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domingo, 19 de julio de 2015

VIEJAS PATOTAS, por Carlos Barragán (para "Tiempo Argentino" del 19-07-15)

Arriba: El zorro pierde el pelo pero no las mañas... Los que se meten en casa ajena, son siempre los mismos...


Víctor Hugo habrá creído que estaba durmiendo. Una pesadilla. Atiende el teléfono y su mujer le dice “El Colorado de Clarín está acá y dice que nos va a tirar la puerta abajo para entrar a casa”. O a lo mejor no. No creyó que era una pesadilla y pensó que su mujer lo estaba cargando. Y entonces habrá lanzado una carcajada sonora y le habrá dicho “¡Vos siempre me hacés reír! Pero no jodas con esas cosas, que estos tipos son capaces”. ¿Son capaces? Habrá pensado. No, porque serán unos mafiosos pero no son tan estúpidos.

Real Madrid versus Boca Juniors. Macri le vende los derechos de transmisión a Clarín. Millonadas. Es el año 2000 y la Argentina no da más de hambre y de angustia. Macri y Clarín hacen negocios enormes con la peste que nos arrasa. La peste es el liberalismo. Que el que puede pagar, que vea fútbol. El que puede pagar que vaya al médico. El que puede pagar que vaya a la escuela. El que puede pagar que tenga seguridad privada. Todo se privatiza. Todo se le quita al pueblo. Los derechos se transforman en mercadería que compra el que puede. Y casi nadie puede, porque el liberalismo dice que va a modernizar al país. Y para modernizar hay que vender empresas. Y las empresas modernas no necesitan empleados. La categoría “empleado” también es cosa del pasado. Y Víctor Hugo rescata esa mañana en Canal 7 un pedacito de todo lo que se le robó al pueblo. Y el castigo empieza su largo camino. Víctor Hugo viola la propiedad privada, las imágenes que pertenecen a otro. Pertenecen al que las robó de manera legal. Como los campos extensos de nuestras familias patricias. Campos que nunca pagaron pero que son legalmente de ellos. Por eso Víctor Hugo cuando roba lo robado se enfrenta a la lógica de los amos. Y frente a todo el mundo expone eso que ahora parece tan obvio y que por aquellos años se veía confuso.

Es tan simbólico el allanamiento a la casa de Víctor Hugo que hasta parece un invento berreta.

Víctor Hugo no se confunde. Sabe quiénes son los chorros de verdad. Macri y Clarín venden lo que es de otros. Macri vendió las imágenes de un partido de fútbol. Donde él ni siquiera juega. Pensemos qué es una imagen. Como Clarín, que vende las imágenes de la calle: un choque, una manifestación, un allanamiento. Cosas que se ven. Cosas que para verlas no hace falta el dinero sino tener ojos y ganas de mirar. Una televidente lo llama a Víctor Hugo aquel día del 2000. Le dice que en la televisión -todo el día- ella puede ver sangre, desesperación y malas noticias. Eso lo puede ver gratis, dice la mujer. El fútbol en cambio, hay que pagarlo. Está claro. Las imágenes y el relato de la tragedia del país era para todos. Desgracia para todos. Los peores momentos para las mayorías son los mejores para esa minoría. La misma que gracias a que se tiraba gente al río se quedó con la imprenta más grande del país: Papel Prensa.

Y Víctor Hugo aplicó una dosis homeopática de lo que después el kirchnerismo impuso de manera terminante: recuperar para el pueblo lo que es del pueblo. Piero lo dijo. La pelea es la misma, por eso me gusta insistir en que el liberalismo no es cosa del pasado. Sino que este gobierno cumple con la tarea de repeler las fuerzas del liberalismo todos los días, todas sus horas. El liberalismo conservador y antipopular está acá conviviendo con nosotros. Latente. Somos portadores sanos de liberalismo de mercado. No nos curamos de él, porque no hay cura contra eso. Y por eso los síntomas: los ataques a Cristina, al resto del gobierno, a todas las medidas que se toman, a los que las apoyamos públicamente, y a Víctor Hugo especialmente. Porque él fue un precursor.

Pasaron 15 años de aquello. Y ahora este hombre se convirtió en uno de los símbolos que mejor representan la Argentina nueva. Por eso lo atacan con saña. La cuestión no es la libertad de expresión -que viene siendo una especie de daño colateral de los ataques de Magnetto-. La cuestión es la persecución política. Y para eso tienen sus perros de caza. Esa parte del Poder Judicial que todavía les responde para aplicar sus propias leyes que se resumen en una sola: la ley del más fuerte.

Es tan simbólico el allanamiento a la casa de Víctor Hugo que hasta parece un invento berreta. Esas patotas que ayer entraban con la fuerza de Estado terrorista, hoy entran con los vestigios de aquel Estado: con una orden judicial. De jueces que son juez y parte de la vieja banda. Esa banda que es la misma que encarcela a un cacique de los quilmes en Tucumán para quitarle a su pueblo su Ciudad Sagrada que con cinismo llamamos Ruinas de los Quilmes. Patotas cobardes como las que en Santiago del Estero roban tierras echando a sus dueños a tiros. Protegidos por jueces y policías. Antes fueron los dueños del país. Hoy les quedan estas patotas aisladas, desesperadas por volver a controlar todo. Por volver a controlar la democracia. Y quieren que Víctor Hugo pague su desobediencia como una especie de principio del fin de este período. Pero no entienden nada. Porque Víctor Hugo ya no es una persona desobediente. Víctor Hugo somos millones.

Publicado en:
http://www.infonews.com/nota/235004/viejas-patotas

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