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domingo, 8 de septiembre de 2013

Círculo que duerme, es cartera, por Gustavo Rosa (para "Apuntes Discontinuos" del




Piedra libre para los carroñeros
 
Con qué poco ganó centralidad el marginado Jefe de Gobierno porteño. Lo del círculo rojo puede ser una caracterización política de su asesor, Jaime Durán Barba o tal vez un recuerdo de algún trabajo de pre-escolar. Lo indudable es que logró agitar a más de una cabeza. Ni él sabe explicar su metáfora. Cada día aporta una versión diferente, acorde a sus limitaciones verbales. Enigmático es el nombre elegido: se marca con el círculo rojo lo que es peligroso o desechable. Si es el centro de poder, puede ser de hierro, de oro o de fuego. Si es una élite ilustrada, puede ser blanca o celeste. ¿Pero rojo? No deja de llamar la atención esa imagen, que también puede representar la mira que marca un objetivo a aniquilar. Como sea, despertó las lucubraciones más descabelladas. Hasta se habló de un intento destituyente con fecha y todo. Como aquel monólogo de Tato Bores de mediados de la década del 60 en el que leía las invitaciones que le llegaban para marchas revolucionarias contra el entonces presidente Arturo Illia. Una de ellas hasta incluía un pic-nic para coronar el éxito. Si lo del círculo rojo se le escapó o estaba en el libreto, ya no importa. Lo interesante es que instaló un tema que incluye algo más que geometría.
El círculo es una figura hermética, sin aristas ni fisuras que promete resguardar celosamente su interior. Vicioso o virtuoso, tiene una continuidad que abruma, pues no tiene principio ni fin. Puede ser celda, fortaleza o la manera más efectiva de rodear a una presa. Los grupos que utilizan esa denominación sienten formar parte de una selección. Ahora bien: Macri nos aportó el enigma del círculo sin haber pensado ninguna de estas cosas. El Alcalde Amarillo tampoco aclaró si lo hacía como una señal de alarma para el resto de la sociedad. Más pareció un desesperado llamado de atención hacia los integrantes de ese núcleo selecto. Una especie de “no se olviden de mí que soy más fiel que el tigrense”, con la mirada más puesta en el 2015 que en el hoy. O sí, si se tienen en cuenta las distintas teorías conspirativas que circularon en estos días.
El dirigente Luis D’elía resultó el más paranoico. En su cuenta de twitter advirtió que el Círculo Rojo se propone destituir a CFK el 8 de noviembre, por chorra o loca. Maximiliano Mei, uno de los organizadores de los cacerolazos anteriores, aseguró que algo se está hablando del tema, pero en el sentido de una gran manifestación de protesta y no de una alteración institucional. Por el contrario, pidió que los kirchneristas “se vayan tranquilos en paz en 2015, sin molestar a los demás”. Los demás, ¿serán los integrantes del círculo? En 2015, ¿a dónde nos iremos los que simpatizamos con este gobierno? Pero, como buen cacerolero, manipulado al extremo por la prensa carroñera, Mei aconsejó que “dejen un país en orden y lo que se llevan lo devuelvan antes de irse”. Interesante trabalenguas que confirma la sospecha que inspira estos movimientos protestones. Si antes de irse lo devuelven, entonces no se lo llevan. ¿Qué es lo que tienen que devolver los kirchneristas? Esa república que añoran; ese simulacro democrático que enriqueció a una minoría, los integrantes del círculo; ese statu quo que explotó en 2001. Cuando se vayan los kirchneristas, el poder volverá a las manos de los patricios que claman por la seguridad jurídica, la libertad para especular con la moneda verde, la facilidad para vaciar las arcas del Estado y el endeudamiento externo que después pagaremos entre todos. Lo que tienen que devolver los kirchneristas son las AFJP, YPF y el Fútbol, entre muchas otras cosas. Lo que tienen que devolver los kirchneristas cuando se vayan es el país entendido como coto de caza para esos saqueadores que integran el círculo rojo.
Los caceroleros, por supuesto, no pertenecen a esa élite, pero resultan funcionales a sus perversos objetivos. Tanto como los exponentes de la oposición que, de tan utilitarios, ya no se cuidan por las contradicciones en las que incurren. Si en la campaña para las elecciones primarias insistieron con la eliminación del impuesto al salario y la necesidad de gravar la renta financiera, cuando tuvieron la posibilidad de transformar en acción sus consignas, se fueron al mazo. No hay psiquiatras telepáticos para semejantes trastornos ideológicos ni inexistentes síndromes revelados desde una pantalla envenenada. Los diputados radicales, del FAP, peronistas disidentes, de la Coalición Cívica y del PRO votaron en contra de lo que proponían en la campaña. Así, cualquier electorado se desorienta. O los votantes de estas sinuosas agrupaciones son tan caceroleros como sus dirigentes. Caceroleros porque sólo están en contra de lo que se niegan a comprender, conocer y aceptar. Sólo están en contra y por eso votan cualquier cosa para manifestarlo.
Los caceroleros están en contra y eligen dirigentes caceroleros que también deben estar en contra. Individuos disconformes y desmemoriados que se distribuyen por todo el país, pero su fuente de alimentación está en la CABA. Y tanto, que están empachados de desprecio. Si subimos el mínimo no imponible, está mal. Si no lo subimos, también está mal. Si lo hace Cristina, está mal. Si no lo hace, también. Este es un proyecto razonable para no desfinanciar al Estado. Le pido a la oposición que sea razonable”, concluyó la diputada Juliana Di Tullio en medio del debate. “Si inyectamos más recursos en la economía, nos dicen que creamos inflación –explicó el diputado Eric Calcagno sobre las excusas de los opositores compulsivos- Esta medida no sólo tiene fines recaudatorios, sino redistributivos. Si dicen oportunismo, nosotros decimos oportunidad y una política de gobierno”.
En realidad, la oposición al gobierno no es crítica, sino criticona. Como matronas de barrio que se juntan en la vereda para despellejar a las vecinas que no forman parte del grupo. Con o sin motivos, desprecian, pero sobre todo, envidian. De tanto poner su destructiva mirada en el blanco de sus dicterios, se olvidan de sí mismas. En el caso de los opositores, la cosa es peor porque en sus manos está garantizar la continuidad de la recuperación de nuestro tan maltratado país. Como monigotes en oferta, tratan de atraer la mirada de ese núcleo selecto que otrora manejaba todo y ahora, sólo un poco. Como garabatos de tiza en la vereda, se desdibujan con las primeras gotas de lluvia y se transforman en los caprichos que los patricios del círculo necesitan para recuperar el control. Como espejismos en el desierto, engañan al caminante con la promesa de un sorbo de agua fresca, pero sólo ofrecen la aspereza de la arena. Por ahora están exultantes pues cumplieron con su nociva distracción. El círculo se refuerza porque avizora el triunfo. En el voto de algunos confundidos está la posibilidad de torcer el destino y arrebatar esa codiciada copa de tan perversas zarpas. Todavía queda tiempo para pensarlo. 
 
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