El “Diario de Yrigoyen”. Un relato donde se mezclan historia, mito y leyenda urbana. Se dice que al Yrigoyen de 1930 sus asesores, para ocultarle la auténtica situación del país (arrasado por la crisis mundial nacida en Wall Street a fines de 1929) le hacían leer un diario “rosa”, donde todas las noticias eran buenas.
De allí en más, cuando a un gobernante lo rodea un entorno que lo aísla de la realidad y le construye un universo paralelo decimos : “le hacen el diario de Yrigoyen”.
Para muchos opositores al kirchnerismo, los medios cercanos ideológicamente al gobierno, diarios como “Página 12”, “Tiempo Argentino”, “Miradas al Sur” o “El Argentino”, canales como la TV Pública o CN23, radios como AM 870 Nacional o AM 530 La Radio de las Madres, o infinidad de blogs y revistas digitales, representan mecanismos de manipulación y ocultamiento de la “realidad” similares al Diario de Yrigoyen. A la vez piensan que esos son medios que nadie lee, mira o escucha, y que no representan a nadie.
Para esas personas la “realidad” sería lo que reflejan otros medios, más antiguos y famosos, como Clarín, La Nación, Perfil, Radio Mitre, Canal 13 o TN, entre muchos otros.
Indudablemente, la realidad es una sola, pero cada uno accede a ella sea directamente o a través de distintos medios de comunicación, y luego la interpreta con sus propios criterios e ideología, según su propia experiencia. Como la cobertura y perspectivas que tienen hoy en día unos y otros medios es muy distinta, el resultado son dos “realidades” (mediáticas) diferentes. Nos hallamos en presencia de una auténtica “guerra mediática” que genera “realidades” paralelas.
Pero esta divergencia en la interpretación de la realidad no es sólo mediática ; se agrava por cuestiones sociales y geográficas. Evidentemente, si una persona vive en Recoleta, barrio de la Capital Federal donde CFK fue derrotada, primero por Mauricio Macri y luego por Eduardo Duhalde, su percepción de la “realidad” va a ser muy distinta a la de otra persona que viva en , por ejemplo, Atamisqui, pueblo santiagueño de 9.000 habitantes en donde Cristina Fernández obtuvo el 93.25% de los votos …
Uno podría entonces preguntarse si nos equivocamos, si no hay en verdad varias realidades. Pero no es así. Más allá de que las distintas personas, según sus gustos, criterios e ideologías, según el ámbito al que pertenezcan y en el que se muevan, pueden interpretar de diferente manera la realidad, ésta es una sola.
La gran pregunta es quién es el que está leyendo el “Diario de Yrigoyen”, quien es el que recibe una información tan tendenciosa y distorsionada que altera su percepción de lo que lo rodea.
Una de las realidades mediáticas plantea un país en crisis permanente, donde todo está mal, que se hunde en un abismo sin fondo. Un país anárquico, corrupto, donde reinan la inseguridad, la inflación y la inmigración descontroladas. Repleto de funcionarios venales y despreciado por un mundo que marcha hacia otros horizontes. Un país dónde los sectores empresarios no tienen condiciones para invertir, los productores rurales padecen y se funden, y proliferan cada vez más las Villas Miseria. Un país cuya población, crispada, furiosa, ansía a toda costa un cambio de gobierno. Cualquier cambio. Donde una mayoría clara de “la gente” desea sacar a CFK del poder sin importar quién la reemplace. Pero que la “yegua” se vaya.
El otro país mediático es muy distinto. Es un país de grandes logros. Que busca integrarse a sus hermanos de América Latina y ve las crisis económicas mundiales pasar por la televisión. Una país con crecimiento a tasas chinas, con un mejoramiento de todas las variables económicas (superávit fiscal y comercial, aumento de las reservas, desendeudamiento, relación PBI/deuda, desocupación, pobreza) ; donde hay inflación, pero en la cual los salarios y el consumo aumentan mucho más. Un país donde se baten records de producción, de ventas, y de ocupación de plazas turísticas. Una Argentina internacionalmente puesta como modelo, y a la que regresan muchos que habían emigrado, incluyendo a varios cientos de científicos.
