Luego de la primera depuración de los precandidatos presidenciales (especialmente en el Frente para la Victoria) la campaña entró la última semana en una nueva fase de crecientes internas tanto en el oficialismo como en la oposición.
Sergio Massa ya no esconde la necesidad de sumarse a una gran interna de la oposición para tratar de licuar lo que hasta ahora se presenta como una anunciada derrota electoral.
En cuestión de horas pasó del rechazo furibundo a unas PASO ampliadas de la oposición, a apelar a la figura de su esposa, Malena Galmarini, para reclamar ese escenario a voz en cuello. Todavía resuenan aquellas palabras del suegro de Massa, Fernando "Pato" Galmarini, quien aseveró que "si Sergio se baja de la candidatura, Malena lo deja knock out".
Las cosas no están saliendo como esperaba el diputado del Frente Renovador. El acto de Vélez fue un derroche de recursos antes que el relanzamiento de su campaña, a juzgar por la sangría de aliados que sufrió desde entonces.
Esta semana perdió también al radical José Cano, uno de los primeros que había cerrado un acuerdo con el ex intendente de Tigre. Pero el candidato a gobernador de Tucumán terminó sacándose la foto con Mauricio Macri, que antes había bajado al postulante del PRO en el distrito, Manuel Avellaneda.
Así las cosas, el massismo inició una escalada para intentar disuadir a radicales y renovadores de que sólo una amplia coalición opositora podría impedir lo que suponen un inexorable triunfo del Frente para la Victoria.
Sergio
Massa ya no esconde la necesidad de sumarse a una gran interna de la
oposición para tratar de licuar lo que hasta ahora se presenta como una
derrota electoral.
El problema de Massa es la oportunidad. Macri podría haber aceptado un acuerdo como que el propone el ex intendente de Tigre seis meses atrás, pero la imagen que le devuelven las encuestas no lo incentiva a cerrar un pacto con el Frente Renovador.
En aquel momento, Massa peleaba voto a voto con Macri y Daniel Scioli el primer lugar en la intención de voto, pero hoy los números le son esquivos.
"A esta altura a Mauricio no le convence ni como candidato a gobernador", chicanean cerca del alcalde. El alcalde porteño insiste con que su propuesta política apunta a incorporar al PRO a aquellos que no hayan participado de los gobiernos peronistas y de paso busca licuar el poder de fuego de Massa porque considera que divide votos opositores y acerca al kirchnerismo al triunfo.
No todos están de acuerdo con esa mirada excluyente del alcalde. "Macri tiene una actitud de pureza genética", disparó sin medias tintas Felipe Solá, que abrió una negociación para ser el postulante en la provincia del cordobés José Manuel De la Sota. El mediterráneo es otro que no ve con buenos ojos una interna única de la oposición: una cosa es competir entre peronistas disidentes y otra sumar a radicales y al partido que mejor refleja las posiciones de la derecha en la Argentina.
El PRO mantiene su cerrazón a cerrar el acuerdo con los renovadores pese a la debilidad intrínseca en la provincia de Buenos Aires. María Eugenia Vidal no termina de arrancar en las mediciones de intención de voto. Lo que sorprendió es que a pesar de ello, el radicalismo cedió al PRO el liderazgo en un distrito que más de una vez lo tuvo como protagonista.
El espacio que lidera Ricardo Alfonsín, que se había opuesto con énfasis a un pacto con el PRO, terminó convalidando la decisión de Ernesto Sanz de ubicar a Vidal como única candidata de la nueva alianza, subsumiendo así al centenario partido a las decisiones de una fuerza que no tiene presencia territorial en el principal distrito electoral del país.
Por si fuera poco, el mendocino Julio Cobos metió la cuña y salió a advertir que el PRO, la UCR y los seguidores de Elisa Carrió no tienen todavía una plataforma de gobierno común y que por lo menos deberían acordar en cuatro o cinco puntos sobre los que trabajarían en caso de ser gobierno. El problema es que el radical no parece haber entendido la propuesta que Macri le hizo a su partido. El alcalde porteño fue claro al día siguiente de la Convención de Gualeguaychú que aprobó la alianza: "No habrá cogobierno", dijo.
Está claro que el peronismo mantiene un caudal electoral de fuste y que con esos número podría ganar los comicios de octubre, pero tampoco hay dudas de que la oposición parece formar parte del equipo de campaña del oficialismo.
Puertas adentro del Frente para la Victoria la temperatura también empezó a subir. El ministro del Interior, Florencio Randazzo, se vio envuelto en una polémica por sus dichos en el espacio Carta Abierta, cuando sostuvo que decidió ser candidato presidencial cuando Cristina Fernández se sometió a una operación por el hematoma subdural por temor a que el proyecto se quedara manco.
A partir de allí se desató una escalada de escaso vuelo político que tuvo de todo. El llanto de Karina Rabolini en un estudio de TV por la utilización política de una desgracia y la respuesta poco feliz de Randazzo: “No la vi llorar cuando se deja tocar la cola por un imitador que tiene un brazo ortopédico”. Todo, mientras la presidenta Cristina Fernández se cansa de pedirles a los candidatos definiciones sobre el futuro del país.
Es cierto que tanto el ministro como el gobernador Daniel Scioli suelen ofrecer en sus apariciones públicas sus lineamientos generales sobre una eventual gestión presidencial, pero al final del día lo que quedó fue más ruido de conventillo que debate de altura.
Mientras tanto, la verdadera pulsión, la política, circuló por debajo, expresada en gestos, algunos menores y otros no tanto, que quienes acostumbran a leer en los entresijos de las señales del kirchnerismo alcanzaron a interpretar.
La presidenta le ofreció a Randazzo micrófono y palco en el acto que abrió los festejos de la semana de Mayo. Además, su rostro apareció varias veces en el resto de las transmisiones oficiales de los últimos días. El gobernador, en cambio, no recibió el mismo trato, aunque nunca aparece marginado.
En resumen, la presidenta parece hacer todo lo posible por impulsar la candidatura de su ministro sin llegar al extremo de verbalizarlo, para evitar que una definición taxativa la condicione en el caso de un triunfo del gobernador bonaerense en las PASO.
Hay varias interpretaciones respecto de esa estrategia. Para algunos, se trata simplemente de la decisión de respaldar a Randazzo como mejor expresión del kirchnerismo puro, lo que dejaría en evidencia las diferencias de la mandataria con Scioli.
Una segunda línea interpretativa sostiene que, frente al dato consumado de que el gobernador bonaerense se quedará con la interna del oficialismo, la Casa Rosada busca limar a Scioli como mecanismo de presión para una futura negociación de cara al poroteo de la lista de candidatos.
La tercera mirada, apunta a que la tensión entre los candidatos tiene por objeto potenciar las PASO del Frente para la Victoria para atraer la mayor cantidad de votantes a las urnas y evitar así un crecimiento de la oferta opositora.
En cualquier caso, la interna entre Scioli y Randazzo parece responder por estas horas a la lógica más tradicional de las disputas políticas: el que aparece a priori con menores chances en las encuestas, busca polemizar para acortar terreno (la misma figura es extrapolable a los planteos de Massa a Macri). En cambio, quien lidera los sondeos esquiva la polémica y busca victimizarse.
Nada nuevo bajo el sol, aunque es de esperar que unos y otros –oficialistas y opositores– muestren algo más que eso.
Publicado en:
http://www.infonews.com/nota/201652/primeros-pasos-de-las-internas
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