Una lectura superficial de un resultado consiste en ver simplemente quien ganó y quien perdió, y, en el mejor de los casos, analizar los porcentajes y la diferencia del primero con el segundo. Este tipo de mirada no nos aclara demasiado los porqués de dicho resultado, ni nos permite avizorar como esos votantes pueden actuar en una elección posterior. Para analizar en profundidad una elección y poder leer en ella toda la información que brinda hay que mirar un poco más, comparar todo, ver no sólo el porcentaje sino el número de votantes, comparar con otras elecciones anteriores, hacer todo un trabajo que es vital para entender lo que estamos viendo. Eso trataremos de hacer con las elecciones de CABA de este año, sobre todo teniendo en cuenta que aún faltan en ese distrito dos elecciones más (las PASO nacionales y la elección nacional) y quizás una tercera (o sexta: el ballotage nacional).
Arriba: Pinchar la imagen de la Tabla para poder leer bien los datos.
En la tabla que acompaña a esta nota, podemos comparar las tres elecciones celebradas en CABA en este año: las PASO, la primera vuelta y el ballotage locales. Las tres fueron ganadas por el PRO, con porcentajes muy disímiles. Pero, cuando uno compara la cantidad de gente que votó al PRO en las diversas instancias aparece una sorpresa. La primera es que, pese a ganar claramente en las PASO, y que mucha gente suele luego de conocer el resultado “jugar a ganador” en la segunda instancia, los votos amarillos disminuyeron tanto en la primera vuelta como en el ballotage. El 47,3% de la primera elección fue logrado con 863.219 votos; el 45,5 de la primera vuelta representó mucho menos: 818.964 votos; mientras que el 51,6% que le permite a Horacio Rodríguez Larreta ser elegido Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se logra con apenas 860.802 sufragios -2400 menos que en las PASO-. Con menos votos que en la primera elección, el partido amarillo pudo subir de un 47,3% a un 51,6%. Aquí se ve claramente que quienes no fueron a votar o no votaron “positivamente” –por un candidato- terminaron votando por el calvo sucesor de Mauricio Macri. Esto se observa comparando los votos no positivos de las tres instancias: la suma de votos en blanco, impugnados, recurridos y nulos fue de 40.000 en las PASO, de 41.000 en la primera vuelta, y de 106.000 en el ballotage. Esta diferencia de 65.000 votos no válidos adicionales en la instancia decisiva es MAYOR a los 54.475 que le permitieron a Larreta derrotar a Lousteau. Todos aquellos que votaron en blanco, no votaron, o recurrieron a artimañas para que les anularan el voto (escribirlo, raspar el chip, u otras) son tan responsables de una nueva victoria amarilla en la ciudad como si hubieran puesto en la urna un voto por el ya electo Jefe de Gobierno PRO.
Hay otras conclusiones que pueden sacarse de estos números. La mejor elección del PRO fueron las PASO (863 mil votos). En las dos instancias siguientes bajó: 818 mil en la primera vuelta, 860 mil en el ballotage. Esto parece indicar un techo del voto amarillo en la ciudad, muy por debajo de los 900 mil votos, que parece difícil de superar incluso en una instancia de ballotage. Frente a un candidato kirchnerista duro, seguramente podrían hacerlo. Frente a un candidato parecido al perfil ideológico PRO, pero con un color distinto del amarillo, ese techo es impenetrable. Esto indica un consistente descontento de muchos votantes porteños con la administración de estos últimos años, y brinda grandes posibilidades electorales tanto para candidatos opositores distintos de Macri –sobre todo Stolbizer y Massa- como para el propio candidato del FpV, Daniel Scioli, cuyo perfil moderado lo acerca bastante al tipo de candidato buscado por el votante porteño promedio.
