Si bien es importante conocer las
principales preocupaciones de la población a la hora de encarar una
elección, cuando sólo se miran encuestas de opinión pero se carece de un
proyecto político que brinde una brújula sobre cómo resolver esos
problemas, se cae habitualmente en fórmulas mágicas con alto contenido
de maquillaje y poca consistencia técnica.
Así ha sucedido con un pretendido plan para
bajar la tasa de inflación presentado por el candidato del Frente
Renovador en la última semana. Generando una gran expectativa potenciada
por la amplificación de los medios opositores al gobierno, Sergio Massa
convocó a una conferencia de prensa donde, básicamente, el candidato a
diputado bonaerense supone que los precios se pueden disciplinar con
leyes, sin tener en cuenta los actores y las relaciones de producción y
de poder que se esconden bajo ese concepto.
A su vez, si se enumera el plantel de asesores económicos del Frente
Renovador y se analizan sus posturas previas a revistar en sus filas, se
observa que existen varias posiciones encontradas entre visiones
neoliberales, monetaristas y neodesarrollistas.
Algunas veces hablan unos y otras hablan otros, pero no se vislumbra
la existencia de un proyecto político concreto y menos que sea el
candidato Massa quien conduce a sus asesores.
En la típica puesta en escena a que nos tienen acostumbrados Mauricio
Macri y el PRO, la idea del "equipo", de "técnicos por afuera de la
política" enmascara tanto la falta de un plan consistente como la de un
modelo de país alternativo. Existe entonces un alto pragmatismo propio
de quien no tiene la responsabilidad de gobernar, combinado con medidas y
propuestas de proyectos de ley que ya habían sido presentados por otros
miembros de la oposición, por lo que resulta difícil descubrir qué es
lo Renovador que tiene este Frente.
La propuesta se basa en tres ejes:
a) la presentación de proyectos de ley para reformar el Indec;
b) la creación de un Consejo de Inversión y Desarrollo Nacional donde
participen representantes de los distintos ministerios para coordinar
las medidas de política económica; y
c) la creación del área de Reducción de la Inflación en el ámbito de la Defensoría del Pueblo de la Nación.
La problemática del aumento de precios, sus causas, la relación entre
precios, ganancia, renta y salarios; los reacomodamientos de precios
relativos, y otras pujas propias de la economía real, están presentes en
la bibliografía académica desde mucho antes de la aparición del que
fuera considerado el primer libro clásico –La riqueza de las naciones–
publicado en 1776 por Adam Smith.
Pretender bajar precios con un puñado de leyes es tan ingenuo como
revelador de la falta de vocación política para meterse en serio en su
resolución, teniendo –a su vez– más de 300 años de historia económica
que ratifican la seriedad de los análisis y debates que se han venido
planteando por décadas.
Inicialmente, se propone crear una Agencia Nacional de Estadísticas y
Censos (ANEC) y que este organismo absorba al Indec. El objetivo es que
este nuevo ente sea autárquico del poder político –la designación de su
titular no dependería del Poder Ejecutivo–, y que a su vez tenga
autonomía financiera. Luego, se lo decora con una comisión integrada por
12 diputados y 12 senadores para seguir de cerca las estadísticas
oficiales.
Sin apelar a un clásico, el que señala que armar una comisión es
justamente no querer resolver nada, cambiarle el nombre al Indec y
burocratizar más el sistema estadístico nacional es desconocer que ya
existe una fluida relación entre todos los organismos provinciales, que
en el Indec se trabaja en más de 100 programas –además del IPC– y que ya
está casi por salir a la luz el primer índice de precios nacional con
el que contará nuestro país. Por otro lado, que no dependa del Poder
Ejecutivo, ¿en qué asegura la supuesta transparencia y objetividad si ya
sabemos el poder de lobby que tuvieron los consultores privados y las
empresas que comercializaban datos hasta el año 2006? Retomaremos esta
falsa idea neoliberal de independencia del poder político como puente a
la dependencia de los poderes concentrados más adelante, cuando
analicemos el rol de los bancos centrales.
A todo esto, afirmar que se puede controlar la inflación porque
mejorarán las expectativas generadas por el nuevo ente, es desconocer
por completo todo el proceso de impulso y difusión de los aumentos de
costos y precios por toda la cadena de producción y comercialización.
Sería algo así como querer bajar la fiebre con un termómetro nuevo.
Con respecto a la idea de la creación de un Consejo de Inversión y
Desarrollo Nacional, se siguen solapando funciones y burocratizando
organismos. Habría que avisarle al candidato Massa que, a partir de
fines del año 2011, para abarcar los desafíos que conlleva la
programación de largo plazo, se creó la Secretaría de Política Económica
y Planificación del Desarrollo en el ámbito del Ministerio de Economía
que tiene idénticas funciones a las que explicita el proyecto de ley del
Frente Renovador. Por lo tanto, así como la idea de reformular el Indec
atrasa más de cinco años, la de crear un área de planificación
económica atrasa por lo menos dos.
El punto es, entonces, que lo que no los convoca es justamente el
tipo de modelo de desarrollo que plantea el gobierno nacional, donde no
existe crecimiento a secas, sino crecimiento con inclusión, se
explicitan metas de actividad y empleo y no de inflación, y donde el
Estado es quien dirige ese proceso y no las corporaciones o los círculos
de variados colores.
