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jueves, 11 de agosto de 2011

CONCIENCIAS SOLIDARIAS E IMPULSOS EGOÍSTAS, por Alfredo Eric Calcagno (para "Miradas al Sur" 07-08-11)



Miradas al Sur .Año 4. Edición número 168. Domingo 07 de agosto de 2011
Por
Alfredo Eric Calcagno, doctor en Ciencias Políticas
politica@miradasalsur.com


El ilustre jurista Arturo Sampay escribió que “el hombre es un ser en distensión permanente entre los requerimientos de sus pasiones egoístas y los imperativos de la conciencia que le señalan el bien que debe perseguir con su obrar social” (véase su libro Las inflaciones).

En general, estas vocaciones se manifiestan por separado y determinan conductas contradictorias.

Quien está guiado por sus pasiones egoístas es probable que no se interese mucho por el bienestar de los demás.

Sin embargo, lo normal es que se busque un equilibrio que satisfaga en parte las pasiones de provecho personal y al mismo tiempo tranquilice la conciencia realizando actos que promuevan el bien común. Es raro que motivaciones egoístas generen acciones solidarias, pero hay excepciones.A veces no se trata de una división tajante entre las personas o grupos, sino de diferentes actitudes de una misma persona.

En literatura la describe el relato magistral de Robert Louis Stevenson, que concentra en un único individuo la doble personalidad del virtuoso Dr. Jekyll y el perverso Mr. Hyde.

Cuando se analiza la situación argentina actual surge una pregunta básica: ¿en ciertas circunstancias, pueden concordar las prácticas políticas concretas de “egoístas” y de “solidarios”; por ejemplo, la coincidencia en el voto? Creemos que sí.

No es que haya cambiado la conciencia humana, ni que los empresarios se hayan transformado en entidades de beneficencia. Lo que ocurre es más simple: a un grupo importante de los “egoístas” –quizá mayoritario– les conviene que gane la Presidenta Cristina Kirchner; y la gran mayoría de los “solidarios” apoya los principios que inspiran a su gobierno. Veamos por qué ocurren ambos hechos.

En el plano económico, el capitalismo tiene como eje y motor al dinero. Sería absurdo pedirles a los empresarios que hagan votos de pobreza, porque su razón de ser es la ganancia. Para ellos es fundamental que exista una política económica previsible, de eficiencia probada, que los ponga a salvo de emergencias que podrían ser ruinosas.

¿Cuál es el panorama que enfrentan ahora?Para los “egoístas”, mientras la política sea según ellos un “divertimento” local, pueden votar a cualquiera, al que les caiga más simpático, baile más acompasado o juegue con los globos más festivos; o pueden satisfacer sus fobias votando en contra del partido del gobierno. Desde su perspectiva personal, es muy poco lo que pueden perder o ganar según triunfe uno u otro.

Pero si la elección va en serio porque se elige a quienes van a gobernar, el problema es diferente. Ahí está comprometido nada menos que su dinero.Para decidir, tienen frente a frente no sólo a dos modelos teóricos diferentes, sino distintas experiencias de gobierno. No se trata entonces de comparar lo que unos y otros dicen que van a hacer, sino lo que realmente hicieron.

¿Por qué tendrían ahora comportamientos diferentes de los que ya tuvieron?

Las alternativas son claras, porque corresponden a fuerzas políticas que gobernaron hace poco tiempo y muchos de sus protagonistas participan de la actividad política actual. Las dos candidaturas opositoras más importantes son las que representan a la Unión Cívica Radical y al Peronismo Federal. Para evaluarlas, basta recordar qué hicieron cuando gobernaron.En el radicalismo, el presidente De la Rúa estuvo casi dos años en el gobierno y terminó del peor modo posible, con decenas de muertos. Su saldo es desolador: dejó al país en el peor de los mundos posibles, con grave riesgo de disolución nacional: el PIB y la inversión cayeron en picada, la mitad de la población estaba por debajo de la línea de pobreza, existían 14 monedas provinciales, los depósitos bancarios estaban bloqueados y era total la dependencia del Fondo Monetario Internacional (FMI), que ya estaba instrumentando la dolarización.

