Arriba: MAÑANA es el BICENTENARIO DE LA PRIMERA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA EN EL RIO DE LA PLATA...
El 9 de julio de 1816, en la norteña ciudad de San Miguel de Tucumán,
representantes de algunas provincias del antes llamado “Virreinato del Río de la Plata” proclamaron la
independencia de éstas tierras respecto
de España “y de toda otra dominación extranjera”. El Acta de Tucumán fue un
episodio más de una comedia de enredos, plagada de marchas y contramarchas, que
venía de lejos, y que no concluyó ese día.
Las autoridades surgidas de la Revolución de Mayo de
1810, además de gobernar en nombre del rey español, mantuvieron izada en el
Fuerte de Buenos Aires la bandera española hasta 1815. Es conocida la odisea
que sufrió Manuel Belgrano desde el 27
de febrero 1812 tratando de imponer la
enseña celeste y blanca que nos identifica como comunidad nacional, bandera que
el triunvirato le ordenó guardar para seguir usando la española.
En el año XIII se convocó la famosa
“Asamblea” que pretendía proclamar la independencia y aprobar una Constitución.
No hizo nada de eso. Apenas se aprobó el uso del himno y la escarapela, no
lográndose un acuerdo respecto a los otros temas. Pero la Asamblea generó una
consecuencia muy negativa: la ruptura entre las autoridades centrales de Buenos
Aires y los caudillos federales del Litoral, que en ese entonces estaban
comandados por el oriental José Gervasio Artigas.
Los federales de Artigas eran intransigentemente republicanos, querían
“apurar” la declaración de independencia,
establecer el sufragio universal, evitar el predominio político de
Buenos Aires, y hacer reformas socio-económicas en favor de los trabajadores
rurales. Este conflicto entre centralistas y federalistas que arrancó en 1813
fue mutando, pero ensangrentó a Argentina hasta casi 1880.
Las luchas por la independencia tuvieron
éstas contradicciones: grandes alianzas continentales como las soñadas por
Bolívar, San Martin o Monteagudo fueron simultáneas con conflictos regionales
muy feroces (que no sólo se dieron en Argentina). Las discusiones eran
múltiples: primero entre reformistas e independentistas, o entre monárquicos y
republicanos. Luego la puja se centró en los modelos políticos, sociales y
económicos que se adoptarían.
El 29 de junio de 1815, hace 200 años
exactamente, representantes de Entre Ríos, Corrientes, las Misiones, Santa Fe, la Banda Oriental (hoy
Uruguay) y Córdoba proclamaron en “Arroyo de la China” (la entrerriana
Concepción del Uruguay) la independencia de estas tierras. Nacía la “Liga de
los Pueblos Libres”, primer organismo político “argentino” (rioplatense)
independiente.
Un año después, en Tucumán, representantes
de Buenos Aires, Santiago del Estero, algunas provincias altoperuanas
–bolivianas, diríamos hoy- las provincias argentinas del Norte y el Oeste, y
nuevamente Córdoba, declararon la Independencia de las “Provincias Unidas en
América del Sud”.
Dos independencias. Ninguna con el país
completo o con el nombre actual. Ambas
incluyendo territorios que entonces estaban unidos, pero que hoy son
“extranjeros” –al menos si nos tomamos en serio las fronteras nacionales-.
Nuestra
historia ha sido siempre así. El consenso absoluto no existe,
porque los seres humanos siempre tenemos
diferencias. Ninguna comunidad está
exenta de contradicciones, de pujas.
Los hombres que lograron nuestra independencia
no son recordados porque hayan sido
perfectos, seres sin mácula. Pasaron a la historia en la medida en que lograron
sortear esas contradicciones y alcanzar grandes objetivos que eran comunes a la
mayoría de los integrantes de nuestra comunidad. No somos independientes porque un puñado de diputados firmaron un
documento un 9 de julio en San Miguel de Tucumán. Es más complejo. Y más
básico.
La independencia fue un logro colectivo del
que participaron figuras tan diversas como Moreno, San Martín, Saavedra,
Castelli, Monteagudo, Belgrano, Güemes, Artigas, Dorrego, Juana Azurduy, y un
centenar de caudillos altoperuanos olvidados (Padilla, Camargo, Muñecas, Lira,
Warnes, De Cáceres, Méndez, Chinchilla y tantos otros) que defendieron con
fiereza y en la mayoría de los casos hasta la muerte la actual frontera Norte,
mientras San Martín combatía en Chile y Perú, y luego mientras Bolívar y Sucre
completaban la independencia de Bolivia en 1825. Junto a éstos líderes
ofrendaron su sangre miles y miles de anónimos criollos, gauchos, indios y
africanos. Multitud de héroes que dejamos caer en el olvido.
La lucha por la independencia “argentina”
fue un logro colectivo y latinoamericano, no exento de contradicciones . Esa
independencia se debe defender día a día en una lucha que, como lo fue por
aquellos años, excede nuestras fronteras y tiene una dimensión continental.
Como dijo hace ya 107 años don Manuel
Ugarte, uno de los tantos pensadores olvidados de la Argentina:
“Abandonemos la idea errónea de que la época de la independencia fue una edad fabulosa y que sus hombres no pueden ser imitados jamás”
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