Sin reparar en códigos
Somos del primer mundo, somos. Tenía razón el “cotur”, que ahora dice que quiere volver a la convertibilidad, algo hay que decir, algo con pimienta, algo bomba o, por lo menos, granada, o granadina, como para que los periodistas lo hagan suyo y lo lleven al centro de la tapa de los diarios. Cualquier cosa menos el anonimato. Que hablen mal de uno, pero que hablen.
Somos del primer mundo, somos. Y si no, ahí está nuestro propio “Strauss Kahn” como demostración apodíctica, es decir, indiscutible, irrefutable. Lo que no sabemos todavía es quién es el Sarkozy de la opereta. Ni qué fbi participó. Si participó. Ni que mossad, ni que eme i 6. Pero que somos del primer mundo, somos del primer mundo… Y ahí está Zaffaroni como prueba, al que todavía nadie ha llamado Haffner pero pronto lo harán, tal vez hoy o mañana. Roberto Arlt los inspirará.
Poco importa ya saber si empezó la “editorial” Perfil o la fundación “La Alameda” con el operativo desprestigio y en plena campaña electoral. Lo cierto es que apuntan a la línea de flotación. Y aciertan. Procuran demoler los cimientos más sólidos del edificio construido por Néstor Kirchner a partir de 2003. Y lo hacen en plena campaña.
Sobre el movimiento de derechos humanos acertó un obús que precedió al fuego graneado que se mantiene todavía. La incolumnidad moral de Madres y Abuelas y su sintonía ideológica con el gobierno constituían, para éste, un sólido blindaje por estribor. Era difícil entrar por ahí pero no cejaron hasta que se insinuó una fisura. Pretendieron hacerla extensiva a todo el arco humanitario de la Argentina. Están en juego delitos graves y eventuales consecuencias penales no menos graves que afectarían al meollo del poder real de la Argentina. De ahí la saña. La saña tenaz y la multiforme variedad del herramental utilizado para enlodar, ensuciar, deslegitimar.
Si bien se mira, los intereses afectados por este gobierno (que son los intereses que hay que afectar para que el pueblo viva un poco mejor) están a la defensiva. El período 2011-2015 viene envenenado para todos los que se beneficiaron por izquierda con el modelo menemista y con el modelo aliancista. Sin un país endeudado, ¿de qué viven Melconián, Espert y Broda? Si la justicia va hasta el hueso, ¿qué ocurrirá con los autores de crímenes de lesa humanidad? Si estos autores son calificados empresarios, banqueros y magnates, estancieros aportantes de logística para ocultar el genocidio y/o dignatarios de la iglesia a los que se les contaminó el agua bendita, si éste fuera el caso, ¿qué futuro le aguardaría a estos dueños del país? ¿Cuál futuro a los pueblos que viven abajo?
Han decidido que no habrá códigos. Y lo primero que aconsejan los manuales de estilo es atribuir la falta de aquéllos al enemigo. Hace mucho que vienen diciendo que “los K” no reparan en nada con tal de construir poder. Y lo dicen aunque no resistan el archivo gráfico. Ahí están las fotos de todos ellos comiendo, riendo, conversando, cabalgando, navegando, caminando, departiendo, jugando, paseando, negociando, cazando y hasta encamándose con los genocidas. Ahí están las fotos. Las de quienes han pretendido y seguirán pretendiendo poner en la cabeza del votante que el movimiento de derechos humanos de la Argentina no era tan puro como parecía.
Como fracasan, apuntan ahora a babor. El barco nac & pop mantiene la proa erguida y enhiesta rumbo al primer puerto de arribo. Los perros que ladraban sin comprender cuando se hizo a la mar han devenido, ahora, cuando las cosas están más claras, tiburones hambrientos, medusas repugnantes, orcas asesinas. Todos a una, atacan por babor.
No hay prostitución ni trata. La primera presupone la existencia de un explotador, es decir, de un proxeneta. La segunda está anclada en una “prueba” que no busca probar nada sino salir en los diarios como tal prueba: habría “interconexión” entre las mujeres que trabajaban en uno y otro departamento. Un disparate. Con el mismo fundamento le pueden imputar ya mismo el mismo proceder a quien esto escribe; o a su vecino. Pero todo esto es el aspecto jurídico de la cuestión. Y en cuestiones de operaciones de inteligencia lo jurídico importa nada. La trascendencia y la eficacia del trabajo se mide en términos políticos. A propósito y con fines ilustrativos: en una operación de inteligencia no tienen por qué estar involucrados servicios. Hay operetas no gubernamentales.
