Arriba: La Corte Suprema de Justicia es el órgano supremo en la interpretación constitucional, aunque históricamente ha cometido muchos errores. Las imágenes muestran uno de los más relevantes: la acordada de 1930 que convalidó el golpe de Uriburu y abrió la puerta a 53 años de golpes de estado...
Pisotear la Democracia para “defender la República”
Si esperaban lágrimas, súplicas, berrinches o alguna otra
muestra de debilidad, quedaron defraudados. Si en algún momento
pensaron que La Presidenta se iba a refugiar en su cucha con el rabo
entre las piernas, si sospecharon siquiera que arriaría las
banderas de la construcción de un nuevo país, los hechos muestran que
estaban equivocados. Si consideran un triunfo borrar con un codo
arbitrario y corporativo lo que se escribe con la pluma de la democracia,
deberán planear el destierro de la sardónica mueca que deforma sus rostros
desde que se conoció el fallo de Los Supremos. Porque las cartas están echadas
y en la pista se ven los pingos. Porque ahora está más claro que quienes
dicen defender la constitucionalidad de las leyes, la pisotean sin miramientos.
Porque una máscara más ha caído y deja al descubierto el peor de los rostros,
el de la más cruda hipocresía. Justicia ilegítima, injusticia ilegítima o
injusticia legítima. Con el nombre que se elija, seis de los miembros
del Máximo Tribunal sentenciaron su fecha de vencimiento.
Dos de ellos ya deberían estar presentando su
renuncia, porque su permanencia contradice lo dispuesto por la Constitución, en
el artículo 99, inciso 4. Sólo una de las tantas acordadas de la Corte
que pone entre paréntesis las disposiciones republicanas por las que
tantos se rasgan las vestiduras. Con ironía y con mucha fortaleza, CFK
presentó la realidad de los jueces como un aristocrático privilegio: "si
sos juez no pagás impuesto a las ganancias, no declarás nada, viajás a donde
querés sin informar nada”. Como un argumento por el absurdo, La
Presidenta confesó que en 2015 quiere ser jueza "para
tener una lapicera y un papel para firmar una cautelar y ¡qué me importa el
voto de la gente, qué me importan los senadores, los diputados y el
presidente!".
Pero antes de estas palabras, Cristina bailó
en Córdoba. Una danza tribal como una ceremonia de guerra. No
festejó lo ocurrido, porque los miembros de la Corte “perdieron la
oportunidad de protagonizar un proceso de cambio dentro del Poder Judicial”. Con
ese baile, La Presidenta no buscó consuelo, sino que absorbió la
energía del colectivoque la aclamaba para tomar impulso y dar los próximos
pasos. “La carga es pesada y difícil y sé que me la van a querer hacer
todavía más difícil –explicó en su discurso por el nuevo aniversario
del fallecimiento de Manuel Belgrano- porque cuando uno toca
determinadas corporaciones y poderes, enseguida viene el vuelto". “Si
mi rol en la historia es haber abierto el debate por una Justicia democrática y
legítima, estoy dispuesta a bancar todo lo que se me venga encima –desafió,
con el Monumento a la Bandera como fondo- No tengo ni miedo ni
temores, mi compromiso es con la historia, el pueblo y la memoria de
quienes dieron su vida por una Argentina mejor".
Antes del arribo de La Presidenta, los
medios rosarinos ya estaban construyendo una escenografía adversa. Los
noteros evidenciaban su indignación ante la presencia de los militantes de La
Cámpora, el Movimiento Evita, Kolina que, supuestamente, impedían el ingreso de
las familias que deseaban participar de un insípido y
despolitizado homenaje a la bandera. Pero las cámaras mostraban algo
diferente: una convivencia armónica entre unos y otros, un cálido
amontonamiento en medio de tanto frío. Al contrario, los militantes se
ubicaban con sus banderas lo más lejos posible del palco, para dejar paso a los
que asistían sin identificación partidaria. Como ocurrió el 25 de mayo en la Plaza. Eso
no lo ven porque no quieren verlo. Para ellos, las celebraciones
patrias deben ser desideologizadas, porque quieren una Historia
híbrida, descafeinada, sin conflictos.
