08.11.2011
Eduardo Anguita
Mientras Europa no puede mirar el calendario de la semana próxima con certezas, China y Rusia avanzan con proyectos que se materializarán con las administraciones del año siguiente. Los temas centrales fueron energía y armas. China necesita energía para llegar, en menos de 20 años, a ser la primera economía y, posiblemente, la primera potencia del mundo.
Vladimir Putin se prepara para volver a gobernar Rusia en 2012. Hace unos años, la prensa occidental lo mostraba como un político procapitalista, moderado y de derecha, el hombre que sellaba el acercamiento con Francia y Alemania. Sin embargo, los tiempos cambian y es probable que la prensa, en pocos años, muestre a Putin como el ruso que volvió a consolidar la relación de Moscú con Beijing. Claro, ya no con los paradigmas con que lo hacían Stalin y Mao. En julio de 2005, cuando se celebró la cumbre del G-8 en Edimburgo, la gran preocupación de los europeos continentales era que los oleoductos y gasoductos rusos se orientaran hacia Europa y no hacia China. Por ese entonces, el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) era incipiente y del G-20 no había noticias. Seis años después de aquella cumbre, el G-8 perdió consistencia frente a un G-20 que parece destinado a sucumbir bastante rápido. Además, el BRIC ya es el BRICS, sumó a Sudáfrica y las empresas chinas ganaron posiciones decisivas en el continente africano.
La mala costumbre de leer analistas sólo de los países europeos y norteamericanos hace perder la perspectiva de cuáles son los acuerdos y organismos que se consolidan y cuáles los que se disipan. Lo que es peor, hace perder de vista que las decisiones del mundo se corrieron más hacia el hemisferio sur y más hacia el este.
Hace un mes, el 10 de octubre, el ex presidente de Rusia –y actual jefe de gobierno de ese país– Vladimir Putin realizó un viaje a China. El centro de su actividad no era reunirse con el presidente Hu Jintao sino con el primer ministro Wen Jiabao. Tras una década al frente del Partido Comunista y nueve años como presidente de China, Hu Jintao se retirará de la política activa y lo sucederá Wen Jiabao. Es decir, la sintonía entre China y Rusia coincide con que ambas naciones tienen continuidad en sus planes y sus dirigentes. Putin y Jiabao coronaron una serie de acuerdos que comenzarán a regir cuando ambos asuman sus cargos.
Es decir, mientras Europa no puede mirar el calendario de la semana próxima con certezas, China y Rusia avanzan con proyectos que se materializarán con las administraciones del año siguiente. Los temas centrales fueron energía y armas. El gigante asiático se garantizará la provisión del gas de Rusia, que tiene las principales reservas del mundo. La industria china está en condiciones de abastecer el consistente consumo ruso.
Cuando Estados Unidos festejó el fin de la URSS, muchos académicos y analistas occidentales pensaron que había Consenso de Washington para rato. Es cierto que ayer, aniversario de la revolución bolchevique no hubo marchas a favor de Lenin y el Partido Comunista en la Plaza Roja de Moscú, pero sí hubo indignados en la capital de Estados Unidos y en muchas ciudades norteamericanas.
Rusia parece haber dejado atrás cualquier idea soviética, pero no claudicó en su rol de potencia mundial. En 2005, Putin había instaurado una nueva fiesta para evitar esa celebración a los pocos leninistas que quedan en aquel país. Desde entonces, los 7 de noviembre se celebra el Día de la Unidad Nacional. Este último fin de semana, unos cuantos miles de rusos salieron para protestar contra los postulados del partido Rusia Unida, encabezado por Putin y por el actual presidente Dmitri Medvedev, cuyo lema es “Toda Rusia”, que incluye a varias naciones que recuperaron autonomía después de la desintegración de la URSS.
Varios miles de ultraderechistas, haciendo saludos nazis, se manifestaron contra la inmigración y contra el apoyo del Estado a distintas comunidades no rusas. Gritaban: “¿Qué tenemos que hacer en el Cáucaso? ¡Dejen de mandar subsidios a esa región!”
