Desde la Provincia de Buenos Aires no entendemos lo que pasó. No podemos comprenderlo. Desde la provincia de Buenos Aires, y más precisamente desde el estigmatizado Gran Buenos Aires –no olvidemos lo africanizados que nos ven los ortopédicos y segregacionistas ojos de CABA- no entendemos el gesto, ni su necesidad, ni su confesión.
Y no lo entendemos porque vivimos días venturosos entre tanta desolación pandémica. No lo entendemos del todo por lo gratuito. No lo entendemos porque las vacunas, un poco más lentamente, han llegado y seguirán llegando. Porque se cumplen los renovados plazos. Porque aquí vemos cómo se contrató y se formó a un ejército de enfermerxs para llevar adelante una campaña de vacunación con sentido épico. Se dispuso la logística necesaria, engorrosa por lo extensión, compleja por la diversidad de los escenarios.
Un batallón de alegres militantes pobló esquinas explicando a los vecinos reticentes, ayudando en la escasez de recursos tecnológicos. Empleados públicos, destinados durante 2020 a repartir alimentos que el aislamiento y la crisis heredada hicieron necesarios, hoy se disponen a sumarse a un operativo sanitario sin precedentes.
Miramos azorados y no comprendemos, porque desde este humildísimo cordón hiperpoblado asistimos a una inscripción generalizada de candidatos a la vacuna, con listados públicos en que aparecen lxs abuelxs de cualquier vecino, concejal o barrendero, contador público o vendedor de galletitas. No entendemos porque desde hace 72 horas todxs tenemos a algún vecino o vecina mayor de 70 años que fue citadx o vacunadx ya. Vemos, en las escuelas asignadas por cada municipio, los movimientos entusiastas de colaboradorxs que acompañan a quienes van a vacunarse. Sabemos hasta de la meticulosa organización de “listados de suplentes” por si alguien falta a la cita y para que no se desaproveche esa vacuna recién descongelada.
Estamos viviendo días esperanzadores en este territorio supuestamente indómito. Y en ese contexto… ¡zas! En el Ministerio de Nación ocurre algo inconfesable que empaña y hasta amenaza con descorazonar. Y en ese contexto se me ocurre pensar que lo que volvió terrible el suceso fue el contexto territorial y la indecisión política.
1. El contexto territorial
Es público que en CABA, las autoridades no quieren vacunar; el confuso discurso de su ministro Quirós ha demorado la campaña de vacunación que, además, no cuenta con publicidad adecuada (¡con lo que gasta ese gobierno en aquel rubro!) y que muy tarde abrió registros que colapsan. Nadie sabe cuándo, dónde, cómo se vacunará todavía. En ese contexto de desesperación, en ese territorio donde cohabitan los edificios “nacionales”, al Ministro de la cartera nacional se le ocurre apurar la vacunación de algunos de sus ciudadanos… ¡gente acomodada! Comprendamos lo terrible de la decisión porque los vecinos directos de esos “elegidos” no tienen ni idea de cuándo les tocará a ellos porque el Señor Rodríguez Larreta se encaprichó en bajarle el precio a la gesta vacunatoria nacional y no quiere perder el apoyo de los tan buenos vecinos “antivacunas”. He ahí el centro del problema. Por eso se transforma en VIP la docena de vacunados en el ministerio. Larreta adelantó la línea y dejó en “orsai” al Ministerio de Nación. Porque si los mayores de 70 de CABA ya tuvieran su citación a vacunarse, el hecho hubiera sido equiparable a reservarle la platea diferencial a los amigos (lo que no deja de ser injusto, claramente). Pero la apelación recurrente a la “inmoralidad” de lo ocurrido se agiganta por la sencilla razón de que ningún vecino de Verbitsky tenía oportunidad de vacunarse en ese momento.
2. La indecisión política
Si en lugar de hacer como se hizo, de manera oculta, como favor personal (tan recurrente como procedimiento político en la Argentina), el Ministerio de Nación hubiera tomado la delantera política y, para apurar al malcriado de Larreta, hubiera abierto un vacunatorio en CABA, y lo hubiera hecho con una transmisión en cadena (como se merece el evento) y elegido a la azar a 100 personas mayores de 70, de cada barrio porteño, y entre ellos incluye a un famoso periodista, a un respetadísimo senador, a un mediático diputado y hasta a algún miembro del directorio de Clarín para amplificar la publicidad de un hecho simbólico extraordinario, a la luz del día y cantando el himno… en fín, si lo hubiera hecho como lo haría el PRO (si la vacuna no fuera rusa y con escenografía amarilla…) nada de este dolor profundo atravesaríamos los que apoyamos la campaña de vacunación. Eso es marketing, pero también es comunicación política y también es ganas de disputarle al poder la pelota y la cancha, en lugar de regalarles todo. Hasta un bochornoso gol en contra.
por Ricardo Krakobsky
No hay comentarios:
Publicar un comentario