El bloqueo norteamericano contra Cuba rezuma ilegitimidad por todos los poros. Bastaría decir que es una figura que no existe en el Derecho Internacional
Por Luz Marina López Espinosa
Publicado el 1 Feb, 2021
“… Esperamos que el embargo logre los mayores avances en privar a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
Del Informe del Departamento de Estado de los Estados Unidos al Congreso sobre el embargo a Cuba. Período 1958-1960. (Pág. 885 Vol. VI)
El ritornelo de la emblemática canción de Los Guaracheros de Oriente, una exclamación que a pesar de no decir nada semánticamente, su cadencia o su carga de nostalgia quizás, seduce al punto de obligar el interés por ese suelo al que así le cantan. Y una vez caemos en esa red y descubrimos esa historia de conquistas y sangre, de piratas y esclavos, de héroes y traidores, de Chan chanes y Guantanameras, no podemos salir de ahí. Es inevitable amarlo.
Y en los días que corren, la melodiosa alusión a los dos paladines, Antonio Maceo y José Martí quienes con su prédica y sangre iniciaron y pusieron los cimientos de la lucha por la independencia de la entonces Capitanía General de Cuba, no es gratuita. Porque una vez coronada esa hazaña llena de episodios de valentía y sacrificio que atestan muchos infolios, hubo y hay que volver a esos nombres. Apremiantemente. Y es que después de España fueron los Estados Unidos que con la famosa Enmienda Platt emanada de su Congreso, pasaban la cuenta de cobro por el presunto apoyo que dieron a la causa independentista al haberle declarado la guerra y derrotado a España. Sin decirlo así, en adelante la Cuba independiente sería su protectorado. De ahí afrentas tan irritantes tales como la base naval de Guantánamo. Como dijo el generalísimo Máximo Gómez uno de los próceres de esta gesta, sobre la situación de su patria: “Ni libre ni independiente todavía”. De modo que era preciso continuar la lucha.
Y esa nueva condición sacó a relucir también lo peor de la condición humana; tiranos y tiranuelos que asaltando la causa de la patria e invocando el bien del pueblo como coartada, daban rienda a su ambición para lucrarse de una y otro sojuzgándolos. Contando con el concurso de la potencia del norte el nuevo colonizador, pingüe negocio de recíproca y feliz conveniencia. La flamante república sería el nuevo coto de explotación y de expoliación, de vicio, placer y negocios de toda laya, incluidos los non santos. O si no que atestigüen los legendarios Lucky Luciano y Meyer Lansky.
Pero igual salió a relucir lo mejor de ese pueblo, los que retomaron la senda trazada por Maceo, Martí y Carlos Manual de Céspedes entre muchos héroes del siglo anterior. Lo otro es historia conocida: los hermanos Raúl y Fidel Castro, el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, la tortura y asesinato de la mayoría de los atacantes y la cárcel para los sobrevivientes; el Movimiento 26 de Julio, Fidel y la histórica sentencia con la que remató su defensa: “Condenadme. La historia me absolverá”. Luego, la amnistía decretada por Batista y el exilio en México. Y aquí, los astros desde la galaxia más remota hasta la estrella más cercana, alineados para que se diera el prodigioso encuentro, el de los Castro con un joven médico que recorría el continente en plan de auscultar las dolencias de ese vasto cuerpo. Su nombre a la sazón, Ernesto Guevara de la Serna. Después, apenas El Che. El mundo entero se habría de descubrir ante esa figura a quien todos le decían así como a uno más de la casa.
Y desde allí, de ese hospitalario México donde confluyó ese grupo de patriotas del que hacía parte también el gran Camilo Cienfuegos, se embarcaron con 80 hombres más en el Granma armados y apertrechados para arribar a Cuba un 2 de diciembre de 1956 en donde iniciarían la lucha contra las tropas del sargento venido a más José Fulgencio Batista. El ejército oficial los estaba esperando, talentos de los servicios de espionaje del coloso del norte sostén del dictador. Son barridos casi todos los patriotas, y los pocos que logran escapar se internan en la Sierra Maestra. Comienza la épica y cruenta guerra de guerrillas contra un régimen que no tenía límites en la represión de quienes lo combatían. Y como es práctica de los de ese tipo en ese trance, dirigía sus acciones primordialmente contra el inerme pueblo del que sospechaba contemporizaba con los alzados.
Corta pero cruel en verdad fue esta segunda guerra de liberación. Porque esa etapa definitiva que tuvo tan penoso comienzo en el desembarco del 2 de diciembre de 1956, ya el 1º de enero de 1959 culminaba con Fidel, su estado mayor y los dirigentes revolucionarios de la ciudad marchando por las calles de La Habana, y el pueblo en frenesí volcado sobre ellas vitoreándolos y queriéndolos tocar. El sátrapa había huido la víspera a la ciudad de Miami –su verdadera patria y refugio natural de todos sus iguales-, cargando los últimos millones y el oro que en la prisa pudo saquear. Pero entonces, como un Mito de Sísifo que castigara esta bucólica tierra, la apoteosis que coronó las bizarras jornadas de la Sierra Maestra, marcaría el comienzo de una nueva guerra. Más fiera si se quiere, más larga y dañina que las anteriores, por cuenta de la potencia que se veía despojada de su joya en el Caribe. El cobro de cuentas – venganza mejor -, del imperialismo desairado. Y esto sí es cosa grave. Tal el tema del que en realidad quería versar este artículo.