ENERGÍA. El tema es de capital importancia: el Cáucaso tiene 30 millones de habitantes, de los cuales algunos viven en territorio ruso pero otros están en territorios de Georgia, de Oestia del Sur, de Armenia, de Abjasia, de Noagorno Karabaj y de Azerbaiyán. Es una región estratégica, porque desde allí se accede a los hidrocarburos del Mar Caspio. Allí llega Rusia, pero también están las repúblicas de Kazajistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Es una zona rica en gas y petróleo. Las reservas petroleras de la región del Caspio igualan a las de Kuwait y superan a las de Alaska y el mar del Norte juntas. La influencia de Rusia Unida y Putin en esa región es muy alta. El interés de los chinos, que incorporan al mercados 20 millones de personas por año y siguen creciendo a más del 8% anual, es muy alto. China necesita energía para llegar, en menos de 20 años, a ser la primera economía y, posiblemente, la primera potencia del mundo.
Pero ninguna potencia ni ningún bloque de potencias se resignan a perder su lugar. Los ojos de Estados Unidos y de Europa están atentos al Mar Caspio. Sobre todo, desde que las rebeliones en el mundo árabe empieza a cambiar la fisonomía de los países petroleros de la región. El otro país que tiene frontera con el Caspio es nada menos que Irán. Para recalentar más las cosas, una misión de la OIEA (Organización Internacional de Energía Atómica, dependiente de Naciones Unidas) fue a Teherán. El diario Washington Post publicó el domingo una explosiva nota que refiere a científicos de la ex URSS, de Corea del Norte y de Pakistán (¡qué mezcolanza!) que permitirían a Irán tener armas atómicas en poco tiempo. Esta pantalla periodística parece destinada a justificar los “ataques preventivos” de los que se habla en Israel.
A este dato inquietante, se suma que la OTAN aceleró la caída de Muammar Kadhafi para tener allí un territorio propio. Ya se sabe que las naciones europeas ya tenían contratos con Libia para abastecerse. Lo que necesitaban, en todo caso, era un territorio más para instalar bases cercanas a Asia Central. Estados Unidos no se va de Irak –contiguo a Irán– tal como Barack Obama había prometido. Menos que menos se retiran de Afganistán, donde además hay tropas de una docena de países europeos.
LA CASA BLANCA. Barack Obama observa la poca simpatía con que lo tratan los demócratas conservadores y los republicanos liderados por el Tea Party. No parece sencillo el camino para que la Casa Blanca le renueve el contrato a un inquilino que no sea blanco, anglosajón y protestante. El nivel de concentración de la riqueza y el poder en Estados Unidos es inmenso. Hace pocas semanas, el premio Nobel de Economía –que tantas veces elogió el camino elegido por Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner– Joseph Stiglitz tituló un artículo para que nadie se engañe. Lo llamó “Del 1%, por el 1% y para el 1%”, y lo centró en el aumento de la desigualdad en Estados Unidos. Afirma Stiglitz que el 1% de la población posee el 40% de la riqueza y recibe más del 20% de los ingresos. Refiere a la vergüenza de que los supermillonarios, desde la crisis de 2008, no se preocupen por otra cosa que los cuantiosos bonus de fin de año y los rescates de la Reserva Federal. Fue uno de ellos, Warren Buffet, el que dijo que apoyaba la reforma impositiva de Obama porque –en porcentaje de ingresos– “paga menos impuestos que su secretaria”. Es decir, la ética protestante y el espíritu del capitalismo, escrito por el alemán Max Weber, que tanto se usó para explicar la austeridad y las convicciones de los empresarios norteamericanos, queda ahora como un buen recuerdo. Weber lo publicó en 1904, apenas un año antes del primer ensayo de la revolución bolchevique. Es decir, hay vientos de cambio que soplan en varias direcciones.
Claro, hace un siglo no sólo se incubaban el espíritu capitalista y las revoluciones socialistas, sino también la Gran Guerra, en la que murieron o desaparecieron 20 millones de personas.
Publicado en :
http://www.elargentino.com/nota-165833-El-Tea-Party-no-esta-solo.html
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