Si se tomaran el trabajo de analizar cómo han sido los procesos de
los países que alcanzaron niveles más que aceptables de desarrollo en
los últimos 50 años concluiría –si es que no se tienen prejuicios
ideológicos– que ha sido el Estado el actor principal, sumando al sector
privado con los mínimos consensos sectoriales necesarios.
Por último, la propuesta de una Defensoría del Pueblo antiinflación
desconoce todas las funciones que tiene actualmente la Secretaría de
Comercio Interior.
Así las cosas, en lugar de proponer nuevos organismos, sería más
provechoso para un debate en serio –que no se quiere dar– que expliquen
cuáles son sus planes para reducir la tasa de inflación. Y aquí es donde
ya el marketing no puede ocultar la realidad y aparece la frase mágica:
metas de inflación. Pero, ¿qué significa un esquema de metas de
inflación?
Para adoptar un sistema de este tipo, lo primero que deberían
proponer es revertir la reforma realizada en 2012 de la Carta Orgánica
del Banco Central que, atinadamente, incluye hoy como objetivos, en el
mismo nivel de prioridad, a la estabilidad monetaria (la inflación)
junto con la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo económico
con equidad social. Recordemos que antes de la actual reforma, con la
Carta Orgánica del menemismo, el objetivo único y fundamental era
preservar el valor de la moneda y para ello se recomienda la receta
fondomonetarista de un esquema de metas. En este sentido, cuando la
inflación sobrepasa un límite preestablecido, automáticamente se
disparan ajustes monetarios, que apuntan a atacar esa suba en detrimento
del crecimiento económico y la preservación de empleo. Detrás de este
concepto existen dos ideas que se evaden semánticamente, la del ajuste y
la de la independencia del Banco Central. Ambos conceptos van de la
mano. Cuando se apela a una supuesta independencia del BCRA del poder
político, es por todos conocido que ese tipo de anuncio es la contracara
de la dependencia del organismo de las corporaciones financieras, como
sucede en muchos países del mundo.
En particular se puede citar el caso de la Unión Europea, donde su
banco central "independiente" –pero manejado implícitamente por
Alemania– ha sido uno de los principales responsables de la actual e
interminable crisis económica, política y social que afecta a esa
región. Este argumento independentista es sostenido por el FMI y por las
corrientes neoliberales que la defienden a capa y espada. Entonces, lo
que debe hacer un banco central conducido bajo reglas de metas de
inflación es subir la tasa de interés de corto plazo cuando los precios
trepan. Este incremento de la tasa impacta de manera contractiva en el
consumo y en la inversión, lo que a su vez repercute negativamente en el
nivel de precios.
Según los economistas Asiain y Putero, "la justificación de esa regla
parte de suponer que existe un nivel medio de crecimiento más allá del
cual los precios se aceleran (la economía se recalienta) y por debajo
del cual la actividad se deprime y el desempleo se expande. Las subas y
bajas de la tasa de interés impulsadas por la autoridad monetaria
desestimulan o estimulan la inversión y el consumo financiados con
créditos, manteniéndolos en un nivel compatible con un suave crecimiento
sin tensión de precios."
En términos simples, la inflación se desacelera mediante el ajuste o
enfriamiento de la economía. Paralelamente, ese aumento de la tasa de
interés dispara el ingreso de capitales extranjeros de corto plazo, lo
que empuja a apreciar el tipo de cambio. Es decir, al final del
recorrido la inflación pudo haber bajado pero al costo de un menor
crecimiento, apreciación cambiaria y endeudamiento externo. Por esta
razón, tampoco es consistente la idea expuesta por Sergio Massa de
querer fijar paralelamente metas de inflación y de crecimiento,
justamente porque actuar sobre la primera afecta negativamente a la
segunda variable. Por lo tanto, si se fijan metas de inflación, el
crecimiento pasa a ser su variable dependiente, justamente lo contrario
al modelo actual de metas de crecimiento donde se soportan niveles de
inflación más elevados bajo el objetivo de no afectar el desarrollo
económico y el empleo.
Para concluir, conociendo al intendente de Tigre y a sus asesores, ya
sabemos cuál de las metas va a prevalecer: las de inflación de la mano
del retorno del Banco Central de los noventa. Aislar el problema
inflacionario del resto de las variables macroeconómicas e intentar
solucionarlo con leyes que sólo impulsan mayor burocracia estatal y
solapamientos con muchas de las funciones actuales de organismos
públicos y, al mismo tiempo, utilizar la política monetaria como único
medio para disciplinar precios, habla a las claras de un desconocimiento
total de cómo funciona y articula hoy el Estado nacional y sobre cuáles
son las causas reales de la inflación, que no deben buscarse en la
esfera monetaria sino en el ámbito de la economía real.
Por esta razón, el mejor plan antiinflacionario es sentar a todos los
actores y avanzar en acuerdos de precios y salarios que garanticen, al
mismo tiempo, metas de crecimiento, de inversión, de exportaciones, de
empleo y mejoras distributivas y donde la política fiscal, monetaria,
cambiaria y todo el herramental macroeconómico se dirija a apuntalar
esos objetivos. Y acá no hay magia: o el proceso lo conduce el Estado
bajo las reglas de la democracia o lo dirigen los intereses sectoriales
o, lo que es peor, los círculos y quienes detentan el compás por el
mango.
Publicado en:
http://www.infonews.com/2013/09/14/economia-97723-el-pretendido-plan-de-massa-para-no-debatir-en-serio-el-nivel-de-precios-ni-el-crecimiento-economico.php
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