Arriba : Las imagenes son responsabilidad exclusiva de "Mirando hacia adentro". No acompañaban a la nota original de Página 12.
El resultado de las elecciones primarias del domingo pasado derribó varios mitos. Y confirmó la hipótesis de que los medios pueden distorsionar en mayor o menor medida la realidad. Lo que no pueden hacer es suplantarla.
En los días previos a las primarias se fueron construyendo todo tipo de imaginarios que supuestamente explicaban el ánimo de los ciudadanos como sujetos políticos. A través de interpretaciones de la realidad maliciosas y fuera de contexto, de vapulear el honor de alguna persona y tratando de imponer una agenda y titulares rayanos al panfleto político, se fue construyendo un clima enrarecido que fue confundiendo incluso a los bienintencionados y, aun más paradójico, a los propios gestores de esta impronta política. Porque tal vez los más sorprendidos del resultado hayan sido quienes apostaron, desde lo mediático, a lograr que se cumpliera la profecía.
El resultado les arrojó malas noticias. No lograron desde su virtualidad cambiar la percepción que los ciudadanos tienen de su propia realidad. Una vez más la realidad superó a la ficción. Ante el zapping de imágenes que mostraban una realidad caótica y sin rumbo, la gente prefirió mirarse en sus propios espejos que reflejan que hoy estamos mucho mejor que hace diez años, porque les devuelve crecimiento económico, inclusión social y esperanza en un futuro mejor.
Estas elecciones también pusieron en debate varias “verdades” aceptadas por los estudiosos de la comunicación. Es innegable que vivimos en sociedades cada vez más atravesadas e impregnadas de virtualidad. Y no es menos cierto que los medios contribuyen, positiva o negativamente, a moldear la percepción de esa realidad. El error, sin embargo, es pensar que la virtualidad por sí misma construye la propia realidad. Y que los ciudadanos son sólo objetos receptores de discursos y no sujetos creadores de pensamiento. Esto se ve con claridad en las nuevas modalidades de expresión y comunicación, en las cuales los seres humanos parecen más interesados en expresarse e interactuar con sus pares, que en recibir pasivamente discursos mediáticos cerrados. La práctica cotidiana demuestra una vez más ser determinante de la conciencia, y reafirmándose como la contracara y antídoto de la realidad mediatizada.
En este contexto, probablemente los principales perdedores de esta elección hayan sido algunos medios o, más precisamente, aquellos que pensaban que el poder mediático estaba por encima del poder del voto de los ciudadanos. La sociedad audiencia se impuso y demostró que el peso de los medios puede ser mucho, pero no suficiente como para lograr imponerse sobre las voluntades colectivas.
La realidad le ganó por goleada a la virtualidad, y en este triunfo ganamos todos, porque quien ganó fue la democracia. Hoy la política vuelve a estar en primer plano como herramienta colectiva de transformación social. Porque la construcción de un país más justo, equitativo e inclusivo requiere de la participación ciudadana. La sociedad argentina demostró nuevamente su versatilidad a la hora de defender sus intereses colectivos y personales. Los argentinos logramos con votos desmantelar el mito de que éramos una sociedad interpretada por otros.
En los días previos a las primarias se fueron construyendo todo tipo de imaginarios que supuestamente explicaban el ánimo de los ciudadanos como sujetos políticos. A través de interpretaciones de la realidad maliciosas y fuera de contexto, de vapulear el honor de alguna persona y tratando de imponer una agenda y titulares rayanos al panfleto político, se fue construyendo un clima enrarecido que fue confundiendo incluso a los bienintencionados y, aun más paradójico, a los propios gestores de esta impronta política. Porque tal vez los más sorprendidos del resultado hayan sido quienes apostaron, desde lo mediático, a lograr que se cumpliera la profecía.
El resultado les arrojó malas noticias. No lograron desde su virtualidad cambiar la percepción que los ciudadanos tienen de su propia realidad. Una vez más la realidad superó a la ficción. Ante el zapping de imágenes que mostraban una realidad caótica y sin rumbo, la gente prefirió mirarse en sus propios espejos que reflejan que hoy estamos mucho mejor que hace diez años, porque les devuelve crecimiento económico, inclusión social y esperanza en un futuro mejor.
Estas elecciones también pusieron en debate varias “verdades” aceptadas por los estudiosos de la comunicación. Es innegable que vivimos en sociedades cada vez más atravesadas e impregnadas de virtualidad. Y no es menos cierto que los medios contribuyen, positiva o negativamente, a moldear la percepción de esa realidad. El error, sin embargo, es pensar que la virtualidad por sí misma construye la propia realidad. Y que los ciudadanos son sólo objetos receptores de discursos y no sujetos creadores de pensamiento. Esto se ve con claridad en las nuevas modalidades de expresión y comunicación, en las cuales los seres humanos parecen más interesados en expresarse e interactuar con sus pares, que en recibir pasivamente discursos mediáticos cerrados. La práctica cotidiana demuestra una vez más ser determinante de la conciencia, y reafirmándose como la contracara y antídoto de la realidad mediatizada.
En este contexto, probablemente los principales perdedores de esta elección hayan sido algunos medios o, más precisamente, aquellos que pensaban que el poder mediático estaba por encima del poder del voto de los ciudadanos. La sociedad audiencia se impuso y demostró que el peso de los medios puede ser mucho, pero no suficiente como para lograr imponerse sobre las voluntades colectivas.
La realidad le ganó por goleada a la virtualidad, y en este triunfo ganamos todos, porque quien ganó fue la democracia. Hoy la política vuelve a estar en primer plano como herramienta colectiva de transformación social. Porque la construcción de un país más justo, equitativo e inclusivo requiere de la participación ciudadana. La sociedad argentina demostró nuevamente su versatilidad a la hora de defender sus intereses colectivos y personales. Los argentinos logramos con votos desmantelar el mito de que éramos una sociedad interpretada por otros.
Los autores son Directores de ON TV.
Publicado en :
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-174981-2011-08-21.html
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