¿Una negligencia la del jurista? ¿Debió haber sabido para qué se usaban los departamentos que locaba a su nombre un tercero? Tal vez. Y, por eso, humano, demasiado humano. Tan humano como atrasarse en dos cuotas del monotributo que fue, más o menos, lo que le imputaba a Zaffaroni, en 2003, la jauría que lo quería despedazar a dentelladas en aquella memorable Audiencia Pública a la que se sometieron todos los aspirantes a integrar la Corte Suprema, pues así lo había dispuesto el decreto 222/03 de Néstor Kirchner. Eugenio Raúl Zaffaroni sustituyó, en aquella oportunidad, a Julio Nazareno, el que había sido jefe de policía en La Rioja en tiempos de Onganía, esos sí que son pergaminos para llegar a la Corte.
De esa iniciativa, por cierto creativa e higiénica, del Presidente Kirchner, surgió la actual composición del máximo tribunal. Un activo del gobierno que hasta sus adversarios reconocieron y todavía reconocen. Sus adversarios, pero no sus enemigos. Y la segunda fase de la ofensiva –que viene por aire, mar y tierra- va en pos del juez Zaffaroni.
Hasta aquí y según lo que llevamos dicho, parecería que la operación de inteligencia apunta a octubre. Y hay algo de eso, ciertamente. Y lo hay porque –repetimos- entrar en 2011-2015 como Tarzán en la selva constituye, para los presuntos autores civiles de crímenes de lesa humanidad, un seguro pasaporte al infierno tan temido. Pero no sólo el rostro de octubre tienen las calumnias vertidas sobre la intachable conducta y trayectoria de Zaffaroni.
En las “guerras de cuarta generación”, como nombran los especialistas a los crímenes que los EE.UU. vienen perpetrando sobre pueblos enteros para apropiarse de sus recursos y para dominarlos preventivamente, ha cobrado entidad teórica un concepto que da cuenta de cuál es el objetivo último del militarismo desenfrenado a que se somete al mundo. Este concepto es “impedir que el enemigo se forme”. Significa actuar preventivamente para evitar la organización operativa de los excluidos del mundo y de los que ya son enemigos por el solo hecho de que viven en países que disponen de lo que los EE.UU. carecen: energía. Y, además, el capitalismo no tiene programa ni política para la mitad de la población mundial. Apuntan, entonces, y hacen fuego.
Extrapolando el esquema a nuestro país, los autores civiles de crímenes de lesa humanidad (que no son sólo las apropiaciones de niños) barruntan que 2011-2015 es el período en que sus causas aterrizarán en la Corte Suprema de Justicia. Presumen que el NO ya lo tienen asegurado en algunos magistrados. Van así, por la cabeza de unos y por la advertencia a los otros. Están procurando impedir que, en la Corte, su enemigo se forme y que, si ya está formado, se disgregue como enemigo. Avisan. Anuncian. Amenazan. Advierten. Los autores civiles de crímenes de lesa humanidad. Es decir, también los sacerdotes, los altos dignatarios eclesiásticos en el caso de que algo hayan tenido que ver con la apropiación o con los otros crímenes de lesa humanidad.
La Alameda y Gustavo Vera se hallan detrás de las denuncias. Luce muy bien este Vera en las fotos junto al cardenal Bergoglio, papable como se sabe. Google, buscador, Gustavo Vera, imágenes… y listo. Ahí están los dos. Es una amistad reciente, parece.
Si bien se mira, para un religioso no ya digamos del corte ideológico del monseñor platense Aguer, sino, incluso, de un “moderado” como Bergoglio, el juez Zaffaroni ha de ser el fruto maligno de la cópula contra natura de Belcebú con las brujas de Salem. Aborto, matrimonio igualitario, despenalización de ciertas drogas, desprisonización, abolicionismo, constituyen pócimas indigeribles para la cúpula eclesiástica que ve cómo, todos los días, pierde fieles al ritmo del incremento de la percepción popular de que la iglesia de los católicos es un emporio de la pedofilia.
