domingo, 4 de noviembre de 2018
Brasil, economía y fascismo, por Alejandro Marcó del Pont (para "El Tábano Economista" del 01-11-18)
Por: Lic. Alejandro marcó del Pont
Con un aroma de entreguerra (1919-1939) las políticas y la democracia, que en el mundo circulaban con inestable armonía, día a día se va inclinando a renunciar a sus exiguos residuos.
Si bien las apariencias democráticas nunca fueron el eje central de protección del neoliberalismo, era aceptable mantenerlas a flote mientras se pudiera prescindir de las odiosas dictaduras, tiranos o déspotas, que poseyeran, por la fuerza, la irrefutable capacidad de ejecutar políticas de austeridad, concentración del ingreso y pérdidas de garantías.
Actualmente el letrero luminoso de las políticas del odio se encuentra en Brasil. Su elección fue sorprendente, no solo por la proscripción de quien tenía la mayor cantidad de votos, sino porque de los 147 millones aptos para votar, únicamente lo hicieron 104 millones, los restantes 42 millones se abstuvieron, votaron en blanco o anularon su voto. Lo cierto es que el autoritario presidente representará al 39% de la sociedad de Brasil y tendrá que responder, por la política, la economía y los derechos y libertades civiles durante su mandato.
Por lo cual, para no juzgar, dejaremos expuestos algunos datos y seguir su evolución en el tiempo.
El novel presidente se lo conoce por denostar a negros, travestis y gay, se lo relaciona menos por sus ideas económicas; de hecho, durante sus días en el congreso, votó a favor de los monopolios estatales y en contra de la reforma de la seguridad social.
Pero todos aplauden al Chicago boy Paulo Guedes, cofundador del banco de inversiones BTG Pactual y supuesto Ministro de Economía. Ferviente admirador de la austeridad y de las privatizaciones, de las políticas ortodoxas del programa neoliberal aplicado por la dictadura chilena (1973-1990) para el cual trabajó y tiene amigos. Será una especie de ministro todo poderoso cuya cartera será una fusión de los ministerios de Hacienda, de Planificación e Industria y Comercio Exterior.
Ambos estrenaron ciertos contratiempos prematuros, en cuanto a las relaciones con Argentina, China, EE.UU. y su idea de “Trump tropical” y la evangélicamente aceptable relación con Israel.
La relación de amor con Estados Unidos parece asemejarse a la de los años 60, pero hay algunos contratiempos inmediatos. La guerra comercial entre China y los Estados Unidos hizo eco en las declaraciones del insano presidente, “China no le compra a Brasil, está comprando Brasil”. Estas declaraciones no fueron bien recibidas en Beijing, sobre todo porque el 30% del superávit comercial brasileño se genera a partir de los U$S 20MM de ganancias en su intercambio con China.
Los asiáticos, acostumbrados a los desvaríos del presidente americano, tendrán que lidiar con Bolsonaro como un activo más, no sin antes advertirle que el costo de sus desatinos puede resultarle elevadamente oneroso. Argentina, por su parte, recibió el desprecio del flamante supermegahiper ministro, condenando al Mercosur a la retaguardia de las prioridades, olvidando que el secundario superávit de Brasil es con Argentina.
La atracción de los díscolos no parece nada errático, es más bien contagioso, y que el disparatado Bolsonaro quiera parecerse al surrealista Trump, hace juego con la decadencia mundial. Pero cambiar la embajada en Israel a Jerusalén, como EE.UU., o salirse del Acuerdo del Cambio Climático de París, podría provocar fuertes reacciones europeas y altos costos para la Trump tropical.
Eso marcaría un antes y un después en la historia de la diplomacia brasileña. Hay inquietud, especialmente entre grandes productores brasileños de carne y pollo que venden parte de la producción al mundo árabe y temen una represalia, por las insanas medidas de reembolso al apoyo evangelista.
Por último, están los derechos y las libertades civiles, que quizás sean los rubros en los que gran parte del planeta intuye Brasil se atrasará décadas. Desde libertad de expresión, en un país con una alta concentración mediática, lo que pone en jaque la pluralidad del sistema político democrático, hasta los derechos básicos y el trato igualitario en temas protegidos, como, raza, sexo, minoridad, empleo, vivienda, etc.
Las libertades básicas no parecerían estar garantizas por el clima de época generado por los discursos del ahora electo presidente, y por el avance de la sociedad civil en apoyo a políticas racistas, xenófobas, misóginas, pero por sobre todo violentas. Escuadrones de la muerte, congreso con impronta balística, legítima defensa, acceso a las armas, pena de muerte, son algunas de las ideas que intoxican el aire de Brasil.
Veremos si estas son ideas y discursos de papel o, realmente, lo que todos sospechan, que la sociedad brasileña incursionará en una larga noche que, como mancha de aceite, puede expandirse al resto de América.
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