional de la crisis. ¿Cuál fue el resultado de este acto de autoridad del mercado? El nombramiento al frente del gobierno griego de Lucas Papademos, ex vicepresidente del BCE y ex presidente del Banco Central griego. Es decir, una “salida técnica”, como si la crisis que es profundamente política y económica no necesitara de decisión y voluntad políticas sino de resoluciones tecnocráticas ajustadas al “manual de la gestión experta” del mercado financiero. Sobre el nuevo premier, -quien afirmó que tiene la tarea específica de implementar el rescate de la Eurozona antes de recurrir a nuevas elecciones- se ha dicho que “es un lúcido pensador de políticas económicas. Nunca estuvo involucrado en política. Sabe lo que hay que hacer” (T. Papasavvas, Investec Asset Management). En Italia, también se ha manifestado esta primacía de una “supuesta técnica” sobre la autoridad política, una consecuencia más de las estructuras ideológicas neoliberales que han fundado su saqueo económico-social bajo el manto de la expertise de los mercados. En tal sentido, si bien la mayoría de los partidos políticos gobernantes (ligados al conservadurismo o a la socialdemocracia) han sido dependientes cuasi corporativamente al dominio de los sectores dominantes financieros de Europa en las últimas tres décadas –y éste, como hemos señalado, es causa fundamental de la dificultad de trazar una alternativa hacia una Europa Social- en Grecia y posiblemente en Italia, ya ni siquiera hay mediaciones para el ascenso de los mercados al sitio directo del poder político. Luego de aprobarse en el día de hoy el plan de ajuste a partir del cual Berlusconi había condicionado su renuncia, en Italia el gran favorito para convertirse en el próximo primer ministro es el ex titular de la cartera de Competencia en la Comisión Europea, Mario Monti. Tal como ha señalado Emir Sader en estos días, “el mercado elige y el mercado derrumba, ya que se ha convertido en el gran elector de las democracias neoliberales”. El fenómeno Berlusconi merecería un capítulo aparte; sólo queda decir dos cosas sobre su figura en ocaso. Por un lado, el líder italiano no ha hecho otra cosa que proteger su interés personalísimo y ha formulado su salida tal como un cambio de empresa, que en su caso es una continuidad de un estilo de gestión. No sin antes, claro, dar un empujón más al pueblo hacia la profundidad de la crisis: el paquete aprobado hoy incluye venta de propiedades estatales para reducir las deudas, medidas para la flexibilización del mercado laboral y la previsión de elevar progresivamente la edad de jubilación a 67 años de aquí hasta 2026 (Página 12, 11/11/11). En segundo lugar no olvidemos que, en definitiva, Berlusconi no dimitió ni por sus escándalos públicos, ni por las denuncias por corrupción, ni por su oposición política ni por las manifestaciones sociales, sino a través de los dictados del mercado. Algo que habla más de la naturaleza del sistema político y sus límites para condicionar, desde la democracia, la lógica del mercado que sobre la propia figura de Berlusconi.
Para concluir, lo que se revela a todas luces en la Europa dominada por las finanzas es la constatación del declive de la legitimidad democrática, un fenómeno que ni el sistema político ni las estructuras institucionales europeas tal como se encuentran concebidas están en condiciones de registrar. Los pueblos y la ciudadanía estás cada vez más lejos de ser considerados realmente en las estrategias de resolución de la crisis o en las instancias de discusión de los problemas que afectan a los países. Si nos guiamos por los discursos oficiales y las instituciones financieras, lo que está destrozando a Europa son las deudas, los gastos y los déficit fenomenales; si atendemos el nivel de las demandas sociales, encontramos recorte de derechos, 23 millones de desocupados en la Unión Europea y más de 80 millones de pobres (en Ramonet, 1/10/11), los otros números brutales de la crisis económica-financiera, que no parecen estar en la agenda de los tan ansiados “paquetes de ayuda”.
Europa necesita una llamada a la política. Una lección que desde América Latina estamos terminando de entender –luego de décadas de destrucción y pérdida de derechos- con el afianzamiento de la autoridad de los estados en definir las reglas de la democracia y la apertura a las exigencias del conjunto social, en oposición a una lógica de gobierno y disciplinamiento de los mercados. El desafío de Europa es desestructurar sus raíces financieras que promueven su autodestrucción por vía de la competencia desregulada con el fin de avanzar en una cohesión basada en lazos de integración social, que entienda a la política como fundamento de construcción de las sociedades democráticas contemporáneas.
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