Diez presidentes norteamericanos; desde Dwight Eisenhower en 1961 hasta Donald Trump en el 2020 incluido desde luego Barack Obama quien mucho hizo para endurecer el bloqueo prorrogando la vigencia de la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917, aun contando con su posterior histórica visita y encuentro con el presidente Raúl Castro el 17–XII-2014, el anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas y admisión del fracaso de la política de su país hacia la isla, diez presidentes repetimos, en dilatados cincuenta y nueve años han implementado, ampliado y profundizado un bloqueo cuya cabal caracterización es la de ser el súmmum de la arbitrariedad.
El bloqueo norteamericano contra Cuba rezuma ilegitimidad por todos los poros. Bastaría decir que es una figura que no existe en el Derecho Internacional, menos cuando no hay declarada ni de hecho, un estado de beligerancia entre las dos naciones. No están en guerra. Por eso, EE.UU tanto en la legislación que lo rubrica como en las órdenes ejecutivas que lo ponen por obra, no habla de bloqueo, sino de embargo. Pío embargo solamente. Que tampoco viene al caso porque no se trata de una medida cautelar de un país contra otro para, a la manera de como lo autoriza el derecho privado en el mundo entre particulares, forzar a la nación deudora a pagar lo debido. Al contrario: como lo dice el extracto del documento del Departamento de Estado traído en el epígrafe, se trata de producir hambre y desesperación en el pueblo. Llevar a la ruina al país, con la esperanza –es lo previsto por los teóricos de la estrategia-, de que ello producirá un grado de enfado tal en la población, que ésta se levantará contra lo que la hostigante campaña de medios -parte de la estrategia-, llama con desdén “el régimen”. ¿No le resulta sospechoso a cualquier observador que idéntica sea la política, objetivo y pregón de la campaña en curso contra Venezuela e Irán?
Este verdadero acto de guerra de EE.UU contra Cuba es sin retórica alguna, violatorio de la Carta de las Naciones Unidas, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, del Pacto Internacional de Derechos Económicos y Culturales y del de Derechos Civiles y Políticos. Igualmente de la Convención contra el Delito de Genocidio. También es un acto de guerra económica según la Declaración sobre el “Derecho de la Guerra Marítima” suscrita en Londres de 1909. Y qué no decir de los Convenios de Ginebra que no sólo proscriben el uso o amenaza del uso de la fuerza de un país contra otro, sino que dentro de las regulaciones de la guerra, -una cierta y declarada-, prohíbe las conductas dirigidas a causar hambre en la población del otro país o a afectar sus servicios hospitalarios, de salud y educación. Exactamente lo que el bloqueo causa a la población cubana.
Es por lo anterior por lo que la Resolución 2625 de 1970 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, sin ambages condenó el uso de medidas económicas, políticas o de otro tipo para coaccionar o subordinar a otro Estado, u obtener de él ventajas de cualquier naturaleza. Y desde 1992 cuando hubo la primera votación en la Asamblea General ganada con 59 votos, hasta el 2020 ganada con 187 –con la diciente negativa de Estados Unidos, Israel y el Brasil de Bolsonaro -, es unánime la posición de esa sí la verdadera “comunidad internacional”, de rechazo al bloqueo.
El agresivo asedio terminaría de inmediato, se levantaría con una orden presidencial y en cuestión de horas lloverían ríos de leche y miel sobre Cuba, en el momento en que las autoridades del país renegaran de su modelo de desarrollo y revocaran el firme ejercicio de soberanía que ejercen sobre su territorio y en materia de política internacional Y adoptaran el patrón capitalista, optando girar en la órbita del imperio. En ese instante, Cuba también dejaría de ser país patrocinador del terrorismo.
Un elemento de especial perfidia es el de su extraterritorialidad. Como si fuera poca la violación de principios del Derecho Internacional cuales son el de no intervención en asuntos de otros países, respeto a las soberanías nacionales, no incurrir en vías de hecho –amenazas, sanciones o agresiones-, y potestad de cada Estado para gozar de sus recursos como a bien tenga, el agresor prevalido de leyes nacionales, extiende el daño del bloqueo a países, empresas y personas del mundo entero. Tan estrafalario estado de cosas no resiste el análisis jurídico más elemental y repugna al sentido común del más lego en la materia.
A través de normas como la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917, la Torricelly de 1992, la Helms–Burton de 1996 y la Ley de Reforma a las Sanciones Comerciales del año 2000, los Estados Unidos se han arrogado el “derecho” -espurio como el que más-, de sancionar cualquier operación que país, empresa o persona extranjera haga con Cuba. Así, somete a multas millonarias a unos y otras, y a draconianas puniciones como impedirles negociar con EE. UU, obtener empréstitos allí, y cerrar sus puertos a las naves de esos países o empresas. Un cerco total de la isla con el mundo es la pretensión imperial. Y más: como por la globalización de la economía, cualquier gran empresa es multinacional, puede tener accionistas o directivos norteamericanos o estar en consorcio o alianza con empresas de este país, dichas sociedades tampoco podrán negociar con Cuba so pena de las mismas sanciones a ellas y sus directivos incluida la cancelación de las visas.
Y regresando por donde vinimos, en el camino encontramos el por qué ese pueblo y gobierno han podido resistir tan feroz persecución durante sesenta años, aun pagando un duro precio. Es el profundo sentido de Patria que no todos ni en todas partes tienen tan arraigado como en Cuba. Es lo que bien recoge la creación de “Ñico Saquito” con los legendarios Guaracheros, en la más universal y local de sus canciones no en balde intitulada “Patria Querida”. Allí las claves de esa resistencia: “Siento un placer tan profundo, de haber nacido en tu suelo // Porque me cobija el cielo, más precioso de este mundo// Cuba mi patria querida para ti es mi inspiración // Oh Patria de Maceo y de Martí”.
Publicado en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario