por Aléxis Tsípras
La mayoría de ustedes, queridos lectores , ya tienen una idea
preconcebida sobre el tema de este artículo, incluso antes de leerlo.
Pido a Dios que no les afecten los prejuicios. Los prejuicios nunca
fueron buenos consejeros, especialmente durante los períodos en los que
una crisis económica refuerza los estereotipos y genera fanatismo,
nacionalismo e incluso violencia.
En 2010, Grecia ya no podía pagar los intereses de su deuda.
Por desgracia, las autoridades europeas decidieron fingir que el
problema podría ser superado con un mayor préstamo, sujeto a la
austeridad presupuestaria, que, con precisión matemática, lo que hace es
reducir drásticamente el ingreso nacional con el que supuestamente se
van a pagar los préstamos nuevos y viejos.
El problema de la insolvencia fue tratado, entonces, como un problema de falta de liquidez.
En otras palabras, Europa ha adoptado la táctica de los banqueros con
peor reputación, que no reconocen los préstamos incobrables, prefiriendo
hacer nuevos préstamos a la entidad insolvente, tratando de fingir que
el préstamo original que usted está obteniendo dará buenos resultados,
posponiendo, en realidad, la quiebra.
El sentido común sería suficiente para darse cuenta de que la adopción
de la táctica de «demorar y fingir» llevaría a mi país a una situación
trágica. En lugar de la estabilización de Grecia, Europa ha creado las
condiciones para una crisis autosostenida que socava los cimientos de la
propia Europa.
Mi partido y yo no estuvimos de acuerdo con la firma del acuerdo de mayo
de 2010, en relación al préstamo, no porque ustedes, los ciudadanos
alemanes, no nos hayan dado suficiente dinero, sino porque se nos
entregó mucho más dinero del que se debía haber entregado y mucho más de
lo que podíamos aceptar.
Ese dinero no sería, por así decirlo, una ayuda al pueblo griego, era
para ser arrojado en el agujero negro de una deuda insostenible. Tampoco
podía evitar el drástico aumento de la deuda pública griega a expensas
de los propios sino que obligaría a nuestros socios a cargar
perpetuamente con esa deuda, a expensas de los contribuyentes griegos y
alemanes.
De hecho, en menos de un año, a partir de 2011, se confirmaron nuestras predicciones.
La combinación de nuevos préstamos gigantescos y de rigurosos recortes
en el gasto público disminuyeron drásticamente los rendimientos y no
sólo no se pudo contener la deuda, sino que también se castigó a los
ciudadanos más débiles, convirtiendo a personas que, hasta entonces,
habían tenido una vida mesurada y modesta en pobres y mendigos,
negándoles, sobre todo, la dignidad.
El colapso de los ingresos llevó a miles de empresas a la quiebra, dando
un impulso al poder oligopólico de las grandes empresas que sobreviven.
Los precios han caído, pero más lentamente que los salarios, lo que ha
producido la reducción de la demanda global de bienes y servicios
mientras que la deuda continuó su inexorable aumento.
En este contexto, la esperanza de un déficit cero aceleró, fuera de
control y antes de que nos diéramos cuenta, el «huevo de la serpiente»:
los neonazis comenzaron a patrullar los barrios con la difusión de su
mensaje de odio.
La lógica de «demorar y fingir» se sigue aplicando, a pesar de su evidente fracaso.
El segundo «rescate» griego, ejecutado en la primavera de 2012, cargado
con un nuevo préstamo sobre los frágiles hombros de los contribuyentes
griegos, añadió un corte de pelo a nuestros fondos de la seguridad
social y financió una nueva cleptocracia despiadada.
Recientemente, respetados comentaristas han mencionado la estabilización de Grecia e incluso hablan de signos de crecimiento.
Por desgracia, la «recuperación griega» no es más que un espejismo que
debemos ignorar lo más pronto posible. El reciente aumento modesto del
PIB real a un ritmo del 0,7%, no indica (como se ha planteado la
hipótesis) el fin de la recesión, sino su continuación.
Piensen en esto: las mismas fuentes oficiales situaron, en el mismo
trimestre, una tasa de inflación de -1,80%, es decir, la deflación. Esto
significa que el aumento del 0,7% en el PIB real se debió a una tasa de
crecimiento negativo del PIB nominal.
En otras palabras, lo que ocurrió fue una reducción más rápida de los
precios que el ingreso nacional nominal. Eso no es precisamente una
razón para anunciar el final de los 6 años de recesión.
Déjenme decirles que este desafortunado intento de presentar una nueva
versión de «estadísticas griegas», para declarar que la crisis griega ha
terminado, es un insulto a todos los europeos.
De largo, merecen saber la verdad acerca de Grecia y de Europa. Con toda
franqueza, en la actualidad la deuda griega es insostenible y los
intereses de la misma no podrán ser pagados, sobre todo porque Grecia
sigue siendo objeto de una simulación de ahogamiento (waterboarding
fiscal).
La insistencia en estas políticas sin salida, y la negación acerca de
operaciones aritméticas simples, es muy costosa para el contribuyente
alemán y al mismo tiempo condena a la indignidad permanente a una nación
europea orgullosa.
Peor aún, de esta manera, pronto, los alemanes se volverán contra los
griegos, los griegos contra los alemanes y, obviamente, el ideal europeo
puede sufrir retrocesos catastróficos.
Como la victoria de SYRIZA, Alemania y, en particular, los trabajadores
alemanes, no tienen nada que temer. Nuestra tarea no es crear conflictos
con nuestros socios. Ni siquiera para obtener préstamos más grandes, o
el equivalente, el derecho a déficits más altos.
Por el contrario, nuestro objetivo es lograr la estabilización del país,
presupuestos equilibrados, y por supuesto el final de la gran
contracción de los más débiles: los contribuyentes griegos, en el
contexto de un acuerdo de préstamo pura y simplemente inaplicable.
Estamos comprometidos a poner fin a la lógica de «demorar y fingir», no
en contra de los ciudadanos alemanes sino con la intención de obtener
beneficios mutuos para todos los europeos.
Queridos lectores, me doy cuenta de que tras su «demanda» de que nuestro
gobierno debe cumplir todas sus «obligaciones contractuales» subyace el
tratar de evitar el temor de que, si nos dan un respiro, volvamos a
nuestras viejas costumbres.
Entiendo esa ansiedad.
Sin embargo, debo decir que no fue SYRIZA quien encubó la cleptocracia
fingiendo la lucha por «reformas» que no afectan a los privilegios
obtenidos ilegalmente. Nosotros estamos dispuestos a hacer grandes
reformas y, para ello, debemos buscar un mandato del pueblo griego y,
por supuesto, la colaboración de nuestros socios europeos, con el fin de
llevarlas a cabo.
Nuestra tarea es conseguir un Nuevo Acuerdo Europeo, a través del cual nuestra gente pueda respirar, crear y vivir con dignidad.
El 25 de enero, nació en Grecia una gran oportunidad para Europa. Una oportunidad que Europa no puede darse el lujo de perder.
Aléxis Tsípras