Después vino el gobierno del Dr. Eduardo Duhalde, que había sido vicepresidente de la Nación durante la época del neoliberalismo salvaje. Recibió un país en catástrofe y tomó varias medidas frente a la situación, entre ellas una fuerte devaluación; pero se trató de una devaluación asimétrica, que costó al país un nuevo endeudamiento de 47.000 millones de dólares, que estamos pagando ahora. Además, significó una fuerte caída de los salarios reales, que recién se recuperaron en diciembre de 2006.

En el pasado inmediato, ambas fuerzas políticas propusieron en el Congreso Nacional medidas que de aceptarse hubieran generado recesión económica y quiebra del Estado nacional. Dos de ellas son el 82% inmediato para las jubilaciones y el pago de deuda externa con recursos presupuestarios o con endeudamiento.

El costo del pago del 82% inmediato a las jubilaciones mínimas es de 31.000 millones de pesos, que se elevaría a 140.000 millones si la justicia entendiera que debe aplicarse a todas las jubilaciones por el principio de la igualdad ante la ley. Su pago significaría el agotamiento en corto plazo del Fondo de Garantía de Sustentabilidad, o la vuelta al fuerte endeudamiento externo, o la quiebra del Estado.

Otro tema que estuvo en el centro de la discusión es el pago con reservas internacionales de vencimientos de la deuda externa. Las alternativas de la oposición eran un nuevo endeudamiento externo, pagando tasas usurarias del 15% anual (cuando nuestras reservas devengan intereses de 0,5%); o pagar con aportes presupuestarios, lo que obligaría a generar un superávit primario del orden del 5% del PIB. Ambas eran soluciones ruinosas. La primera porque nos hubiera precipitado de nuevo en el ciclo del endeudamiento externo a tasas altas; y la segunda, porque implicaba un ajuste recesivo.

El gobierno pagó con reservas y se solucionó la situación.

El panorama de la oposición se completa con la acción de las corporaciones –en especial las mediáticas– que se sienten amenazadas por la política económica, social y cultural del Gobierno, y por la sobrevivencia de una vieja fauna, totalmente ajena a la racionalidad, que actúa por fobias, que son los gorilas, que “se niegan a pensar en nombre de un prejuicio” (caracterización de Horacio González); así, se oponen a todo lo que proponga el Gobierno, aunque su actitud contraríe al interés nacional y al bienestar de la población.

Frente a estas actitudes irresponsables, el Gobierno propone la continuidad y profundización del modelo de desarrollo con inclusión social, que comenzó en 2003. Sacó al país de la gravísima crisis que explotó en 2001 y marcó las pautas de la recuperación. En lo económico, fue la expansión y la reindustrialización.

En lo social, fue la inclusión (sobre todo por el aumento del empleo, el 96% de la población con cobertura de la seguridad social, las paritarias para fijar salarios, la triplicación de los gastos en educación).

En lo jurídico, el respeto de los derechos humanos (políticos y civiles) y la no represión. En lo judicial, el cambio en la Corte Suprema.

En lo político, el funcionamiento pleno del sistema republicano.

Prosigue la aplicación del modelo y en la actual coyuntura los “egoístas” pueden quedarse tranquilos. Continuará la política económica que en ocho años hizo crecer el PIB en 80%, aumentó la inversión interna fija del 14,3 al 24,6% del PIB, con superávit fiscal y externo, se crearon cinco millones de nuevos empleos, se jubiló a 2,4 millones de personas que no tenían los aportes suficientes y se otorgó la asignación universal por hijo que cubre a 3,6 millones de hijos de desocupados y trabajadores “en negro”; la participación de los asalariados en el ingreso subió del 34 al 44%; la inversión en infraestructura pasó de 1.097 millones de pesos en 2003 a 46.500 millones en 2011; se multiplicaron por seis los gastos en ciencia y tecnología. No corren peligro ni el desarrollo económico ni la inclusión social.

Esta confluencia entre las actitudes de los “egoístas “ y los “solidarios” significa un reflejo de racionalidad política.

Ambos grupos coinciden en votar a favor de la reelección de la Presidenta Cristina Kirchner.

Los “egoístas” porque defienden sus intereses y los “solidarios” porque propugnan el interés general.

Que así sea.



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