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domingo, 19 de julio de 2015

Modelo argentino para el Proyecto Nacional, por Aritz Recalde (para "Miradas al Sur" del 19-07-15)



por Aritz Recalde

Uno de los rasgos fundamentales del neoliberalismo fue que postuló la desaparición del nacionalismo en Iberoamérica para afirmar, en su lugar, el derecho de las potencias occidentales a imponernos su sistema social. En este contexto, perdía vigencia toda posibilidad de que nuestro país proponga un modelo nacional de desarrollo. Los gobiernos tenían que destruir su Estado y transferir su soberanía económica, política y cultural al FMI, al Banco Mundial, a los EUA o a Europa y sus multinacionales. Los intereses particulares de las potencias fueron postulados como universales. Con el neoliberalismo, cambiaba el sentido histórico de las palabras soberanía, independencia, Nación o justicia social. Malvender las empresas públicas y estratégicas con las privatizaciones era una manera de “ingresar al primer mundo”. Cerrar miles de pymes como resultado de la apertura económica y la desregulación, era una forma de “modernizarse”. La extranjerización de los planes de estudio de las escuelas o de los contenidos de la TV y el abandono del programa científico argentino, eran una supuesta tendencia natural de la “aldea global”. Bajar salarios y eliminar los derechos laborales se presentaba como un recurso para “atraer inversores”. El resultado final de este sistema y de sus justificaciones fue la catástrofe económica y social argentina del año 2001, en paralelo al enriquecimiento de los titulares de las empresas y gobiernos extranjeros.

El documento Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, de Juan Perón, representa una impugnación de los puntos de vista políticos, ideológicos, económicos y sociales del neoliberalismo. Las bases de la iniciativa se presentaron el 1 de mayo del año 1974, en el contexto de la apertura de las sesiones del Congreso Nacional. Allí, el mandatario mencionó que la Argentina necesitaba conformar, dilucidar e institucionalizar un “Proyecto Nacional”. Para alcanzar la meta, Perón propuso a los legisladores los principios vectores de un “Modelo Argentino”, que no llegó a presentarse en su versión definitiva hasta el año 1976, como resultado de la muerte temprana del presidente el 1 de julio de 1974. Perón mencionó en su discurso que el mundo estaba atravesando una “época de cambio revolucionario y de reacomodamientos” y la Argentina, luego de turbulentos ciclos de dictaduras y enfrentamientos, había iniciado la “Reconstrucción Nacional”. En tal sentido, realizó una convocatoria amplia a la unidad de clases empresarias y trabajadoras (Pacto Social) y a la acción mancomunada de los Partidos políticos de la Argentina. Perón aseveró que si fracasaba la convocatoria a la unidad nacional, el año 2000 nos podría encontrar “sometidos a cualquier imperialismo”. Había que optar entre el “neocolonialismo o la liberación”. Ésta última definición era una categoría política, económica, sociocultural, científico-tecnológica, ecológica e institucional.

En el plano político, el país tenía que alcanzar mayores grados de “decisión nacional”. Con esta finalidad, el pueblo debía organizarse en una Comunidad Nacional fortificada por vínculos de solidaridad y conciencia social. El individuo participaría en las organizaciones libres del pueblo (de trabajadores, intelectuales, empresarios, religiosos, etc.) y éstas se sumarían a la vida política nacional a través de los Partidos y de otros ámbitos como el Consejo para el Proyecto Nacional. Perón manifestó que el partido político “para que ejerza una acción eficiente, requiere no solamente del valor numérico de sus integrantes, sino también de una base ideológica explícitamente establecida. Tal aspecto podrá evidenciarse a través de una clara plataforma política, que no será otra que lo que el Partido conciba como Proyecto Nacional”. En la Comunidad Nacional los trabajadores cumplían una tarea fundamental y los objetivos de sus organizaciones según el Modelo “consisten en la participación plena, la colaboración institucionalizada en la elaboración del Proyecto Nacional y su instrumentación en la tarea del desarrollo del país”. En el plano económico, Perón postuló que había que industrializar el país y aseveró que “hay que tener siempre presente que aquella Nación que pierde el control de su economía, pierde su soberanía.” Para el presidente, la planificación era imprescindible y con esa finalidad el gobierno organizaría un sistema económico mixto, en el cual el Estado cumpliría una función empresarial estratégica. Las políticas públicas no eran meramente un “vehículo para alimentar una desocupación disfrazada”. El gobierno apostaba al ahorro y al trabajo nacional, con el objetivo de ampliar los márgenes de poder de decisión sobre la “explotación, uso y comercialización de sus recursos”. Perón sostuvo taxativamente que el capital extranjero tenía que “tomarse como un complemento y no como un factor determinante e irreemplazable.”

En el aspecto sociocultural, el Modelo impulsó la justicia social distributiva. El país alcanzaría el pleno empleo, incluyendo la participación obrera en la distribución del producto del trabajo. Perón mencionó que no era correcto hablar de los “impactantes índices de crecimiento global, si no van acompañados de una más equitativa distribución personal y funcional de los ingresos, que termine definitivamente con su concentración en reducidos núcleos o elites”. El Estado iba a ser el garante de la justicia social, sancionando y haciendo cumplir las leyes protectoras del empleo, la familia, la juventud o la ancianidad, integrando el territorio de manera federal. En el ámbito científico y tecnológico, manifestó que el país estaba exportando capacidad intelectual en paralelo a que importaba onerosamente tecnología en maquinarias y procesos industriales. El sistema científico estaba concentrado en algunos centros urbanos, era dependiente del extranjero, funcionaba en compartimientos estancos y carecía de una planificación nacional coherente y unitaria. La superación de dichas limitaciones era, para Perón, un tema estratégico, atendiendo que “sin base científico tecnológica propia y suficiente, la liberación se hace también imposible”. En el plano ecológico, denunció que las “llamadas sociedades de consumo son, en realidad, sistemas sociales de despilfarro masivo”. En este sistema económico irracional, el Tercer Mundo aportaba los recursos naturales a los países tecnológicamente avanzados. Producto del accionar del despilfarro la humanidad “mata el oxígeno que respira, el agua que bebe y el suelo que le da de comer”. Perón destacó que la solución no era meramente argentina, sino que era una cuestión que tenía que movilizar al conjunto de países del mundo. Finalmente, postuló que la Argentina necesitaba un gobierno y un Estado fuertes y eficientes a la vez. Ello implicaría superar la ideología liberal del “Estado mínimo”, en paralelo a que se construiría una “administración pública vigorosa y creativa”. Según adelantó, el Estado no era meramente un factor de empleo y es por eso que “construir las instituciones primero y conferirle funciones después ha dado lugar al nacimiento de burocracias que, sin objetivos claros, concluyen siendo un fin en sí mismas y sirviendo sólo a la autoconservación”.

El punto de vista de Perón tiene una actualidad plena, tal cual lo demuestran los programas políticos de afirmación nacionalista de la última década en Bolivia, Argentina o Venezuela. La posibilidad de profundizar los principios del Modelo Argentino estará dada por la voluntad y capacidad política de las organizaciones libres del pueblo.

Publicado en:
http://www.miradasalsur.com.ar/2015/07/19/revista/opinion-modelo-argentino-para-el-proyecto-nacional/

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