El ex gobernador Hermes Binner es un adecuado
exponente de esta concepción. Por eso dice lo que dice. El líder del explosivo
FAP acusó al Gobierno Nacional de hacer una “utilización política del
acto oficial por el Día de la Bandera”. Y, como el pensador
sesudo que no es, advirtió que“convirtieron un acto con sentido profundo
de Patria en un acto playito”.Como nunca entiende nada, acostumbra
regalar insostenibles consignas. Para confirmar esto, agregó que “el
blanco o negro superó al celeste y blanco”. Después, vía twiter, iluminó a
sus seguidores:“suspendieron el desfile, cambiaron el himno y usaron a
Manuel Belgrano para hacer política partidaria. Pobre Argentina”. Pobre
Argentina si alguien como él accede a la presidencia, pues con su tibieza
congelaría al más ardiente. Y dejaría las puertas abiertas para los
depredadores de siempre.
Pero no es el único adicto a las
incoherencias. El diputado socialista Roy Cortina consideró que CFK “pretende
sembrar un manto de sospechas y degradar a la Corte”. Como si no
bastara el accionar de algunos de sus miembros para lograr algo así. El
diputado del GEN, Gerardo Milman, advirtió que La Presidenta “quiere
ser re reelecta violando las leyes y la Constitución”. Pero el
diputado fue más allá. “El mejor mecanismo de participación
ciudadana –afirmó- es el juicio por jurados”. Incongruente:
si –de acuerdo al fallo- el ciudadano no está capacitado para elegir
consejeros, menos lo estará para dictar sentencias.
En cambio, la vicejefa de Gobierno porteño, María Eugenia
Vidal, en su afán de defender el fallo, realizó casi una confesión. “La Constitución protege a las minorías y garantiza la
independencia de los jueces –declaró- para que ellos, que
tienen que juzgar casos de corrupción de funcionarios, no sean puestos por esos
mismos funcionarios”. En su concepción de la Justicia, la delfina de
Macri considera que la independencia de los jueces sólo es posible si
amoldan la Constitución para proteger a las minorías, que es lo que están
haciendo, precisamente. Si han sido las minorías las que han impulsado
los golpes de Estado y han hundido la economía doméstica para su propio
beneficio. La Constitución debe proteger a la mayoría de la angurria
de la minoría.
El senador Marcelo Fuentes, integrante del
Consejo de la Magistratura, destacó que “en el fallo de la Corte
subyace un triple desprecio: a la soberanía popular expresada por el voto
universal, al Congreso de la Nación en sus facultades y a los partidos
políticos en general, a los que descalifica colocándolos como condicionantes de
la independencia judicial”. Pero hay otro desprecio que el senador
omite: en la sentencia del Supremo Tribunal lo que se vulnera es la
letra de la Constitución, pues la conformación del CM depende de una ley
dictada por el Congreso.
La familia judicial ganó esta partida. Los
Supremos, por ahora, están a salvo. Pero tienen en sus manos dos casos
que los sitúan en una encrucijada: la LSCA y la cautelar de La Nación. Con
cualquier resolución que tomen cosecharán nuevos enemigos. Y ya no pueden
seguir estirando el asunto. Porque, como afirmó Cristina en
Córdoba, “la historia es indetenible. Aquellos que creen que
pueden a través de alguna resolución impedir el crecimiento y el avance
de la democracia, sepan que sólo lo podrán hacer por un tiempo”. Alineamientos
obscenos como los presenciados en esta semana dejarán cada vez más solos a los
saboteadores de este luminoso camino. Las elecciones legislativas están a
la vuelta de la esquina. Las urnas esperan la Palabra del Pueblo. Por ahora,
vociferan los que toman como una victoria el fallo de la Corte.Después,
llorarán por los rincones la derrota. Tarde, bastante tarde,advertirán
lo amarga que es la soledad que supieron construir. Los demás, celebraremos
una victoria en serio. Tal vez, la definitiva.
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