Un país donde alguna gente odia al gobierno, y otra es indiferente a él. Pero en el que existe un número muchísimo mayor que ve mejorar su situación, que tiene sueños y expectativas para su futuro, que piensa que cuando sus hijos estudien no tendrán al Aeropuerto de Ezeiza como único destino, porque cuando busquen trabajo tendrán razonables posibilidades de encontrarlo. Las que tienen esa perspectiva son las personas que apoyan con decisión, con entusiasmo, con tozudez, a este gobierno. Constituyen la mayoría de ese 50% que el 14 de agosto votó a Cristina Fernández de Kirchner.
El lector se preguntará cuál de las dos es la “auténtica realidad”. El interrogante no es tan difícil de resolver como parece. Vayamos a los hechos concretos de los últimos dos años.
El 28 de junio de 2009 se celebraron elecciones legislativas en la que el oficialismo disminuyó su caudal electoral (46% en 2007 ; 30% en 2009).
Las elecciones se celebraron en medio de una crisis mundial muy amplia, y en un ambiente social enrarecido hacia el kirchnerismo debido al conflicto agromediático del 2008. Aunque estas elecciones no fueron buenas para el oficialismo, cabe destacar que, en condiciones muy difíciles, mantuvo el primer puesto y obtuvo un 30% de los votos a nivel nacional (porcentaje nada despreciable por el cual cualquiera de los candidatos presidenciales opositores daría hoy veinte años de su vida).
En 2010 se realizaron los festejos del Bicentenario de la revolución de mayo, en un ambiente alegre, relajado, ajeno a cualquier furia o crispación. Fue la fiesta de todos.
A lo largo de este año 2011 se realizaron en Argentina una docena de elecciones provinciales y una nacional. En casi todas ganó el partido político que estaba en el poder en ese distrito, cualquiera fuera la fuerza política. Es decir : ganó el oficialismo local. La única excepción fue Catamarca, donde el oficialismo provincial tuvo un buen resultado, pero perdió frente al oficialismo nacional.
En las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias celebradas el 14 de agosto, la actual mandataria superó el 50% de los votos aventajando al segundo por casi 38%. Evidentemente, esta mitad del electorado no estuvo para nada crispado.
Si la otra mitad de la población, la que votó a fuerzas opositoras, estuviera furiosa y “crispada”, el voto opositor se hubiera polarizado en aquel o aquellos candidatos de discurso más duro, más intransigente.
Fue todo lo contrario.
Los dos candidatos más furibundos, Eduardo Duhalde y Elisa Carrió, sumaron en conjunto un 16% de los votos.
Otros dos muy críticos, Altamira y Argumedo, sumaron en total menos del 4% de los votos.
Alfonsín, con un discurso más moderado, pero prometiendo “cambio seguro”, alcanzó sólo el 12%. Es muy posible que la frase “cambio seguro” fuese muy inquietante para muchos votantes que, sin ser oficialistas, estuviesen conformes con la situación general del país.
El restante 19% quedó en manos de dos opositores, Binner y Rodríguez Saá, que fueron los más moderados, los menos confrontativos … los más cercanos al oficialismo.
Es decir que los cuatro candidatos más virulentos no llegan sumados al 20% de los votos, y si le incluimos a Alfonsin, de un perfil más “light”, apenas si superan el 30% de los votos entre los cinco.
La realidad no parece coincidir con la Argentina crispada, rabiosa, sino con la otra, con la que ve el futuro con optimismo, con esperanza.
Lo grave es que muchos políticos, comunicadores y politólogos vinculados al mundo opositor, no sólo leyeron el “Diario de Yrigoyen”, sino que, aún hoy, creen en él, y actúan en consecuencia.
