La marcha de los fiscales más vivos que tantos comentarios negativos ha generado entre nosotros, que somos jóvenes y no marchamos (no hay kirchnerista viejo) creo que debería dejarnos cosas buenas. No es que crea en ese mecanismo de nombre "no hay mal que por bien no venga", porque si el refrán fuese cierto, este país sería el paraíso con wifi libre. Lo que me propongo es estrujar el trapo de la realidad para sacarle cosas buenas al tan mojado homenaje. Como primera ventaja —cuántas jotas— creo que la marcha de los fiscales más vivos puede promover comportamientos más ajustados entre nosotros los kirchneristas. Quiero decir: ahora antes de estacionar el auto en una vereda sospechosa, lo voy a pensar diez veces. Que si me agarra un fiscal de estos tan vivos podría meterme en cana 20 años y encima ligarse una estatua señalando para allá, donde está el cartel de prohibido estacionar. Quizá no sea del todo justo, pero es una manera de emprolijarnos a quienes apoyamos el proyecto.
Otra ventaja, esta es más interesante, es que si algún kirchnerista deprimido andaba pensando en el suicidio, ya sabe que no es el momento. Cualquiera que evite la muerte natural será nafta infinia para meter en el motor del magnettazo. La marcha también nos debe hacer reflexionar sobre el periodismo independiente. Ahora sabemos que los perio-indies son capaces de convocar gente mayor para realizar actos tan esforzados como salir a caminar de noche bajo la lluvia para que otros –y no ellos– saquen ventaja. Con mejores causas, podríamos aprovechar esa capacidad periodística para hacer que los viejitos se hidraten los días de calor, o que le hagan caso al médico y dejen de chupar y fumar a escondidas (un tipo de conspiración que no afecta a terceros).
La marcha de los fiscales más vivos demostró también que los prejuicios de clase se pueden aplazar por un rato. Fue bueno ver gente fina que repudia a los partidos grasas escuchando con emocionado respeto a un negro gordo peronista comechoripanes sindicalista y hacerle caso cuando les pidió bajar las banderas, no lanzar consignas y hacer silencio. Es maravilloso, porque muchos de los que estaban ahí, mil veces habrán querido silenciar a los negros peronchos de los sindicatos. Y alguna vez lo habrán logrado, por ejemplo metiéndolos en cana (cosa que algunos perdonan).
Pero si usted esperaba que la lista de ventajas continuara, lamento decepcionarlo. No es infinita mi capacidad de tapar la realidad con estupideces. Y sé que este año nos la pasaremos sintiéndonos ingenuos ante la avalancha de iniquidades de esos que piden silencio para después poner sus propias palabras sobre una cantidad de energía política sin marca. Es que estas marchas son lo que podríamos llamar marchas genéricas, diseñadas para salir al mercado de la política sin identificación partidaria ni ideológica, así al día siguiente los verdaderos organizadores poniéndose en el lugar de "analistas" pueden explicarnos sus altos objetivos y amenazas.
El otro día mi mujer le hizo una broma a nuestra hija mayor y señalándole un bichito que tenía en la remera le dijo "¿Qué tenés ahí? ¡Parece un parásito!” A lo que mi hijo menor agregó "qué suerte, yo ni siquiera sé lo que es eso". Así se comportan algunos compatriotas que sentados cada uno sobre su propio barril de pólvora niegan saber lo que contiene. Pero a diferencia de un niño de seis años, ellos lo saben. Aunque, como mi hijo, se jactan de no saberlo.
Quizá lo más molesto del elemento humano bajo paraguas de la otra noche sea su convicción de ser mejores que el resto, y esa noción libérrima de haber ido por las suyas. Pero no un "vinimos por las nuestras", sino un "yo vine por las mías". Esa es la congratulación primera de un colectivo de individualistas. Su premisa básica de salir cada uno de su casa sin juntarse con nadie hasta llegar al lugar de encuentro. Un encuentro con la ilusión de conformar un nosotros sin el otro, una mera suma de otros como yo con carteles de "yo soy Nisman" o lo que sirva para reafirmar que no pertenezco a un somos.
Algunos compañeros con un agudo ataque de pluralidad bonellista, y quizá confundidos por el cansador antagonismo, proponen que se deben escuchar las demandas de estas personas de paraguas. Apasionados por una veloz lectura ilvem de Perón y de Borges creen que el peronismo es un aleph que debe contener al universo. Por lo tanto debería abrazar a los marchosos y darles un lugar en el movimiento peronista en constante expansión al infinito. Y pasan por alto una obviedad tan cósmica como que la materia no se lleva con la antimateria, ni el peronismo con el antiperonismo. El cansancio –admitamos que cansan– no es razón suficiente para confundir la Patria con una embajada, y menos con dos.
Por eso, lo mejor será romper con todas las extorsiones el 1 de marzo. (No le digamos 1M que suena a "un manhattan".) Ahí nos veremos el domingo que viene, para demostrar que somos muchos, pero sobre todo para demostrarnos qué somos, y que nadie tiene derecho a proscribirnos.
Buenos días y hasta el domingo en la calle.