No está ya más Belarmino para que arda la pira que librará a los justos del hereje y de la herejía, como en febrero de 1600, cuando el Campo di Fiori vio cómo el cuerpo y el alma del fraile dominico, un humo blanco, un humo azul, un humo negro, se elevaban hacia el cielo, a confundirse con la naturaleza y, con ella, a participar de la comunión divina. No está ya más Ludovico Taverna, el nuncio papal en Venecia, que laboró con obstinación conmovedora y acendrada bondad cristiana para que Bruno fuera llevado a la hoguera en Roma. Pero, bajo otras formas, formas de cuarta generación, la persecución continúa.
Por último, es el funcionalismo sistémico contra el garantismo. O, más bien, la guerra a este último librada en nombre de la “seguridad” y legitimando la criminalización de los “proclives” a delinquir: los pobres. El sistema punitivo debe enmarcar su acción dentro del Estado de derecho -dice Zaffaroni-. Por el contrario -replican los funcionalistas-, el derecho tiene un fin supremo: preservar la estabilidad del sistema social defendiéndolo de sus “enemigos”, es decir, debe ser un Derecho de Estado. Como los nazis. Como lo anda diciendo, hoy, en Bonn, el profesor Günther Jakobs.
Prevención, clama el jurista perseguido por el oscurantismo argentino. Represión, contesta Siro de Martini en línea con las mejores tradiciones del extinto juez Casanovas y con las del vivo Ruckauf que propuso “meter bala” a los delincuentes cuando era funcionario provincial en Buenos Aires, es decir, cuando le era exigible la máxima responsabilidad y prudencia en sus declaraciones.
La síntesis, en fin, de lo que significa Eugenio Raúl Zaffaroni para la cultura jurídica argentina y mundial la acaba de dar a conocer la Asociación Americana de Juristas citando al eminente penalista italiano Luigi Ferrajoli: "Siempre he admirado las enseñanzas de estos maestros, en particular de Raúl Zaffaroni, quien es seguramente a nivel internacional uno de los juristas más ilustres de nuestro tiempo.
Estos grandes maestros han restituido a las disciplinas penalistas la dimensión civil y democrática que tuvieron en sus orígenes con la Ilustración, dando vida -y no casualmente en Argentina, donde los horrores del arbitrio policial y de la represión política han sido más dolorosos y terribles- a un movimiento democrático y garantista de penalistas y criminólogos, que combina rigor científico y militancia cultural, reflexión teórica y pasión democrática."
Y bien. Ya matamos a Favaloro. ¿Haremos lo mismo con Zaffaroni? ¿Seguiremos dilapidando nuestro propio capital intelectual? Seguramente no. La Corte Suprema lo ha respaldado en la seguridad de que los ataques al jurista constituyen parte de una operación de inteligencia motorizada por la desesperación de quienes se ven venir la hora de rendir cuentas ante la justicia por las atrocidades perpetradas en el pasado. No obstante, algunos jueces y diputados han tomado sus recaudos. Se han declarado amigos de Zaffaroni, o casi. Ya tienen la causal de excusación por si la cosa pasara a mayores.
Mientras tanto, Zaffaroni está ahí, sometido, una vez más, al escrutinio público Transformar una negligencia menor en causal de juicio político, esa es la cuestión. Mientras tanto -decimos- Zaffaroni está ahí, como el sol, o semejante a la luna, corona de una testa inmensa, que se va deshojando en formas gualdas, roja corona de un Jesús que piensa, trágicamente dulce de esmeraldas.
Han sido cautos hasta los políticos. Hasta Carrió, lo cual es decir. Sólo desafinó, de modo rateril, el hijo de Alfonsín, hombre pequeño sin más y oportunista sin principio alguno cuando vislumbra la posibilidad de rapiñar algunos doscientos votos en la feria electoral que se avecina.
Que renuncie, exigió, para decir luego, cuando se vio en soledad, que no había dicho lo que había dicho. Que dé un paso al costado, se apresuró el deslenguado. Eso dijo, aunque lo niegue. No tenemos demasiado para decir sobre el punto. Sólo, tal vez, que su exabrupto es el homenaje que la mediocridad rinde al genio.
De cara a octubre, la madre de todas las batallas sigue su curso y no repara en códigos.
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