Adrián Corbella, 24 de agosto de 2011.
adriancorbella.blogspot.com
De allí en más, cuando a un gobernante lo rodea un entorno que lo aísla de la realidad y le construye un universo paralelo decimos : “le hacen el diario de Yrigoyen”.
Para muchos opositores al kirchnerismo, los medios cercanos ideológicamente al gobierno, diarios como “Página 12”, “Tiempo Argentino”, “Miradas al Sur” o “El Argentino”, canales como la TV Pública o CN23, radios como AM 870 Nacional o AM 530 La Radio de las Madres, o infinidad de blogs y revistas digitales, representan mecanismos de manipulación y ocultamiento de la “realidad” similares al Diario de Yrigoyen. A la vez piensan que esos son medios que nadie lee, mira o escucha, y que no representan a nadie.
Para esas personas la “realidad” sería lo que reflejan otros medios, más antiguos y famosos, como Clarín, La Nación, Perfil, Radio Mitre, Canal 13 o TN, entre muchos otros.
Indudablemente, la realidad es una sola, pero cada uno accede a ella sea directamente o a través de distintos medios de comunicación, y luego la interpreta con sus propios criterios e ideología, según su propia experiencia. Como la cobertura y perspectivas que tienen hoy en día unos y otros medios es muy distinta, el resultado son dos “realidades” (mediáticas) diferentes. Nos hallamos en presencia de una auténtica “guerra mediática” que genera “realidades” paralelas.
Pero esta divergencia en la interpretación de la realidad no es sólo mediática ; se agrava por cuestiones sociales y geográficas. Evidentemente, si una persona vive en Recoleta, barrio de la Capital Federal donde CFK fue derrotada, primero por Mauricio Macri y luego por Eduardo Duhalde, su percepción de la “realidad” va a ser muy distinta a la de otra persona que viva en , por ejemplo, Atamisqui, pueblo santiagueño de 9.000 habitantes en donde Cristina Fernández obtuvo el 93.25% de los votos …
Uno podría entonces preguntarse si nos equivocamos, si no hay en verdad varias realidades. Pero no es así. Más allá de que las distintas personas, según sus gustos, criterios e ideologías, según el ámbito al que pertenezcan y en el que se muevan, pueden interpretar de diferente manera la realidad, ésta es una sola.
La gran pregunta es quién es el que está leyendo el “Diario de Yrigoyen”, quien es el que recibe una información tan tendenciosa y distorsionada que altera su percepción de lo que lo rodea.
Una de las realidades mediáticas plantea un país en crisis permanente, donde todo está mal, que se hunde en un abismo sin fondo. Un país anárquico, corrupto, donde reinan la inseguridad, la inflación y la inmigración descontroladas. Repleto de funcionarios venales y despreciado por un mundo que marcha hacia otros horizontes. Un país dónde los sectores empresarios no tienen condiciones para invertir, los productores rurales padecen y se funden, y proliferan cada vez más las Villas Miseria. Un país cuya población, crispada, furiosa, ansía a toda costa un cambio de gobierno. Cualquier cambio. Donde una mayoría clara de “la gente” desea sacar a CFK del poder sin importar quién la reemplace. Pero que la “yegua” se vaya.
El otro país mediático es muy distinto. Es un país de grandes logros. Que busca integrarse a sus hermanos de América Latina y ve las crisis económicas mundiales pasar por la televisión. Una país con crecimiento a tasas chinas, con un mejoramiento de todas las variables económicas (superávit fiscal y comercial, aumento de las reservas, desendeudamiento, relación PBI/deuda, desocupación, pobreza) ; donde hay inflación, pero en la cual los salarios y el consumo aumentan mucho más. Un país donde se baten records de producción, de ventas, y de ocupación de plazas turísticas. Una Argentina internacionalmente puesta como modelo, y a la que regresan muchos que habían emigrado, incluyendo a varios cientos de científicos.
