Subsecretario General de la Presidencia.
Vicepresidente Concertación-Forja.
Un viejo líder radical, Ricardo Balbín, señaló que lo importante no es el palo sino la bandera. Y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner levantó las banderas históricas del radicalismo, del peronismo, del socialismo argentino para llevar adelante la transformación política más importante en medio siglo.
Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre. La Asamblea Constituyente de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, considerando:
1°) Que el proceso histórico Argentino en particular y Latino Americano en general, revelan la existencia de una lucha del pueblo en procura de su Soberanía Popular, para la realización de los fines emancipadores de la Revolución Americana, contra las oligarquías como agentes de los imperialismos en su penetración económica, política y cultural, que se oponen al total cumplimiento de los destinos de América.
2°) Que la Unión Cívica Radical ha sido desde su origen la fuerza continuadora de esa lucha por el imperio de la Soberanía Popular y la realización de sus fines emancipadores.
3°) Que el actual recrudecimiento de los obstáculos opuestos al ejercicio de la voluntad popular, corresponde a una mayor agudización de la realidad colonial, económica y cultural del país.
Declara 1°) Que la tarea de la nueva emancipación sólo puede realizarse por la acción de los pueblos…”
Si algún lector desprevenido piensa que se trata de un texto apócrifo, está equivocado. Es parte del manifiesto liminar con el que FORJA, integrada por Arturo Jauretche, Homero Manzi y después por Raúl Scalabrini Ortiz, convoca a la militancia en el año 1935, en plena década infame.
Los grandes movimientos populares han dejado lo mejor de sí para el país. Con aciertos y con errores, sus doctrinas y sus postulados fundacionales hoy forman parte ineludible del campo popular.
Los valores democráticos, la intransigencia frente al fraude, el cogobierno en las universidades, el cooperativismo, las leyes obreras, la justicia social, la independencia económica, la soberanía política, son banderas que se originaron en esos movimientos y que hoy levantamos con orgullo quienes nos sentimos parte de un mismo proceso histórico.Sin embargo, no todo es lineal.
El radicalismo vivió (y vive hoy) períodos conservadores, absolutamente contrarios a su origen. En la década de 1930, pactando con el acuerdismo fraudulento, en los ’40 al no comprender las necesidades de la clase obrera y convertirse al antiperonismo.
Debieron pasar casi 30 años para comprender, a través del abrazo Perón-Balbín, que sólo la unidad nacional podía ayudar a enfrentar a los grandes intereses conservadores.
También le pasó al peronismo. Las políticas llevadas a cabo en nuestro país por el denominado “modelo neoliberal” conformaron, en realidad, un programa salvaje de desmantelamiento del sector público. Detrás de supuestos objetivos de racionalizar y hacer más eficiente la economía, se implementó un plan que debilitó las capacidades del Estado de regular los mercados.
Este proceso, basado en la denominada teoría del libre mercado, no ha tenido influencia sólo en lo económico. En las esferas de lo político, lo ideológico y lo social se forjó una sociedad injusta y una democracia muy débil que no logró frenar los procesos de exclusión social. Más de la mitad de la población quedó bajo la línea de pobreza y uno de cada dos chicos que nacía en nuestro país, estaba condenado a la frustración.
Lo que ocurrió en la Argentina de los ’90 fue un proceso de construcción social de identidad del excluido.Revertir ese proceso devastador implicaba justamente poner en marcha los mecanismos políticos, sociales y culturales para reconstruir una identidad integradora, de pertenencia social, y así se hizo a partir de 2003.
Cuando Néstor Kirchner asume la presidencia, lo hace con políticas activas que apuntaron a la dignificación de la condición humana, con el fortalecimiento del mercado interno, la generación de empleo, la atención de los más necesitados, la visión integradora con Latinoamérica y convocando a hombres y mujeres de distintos orígenes políticos a reformular una historia común.Los ’90 dejaron su marca también en la política.
El neoliberalismo penetró, como un virus, en los grandes movimientos populares, haciéndoles perder en gran medida su identidad y colocándolos, en algunos casos, al servicio de los grandes intereses corporativos.
Después de los ’90, el mapa político del país quedó dividido en dos grandes veredas: una conservadora-liberal y la otra, nacional, popular y progresista. Uno podía pertenecer a un mismo partido político y estar en la vereda contraria a la de un compañero de militancia.
Quedó patentizado en la crisis con las patronales agropecuarias. Cuando el vicepresidente defeccionó y pasó a la vereda conservadora, con la diputada Silvia Vázquez a la cabeza, refundamos Concertación-Forja para que el radicalismo progresista tuviera su lugar en este proceso histórico.
Siempre apostamos a la institucionalidad, y tenemos la Corte más independiente de nuestra historia constitucional. Nuestra causa, como decía Alem, fue la causa de los desposeídos, y la Asignación Universal por Hijo es la medida más integradora de la que se tenga memoria en muchas décadas. Impulsamos el Juicio a la Juntas, y vivimos un momento histórico de verdad y justicia. Soñamos con la Patria Grande latinoamericana, y la hermandad actual sólo es comparable con los sueños de Mayo. Dijimos que no se podía pagar la deuda con el hambre del pueblo y el gobierno de Néstor se plantó frente al FMI renegociando con una quita inimaginable pocos meses antes.
Un viejo líder radical, Ricardo Balbín, señaló que lo importante no es el palo sino la bandera.
Y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner levantó las banderas históricas del radicalismo, del peronismo, del socialismo argentino para llevar adelante la transformación política más importante en medio siglo. La reestatización de los fondos de jubilaciones y pensiones, la ley de movilidad jubilatoria, la reestatización de Aerolíneas, la Ley de Medios, la ley de matrimonio igualitario y la Asignación Universal por Hijo marcan hitos fundamentales en la construcción de un nuevo país.
En 1916, al asumir la presidencia, Yrigoyen dijo: “La Nación ha dejado de ser gobernada, para gobernarse a sí misma”.
Por eso nunca dudamos, estamos en la vereda correcta.
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