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miércoles, 10 de febrero de 2021

La (inminente) caída del Capitalismo, por Sol Di Domenico (para "Erase una vez en Peronia" nro.7 del 09-21-21)

 


por Sol Di Domenico

Si bien en esta revista y en Erase Peronia en particular nos prometimos no ser coyunturales, es necesario que esta vez comprendamos algo: el capitalismo está muriendo. Es un sistema que se encuentra destinado a la extinción. ¿Es bueno? ¿Es malo? No. Es natural. Como alguna vez dejó de funcionar el feudalismo, también dejó de hacerlo este sistema. ¿Por qué? por un postulado muy simple: Sus propias fórmulas y recetas lo llevan a la muerte. 

Lo que nos lleva a la siguiente pregunta ¿Cuáles son los límites del capitalismo?

Un límite claro es la regulación de la mano invisible del mercado. La Demanda es quien regula la Oferta y sus precios. Todo este equilibrio es llamado El Consumo. Son los Dioses del capitalismo.

La última pandemia y las sucesivas crisis de burbujas, de economías regionales irresponsables que llevaron a colapsos mundiales, como la implosión inmobiliaria en EEUU, hacen que entendamos de la peor manera el fracaso de la autorregulación y el equilibrio inexistente entre una economía real estancada que se deteriora permanentemente ante un sistema financiero implosionado y virtualizado, que también ha demostrado que puede ser falible y colapsado por usuarios coordinados desde un foro de internet. La globalización de las finanzas nos llevó al borde del abismo. Un efecto mariposa eterno, donde la baja de exportación de miel en China por razones fitosanitarias hace colapsar la economía en Latinoamérica, por exagerar un ejemplo. 

Cuando éramos más chicos, las crisis económicas nos dotaban de tiempo para recuperarnos. Teníamos una leve mejoría antes de la siguiente muerte capitalista. Unos años de bonanza. La globalización ha acelerado todo. Inclusive estos procesos. La tormenta perfecta económica que, con cada nueva ola que golpea, deja el barco más cascoteado y más enclenque. 

Ahora, amable lector, usted se preguntará por qué considero que estamos en los estertores de la muerte capitalista; pues bien, hay una explicación muy simple para eso: el aumento desmedido del desempleo y de las economías informales. La reciente pandemia nos dejó al descubierto una realidad terrible y fundamental; en los actuales niveles mundiales de desempleo y pobreza, desaparece uno de los pilares del capitalismo: la demanda. Sin dinero, sin crédito, sin trabajo; en la sociedad argentina, el 50% de los habitantes no configura demanda de los bienes más básicos por encontrarse debajo de la línea de pobreza. Ni siquiera puede proveer el sustento más básico ni un techo digno sobre su cabeza. Si estos números siguen aumentando, la demanda seguirá bajando.

El capitalismo se basa en la concentración de capital. El 1% de la población tiene el 99% de la riqueza. Aquí nos encontramos en el cuello de botella.¿ Ese 1% puede/quiere/necesita consumir para mantener la rueda del 99% de la población? La respuesta es simple: no. Claro que no. Definitivamente no. Si ellos mantuvieran la rueda para el resto de la población, la demanda no se vería afectada, por lo cual el desempleo no sería un problema, ya que existiría demanda de mano de obra para la humanidad en su conjunto. Pues no, queridos lectores, eso no ocurre.

¿Entonces el capitalismo fue un fracaso? Bueno, no. Funcionó un tiempo. Para algunos mejor que para otros. Solo está avejentado. Las revoluciones productivas/tecnológicas/sociales se aceleran y se acrecientan. Según los gurús de las innovaciones, luego de la revolución de la nanotecnología, esperábamos otra para el 2035; otra vez, se nos adelantó el mundo.  No esperaremos al 2035 para ver cómo cambiará nuestra vida. Estamos en condiciones de verlo ahora. No creo que los robots dominen el mundo; si creo que las nuevas tecnologías reemplazarán una vez más la mano de obra humana para transformarla nuevamente. Y en un mundo donde el 99% de nosotros necesitamos no uno, sino dos y a veces tres trabajos para cubrir nuestras necesidades básicas, el conflicto y la explosión social se vuelven inevitables. ¿O realmente creemos que un promedio de 7.623.000.000.000 de personas se resignarán a morir de hambre? ¿Estamos ante circos romanos donde la muerte definirá quién se queda con los pocos trabajos disponibles? Quiero creer que no. También creo que el trabajo tradicional no es la solución a estos problemas. Creo que la tan mentada utopía de la redistribución de la riqueza deberá llegar. Y el momento es ahora. ¿Qué nos depara el destino luego de una pandemia única en la historia de la humanidad? No lo sé. Solo estoy segura de una cosa, que como parte del 99% de las personas con posibilidades de morir de hambre, no me van a encontrar en la inacción de la maldición a mi suerte, de la resignación. Me van a encontrar en la calle. Revolucionando.

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