Un país donde alguna gente odia al gobierno, y otra es indiferente a él. Pero en el que existe un número muchísimo mayor que ve mejorar su situación, que tiene sueños y expectativas para su futuro, que piensa que cuando sus hijos estudien no tendrán al Aeropuerto de Ezeiza como único destino, porque cuando busquen trabajo tendrán razonables posibilidades de encontrarlo. Las que tienen esa perspectiva son las personas que apoyan con decisión, con entusiasmo, con tozudez, a este gobierno. Constituyen la mayoría de ese 50% que el 14 de agosto votó a Cristina Fernández de Kirchner.
El lector se preguntará cuál de las dos es la “auténtica realidad”. El interrogante no es tan difícil de resolver como parece. Vayamos a los hechos concretos de los últimos dos años.
El 28 de junio de 2009 se celebraron elecciones legislativas en la que el oficialismo disminuyó su caudal electoral (46% en 2007 ; 30% en 2009).
Las elecciones se celebraron en medio de una crisis mundial muy amplia, y en un ambiente social enrarecido hacia el kirchnerismo debido al conflicto agromediático del 2008. Aunque estas elecciones no fueron buenas para el oficialismo, cabe destacar que, en condiciones muy difíciles, mantuvo el primer puesto y obtuvo un 30% de los votos a nivel nacional (porcentaje nada despreciable por el cual cualquiera de los candidatos presidenciales opositores daría hoy veinte años de su vida).
En 2010 se realizaron los festejos del Bicentenario de la revolución de mayo, en un ambiente alegre, relajado, ajeno a cualquier furia o crispación. Fue la fiesta de todos.
A lo largo de este año 2011 se realizaron en Argentina una docena de elecciones provinciales y una nacional. En casi todas ganó el partido político que estaba en el poder en ese distrito, cualquiera fuera la fuerza política. Es decir : ganó el oficialismo local. La única excepción fue Catamarca, donde el oficialismo provincial tuvo un buen resultado, pero perdió frente al oficialismo nacional.
En las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias celebradas el 14 de agosto, la actual mandataria superó el 50% de los votos aventajando al segundo por casi 38%. Evidentemente, esta mitad del electorado no estuvo para nada crispado.
Si la otra mitad de la población, la que votó a fuerzas opositoras, estuviera furiosa y “crispada”, el voto opositor se hubiera polarizado en aquel o aquellos candidatos de discurso más duro, más intransigente.
Fue todo lo contrario.
Los dos candidatos más furibundos, Eduardo Duhalde y Elisa Carrió, sumaron en conjunto un 16% de los votos.
Otros dos muy críticos, Altamira y Argumedo, sumaron en total menos del 4% de los votos.
Alfonsín, con un discurso más moderado, pero prometiendo “cambio seguro”, alcanzó sólo el 12%. Es muy posible que la frase “cambio seguro” fuese muy inquietante para muchos votantes que, sin ser oficialistas, estuviesen conformes con la situación general del país.
El restante 19% quedó en manos de dos opositores, Binner y Rodríguez Saá, que fueron los más moderados, los menos confrontativos … los más cercanos al oficialismo.
Es decir que los cuatro candidatos más virulentos no llegan sumados al 20% de los votos, y si le incluimos a Alfonsin, de un perfil más “light”, apenas si superan el 30% de los votos entre los cinco.
La realidad no parece coincidir con la Argentina crispada, rabiosa, sino con la otra, con la que ve el futuro con optimismo, con esperanza.
Lo grave es que muchos políticos, comunicadores y politólogos vinculados al mundo opositor, no sólo leyeron el “Diario de Yrigoyen”, sino que, aún hoy, creen en él, y actúan en consecuencia.
Adrián Corbella, 24 de agosto de 2011.
adriancorbella.blogspot.com
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