La enseñanza que nos deja esta elección sirve para siempre. El voto debe ejercerse de manera responsable, eligiendo en primera instancia lo que más nos gusta, y en ocasión de un ballotage en el que nuestro candidato no participa, conformarse con lo menos malo. Es fácil desprenderse del problema no votando o votando en blanco. Pero nos estamos engañando. Cualquier cosa que hagamos, votemos o no votemos, votemos positivamente o en blanco, estamos influyendo en la elección. SIEMPRE ESTAMOS VOTANDO, aún cuando nos quedamos cómodamente en nuestras casas. Entonces, si no es posible evitar votar, hay que pensar bien y elegir lo mejor dentro de la oferta que concretamente tenemos. Cuando no lo hacemos, nos quedan 4 años, 1461 largos días para arrepentirnos…
Adrián Corbella
21 de julio de 2015
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En la tabla que acompaña a esta nota, podemos comparar las tres elecciones celebradas en CABA en este año: las PASO, la primera vuelta y el ballotage locales. Las tres fueron ganadas por el PRO, con porcentajes muy disímiles. Pero, cuando uno compara la cantidad de gente que votó al PRO en las diversas instancias aparece una sorpresa. La primera es que, pese a ganar claramente en las PASO, y que mucha gente suele luego de conocer el resultado “jugar a ganador” en la segunda instancia, los votos amarillos disminuyeron tanto en la primera vuelta como en el ballotage. El 47,3% de la primera elección fue logrado con 863.219 votos; el 45,5 de la primera vuelta representó mucho menos: 818.964 votos; mientras que el 51,6% que le permite a Horacio Rodríguez Larreta ser elegido Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se logra con apenas 860.802 sufragios -2400 menos que en las PASO-. Con menos votos que en la primera elección, el partido amarillo pudo subir de un 47,3% a un 51,6%. Aquí se ve claramente que quienes no fueron a votar o no votaron “positivamente” –por un candidato- terminaron votando por el calvo sucesor de Mauricio Macri. Esto se observa comparando los votos no positivos de las tres instancias: la suma de votos en blanco, impugnados, recurridos y nulos fue de 40.000 en las PASO, de 41.000 en la primera vuelta, y de 106.000 en el ballotage. Esta diferencia de 65.000 votos no válidos adicionales en la instancia decisiva es MAYOR a los 54.475 que le permitieron a Larreta derrotar a Lousteau. Todos aquellos que votaron en blanco, no votaron, o recurrieron a artimañas para que les anularan el voto (escribirlo, raspar el chip, u otras) son tan responsables de una nueva victoria amarilla en la ciudad como si hubieran puesto en la urna un voto por el ya electo Jefe de Gobierno PRO.
Hay otras conclusiones que pueden sacarse de estos números. La mejor elección del PRO fueron las PASO (863 mil votos). En las dos instancias siguientes bajó: 818 mil en la primera vuelta, 860 mil en el ballotage. Esto parece indicar un techo del voto amarillo en la ciudad, muy por debajo de los 900 mil votos, que parece difícil de superar incluso en una instancia de ballotage. Frente a un candidato kirchnerista duro, seguramente podrían hacerlo. Frente a un candidato parecido al perfil ideológico PRO, pero con un color distinto del amarillo, ese techo es impenetrable. Esto indica un consistente descontento de muchos votantes porteños con la administración de estos últimos años, y brinda grandes posibilidades electorales tanto para candidatos opositores distintos de Macri –sobre todo Stolbizer y Massa- como para el propio candidato del FpV, Daniel Scioli, cuyo perfil moderado lo acerca bastante al tipo de candidato buscado por el votante porteño promedio.
La enseñanza que nos deja esta elección sirve para siempre. El voto debe ejercerse de manera responsable, eligiendo en primera instancia lo que más nos gusta, y en ocasión de un ballotage en el que nuestro candidato no participa, conformarse con lo menos malo. Es fácil desprenderse del problema no votando o votando en blanco. Pero nos estamos engañando. Cualquier cosa que hagamos, votemos o no votemos, votemos positivamente o en blanco, estamos influyendo en la elección. SIEMPRE ESTAMOS VOTANDO, aún cuando nos quedamos cómodamente en nuestras casas. Entonces, si no es posible evitar votar, hay que pensar bien y elegir lo mejor dentro de la oferta que concretamente tenemos. Cuando no lo hacemos, nos quedan 4 años, 1461 largos días para arrepentirnos…
Adrián Corbella
21 de julio de 2015
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