Imagen : de arriba a abajo y de izquierda a derecha: El general español Goyeneche con la franja albiceleste de los Borbones ; un Tallit judío ; la Virgen con el manto; la bandera griega actual; la bandera argentina de tiempos de Rosas con un azul noche, los gorros frigios y el sol encarnado; la bandera original del Reino de Grecia; la bandera del Estado de Israel; la bandera sanmartiniana del Ejército de los Andes; otro Tallit, en un tono de azul más claro. En el centro, Belgrano enarbolando la bandera.
“Siendo preciso
enarbolar bandera y no teniéndola la mandé hacer blanca y celeste conforme a
los colores de la escarapela nacional; espero que sea de la aprobación de V.E.
” . Una escueta nota con la que Manuel Belgrano
comunicó a las autoridades de Buenos Aires que había creado el pabellón
nacional argentino. Las preguntas surgen de inmediato… ¿Por qué no tenían
bandera?... ¿La habían perdido?... ¿Se la habían olvidado?...La noticia: ¿Fue
recibida con entusiasmo?....
En realidad, la cuestión es más compleja. En
junio de 1812, a
dos años del comienzo de la
Revolución de Mayo, las autoridades del Río de la Plata seguían usando el
pabellón español. Esa era la enseña que flameaba en el Fuerte de Buenos Aires,
donde nadie se animaba a pronunciar en voz alta la palabra
“independencia”. Este pabellón fue
enviado a Belgrano junto con la orden de guardar la nueva bandera.
Belgrano resistió la orden ya que se enfrentaba en combate al absurdo problema
de combatir con la misma bandera que el enemigo –como si dos equipos de fútbol
se enfrentaran usando la misma camiseta-. La creación de una bandera propia era
una necesidad práctica, pero también era un mensaje político, implicaba una
profundización del proceso revolucionario en un momento en que la influencia
dominante en el poder porteño (Bernardino Rivadavia) ansiaba exactamente lo
opuesto. Tener una enseña propia ayudaba en la construcción simbólica que
siempre es tan importante en un proceso de profundos cambios políticos, pues brinda
un universo de identificación que polariza, y obliga a alinearse a los
dubitativos.
Lógicamente, Belgrano, que fue un gran rebelde,
un gran irreverente, no le hizo demasiado caso a la orden recibida, e insistió
con tozudez en su uso: la bandera reapareció aquí y allá, hasta que finalmente
fue aceptada por las autoridades como símbolo “nacional” de un nuevo Estado que
no se proclamaría hasta el 9 de julio de 1816, que no haría una Constitución
hasta 1853, que no lograría evitar la guerra civil permanente hasta casi 1880, que
recién lograría un sistema electoral más o menos prolijo con la Ley Sáenz Peña de 1912,
y que no podría evitar los golpes de estado permanentes hasta 1983.
En los momentos de grandes transformaciones, de
cambios casi revolucionarios, es raro que las cosas se hagan con gran prolijidad. Belgrano advertía con
claridad que para profundizar el proceso revolucionario la naciente comunidad
tenía que asumir una identidad propia. Y se hizo cargo del problema dando una
bandera a las Provincias Unidas del Sud –que aún no eran claramente
“Argentina”-.
Mucho se ha discutido acerca de las
características de la bandera original. El celeste belgraniano parece haber
sido un poco más oscuro –aunque menos oscuro que el azul noche que se usaba en
tiempos de Rosas-; sobre la disposición
de los colores se duda (¿horizontal o vertical?... ¿azul, blanco y azul o al
revés?), así como sobre las razones por las que se eligieron el azul y el
blanco. Sobre esto último hay dos teorías principales, que en realidad son una
sola. Unos dicen que los colores se eligieron porque se copió el manto de la Virgen , mientras que para
otros son una muestra de adhesión a la familia real española, los Borbones, que
usaban esos colores.
Ambas explicaciones remiten a lo mismo, ya que
el color familiar de los Borbones, que se utilizaba en bandas diagonales sobre la ropa muy similares a la banda
presidencial argentina, se eligió debido al manto de la Virgen. La familia
Borbón era, en el siglo XVII, de religión calvinista, y se hicieron católicos
para asumir la Corona
francesa –que habían heredado-. El azul
claro y el blanco son colores de gran significación en las religiones
judeo-cristianas, que aparecen en el Tallit judío y en el Manto de la Virgen , así como en las
banderas de países donde el vínculo del poder estatal con la religión es
fuerte, como Israel –que copia los colores del Tallit, el manto de oración de
los judíos- o de Grecia –que heredó el
fuerte vínculo Iglesia-Estado de los bizantinos, y tiene en su bandera un campo
azul con una cruz blanca representando a la Iglesia ortodoxa-.
En definitiva, el uso de los colores azul y
blanco arrancaría en el judaísmo, que luego lo legó a los cristianos. En un
pasaje del Antiguo Testamento (Números, 15:37-41) Dios le dice a
Moisés:
«38 Habla
a los hijos de Israel, y diles que se hagan franjas en los bordes de sus
vestidos, por sus generaciones; y pongan en cada franja de los bordes un cordón
de azul.
Sea cual sea la explicación preferida, Belgrano
tuvo el mérito de diseñar la primera bandera argentina y defenderla contra una
opinión dominante, más moderada, plagada de “sentido común”, que pedía no
desafiar a un poder imperial español cuya capacidad militar todavía se temía.
Manuel Belgrano fue uno de esos personajes de
los que está plagada la historia de América Latina. Estaba muy alejado de la
perfección; era, por el contrario, un hombre común realizando tareas
extraordinarias. Era un abogado y economista metido por necesidad a militar y
político. Un hombre tozudo e irreverente que consumió su vida como una tea
luchando por sus ideales.
Estos héroes imperfectos, estos héroes humanos
con errores y limitaciones, son muy importantes. Nos enseñan que la historia no
la escriben esos personajes de ficción que nos pintaban en la historia tradicional,
puros e inmaculados, más parecidos a superhéroes de Hollywood que a personas
reales.
La historia no es relato perfecto protagonizada
por supermanes. Muy por el contrario, la
historia la escribimos y protagonizamos nosotros.
Adrián Corbella, 17 de junio de 2013
adriancorbella.blogspot.com
1 comentario:
Muy bueno
Lo más importante creo es q Belgrano era rebelde y desafío a los buróratas
LA BANDERA ES un signo claro de que de la revolución
ya no se volvía .
Mientras muchos discutían esperar y ver q pasaba en Europa los criollos revolucionarios sabían exactamente q la libertad era el objetivo y q no importaba lo q pasará afuera Eramos soberanos
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