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domingo, 9 de febrero de 2014

LA ESPECULACIÓN CON LOS ALIMENTOS, por Graciela Pérez (para "Miradas al Sur" del 09-02-14)


Miradas al Sur. Año 7. Edición número 299. Domingo 9 de Febrero de 2014
 
Los precios no se rigen por la oferta y la demanda. La ONU reconoce que se debe afianzar el mercado interno.
A partir de la caída estrepitosa de las hipotecas subprime, los bancos, fondos de alto riesgo, etc., comenzaron a especular con las materias primas y el aumento del precio de la comida aprovechándose de mercados globales profundamente desregularizados”, afirmó la activista catalana y autora de diversos libros sobre consumo responsable, Esther Vivas.
Por primera vez en la historia, más de mil millones de personas se van a dormir sin lo suficiente para alimentarse. Según la ONG de cooperación para el desarrollo Intermón Oxfam, si la tendencia actual se mantiene, para 2050 la demanda global de alimentos puede incrementarse en un 70% y más de dos tercios de la población mundial vivirán en países de bajos ingresos. La misma ONG confirma que el 1% de la población estadounidense concentra el 95% del crecimiento tras la crisis de 2008, y gran parte de esa riqueza está en paraísos fiscales.
En las zonas pobres, el costo de los alimentos puede llegar a suponer para los hogares más vulnerables hasta el 70% del gasto familiar y cualquier suba del precio deriva en un aumento del número de personas en situación de extrema pobreza.
Es sabido: siempre hubo especulación, pero como resultado de la desregulación de años recientes, ésta aumentó a una velocidad alarmante. En el quinquenio entre 2003 y 2008 la inversión en índices vinculados con el negocio de las materias primas se multiplicó por veinte, subiendo de 13 mil millones a 260 mil millones de dólares. Cuando hay tanta especulación, los postulados de la economía liberal clásica de oferta y demanda ya no tienen aplicabilidad.
Esto es precisamente lo que sucede en el mercado de alimentos, donde los inversores especulan y provocan que los precios suban por encima de su valor real. Entre las prácticas operativas se encuentra el acaparamiento directo o, lo que es lo mismo, el almacenamiento y mantenimiento fuera del mercado de un producto a la espera de que suba su precio.

Las disputas de estos días entre los exportadores sojeros y el Gobierno Nacional por la liquidación de sus cosechas, llevó al oficialismo a elevar la cotización del dólar con respecto al peso y a permitir la venta de divisas para atesoramiento de particulares.
Hay quienes vieron en ello una presión de la “Patria sojera” para lograr una devaluación mayor que los beneficie aún más, en detrimento del trabajador que percibe su salario en pesos. Mientras tanto, otros percibieron una conspiración para erosionar al kirchnerismo.
La capacidad de maniobrabilidad del oficialismo logró acordar, finalmente, que las cerealeras liquidaran este mes dos mil millones de dólares.
La persistencia de esta dinámica pone a la autoridad monetaria en la disyuntiva entre convalidar cierto retraso cambiario, reduciendo la presión inflacionaria –pero a riesgo de socavar una de las bases del régimen macroeconómico– o devaluar nominalmente el peso más allá de lo aconsejable o bajo condiciones no del todo controladas en relación con su impacto en los precios internos y la distribución del ingreso. Con esto, se procura sostener el tipo de cambio en un nivel competitivo, pero retroalimentando el proceso inflacionario.
Las consecuencias especulativas son tanto más graves para los países en desarrollo cuanto que el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial los empujan a priorizar los mercados externos y a abandonar los cultivos autóctonos. A regañadientes, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo reconoce que “para aplicar una estrategia de crecimiento sostenible hay que basarse más en la demanda interna” y lanza un llamado a “reconsiderar el modelo de desarrollo basado en las exportaciones”.
Además, el informe revela que con un crecimiento medio de 3,2%, la recuperación económica de 2013 fue desigual en el continente, y destacan por encima de la media a Brasil y la Argentina, gracias al fortalecimiento de la demanda interna y el cambio en las políticas macroeconómicas.
Eduardo Gudynas, investigador del centro latinoamericano de Ecología social (Claes) de Montevideo, sostiene que en este modelo “el papel principal lo cumplen las empresas transnacionales y el Estado impone regalías y tributos para derramar hacia el resto de la sociedad”. No obstante, Gudynas aclara que algunos gobiernos latinoamericanos tratan de contener al capital.
Salir de un esquema basado únicamente en la extracción de recursos naturales no resulta tarea sencilla. Más de una vez se la escuchó a la Presidenta acudir a la burguesía nacional para que incorpore valor agregado. Prueba de ello fue en la última reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) donde Cristina Kirchner afirmó que en el combate contra la desigualdad “no hay otro camino que agregar valor a las materias primas para generar trabajo”.
Soledad Barruti, autora del libro Malcomidos, aduce que el 57% de las tierras cultivables están ocupadas por soja transgénica y que un 90% se exporta para alimentar animales en China o generar biocombustibles. “Alcanza con darse una vuelta por la verdulería: cada vez hay menos variedad y los precios parecen incontenibles”, comentó Barruti.
Ya en marzo de 2012, en una entrevista que cediera a Tiempo Argentino Marie Monique Robin, periodista y directora del documental El mundo según Monsanto, advertía sobre las consecuencias de una matriz productiva basada en el monocultivo. “Si en el mundo hay mil millones de personas que sufren hambre, es justamente a causa de este modelo, que llevó a la concentración de la tierra. La soja lleva a la Argentina al hambre y a la dependencia total”, afirmó Robin.
En la otra esquina, Gustavo Grobocopatel, el llamado “Rey de la soja”, asegura que en Suramérica se trabaja para alimentar al mundo. “Si uno critica a la soja está contra los pobres, de esos pobres que empezaron a comer, porque antes en Asia mucha gente vivía con una taza de arroz por día y ahora puede comer pollo, puede comer cerdo”, dijo el empresario.
En estos días, la política económica transcurrió entre depreciaciones, suba de tasas y convergencia del tipo de cambio. Las preocupaciones que se fueron incrementando fueron alrededor de que si hay depreciación los exportadores mejoran su poder adquisitivo ya que comercian un producto que se intercambia por divisa. Por otro lado, algunas industrias de menor capital intensivo podrán ganar espacios de competitividad. Otros, generalmente dependientes de los bienes de capital y accesorios, verán encarecidos sus insumos. Por ende, la mayor preocupación recae sobre los trabajadores de ingresos fijos y en pesos y que no pagan impuestos a las ganancias (90% de los trabajadores registrados).
A los agentes del esquema agro-financiero –que ahora organizados bajo una mayor concentración operan desde los centros comerciales y otros sectores económicos dejando de ser tomadores de precios a nivel internacional, para pasar a ser en el período de post-convertibilidad formadores de precios–, poco les importa el pueblo.
La Sociedad Rural Argentina así expresó su pensamiento: “Conviene más especular con la inflación y el dólar que producir”. Por esa razón, a estos sectores económicos no les interesa si la depreciación afecta a la vida cotidiana de los trabajadores, utilizan esto de excusa.
La relevancia del acuerdo de precios y de una regulación en los costos de proveedores, pero también el desafío de lograr una distribución de productos agroalimentarios en manos del Estado para evitar las posibles remarcaciones de precios, es fundamental para evitar una baja del poder adquisitivo en la población.
Otra salida posible, de la que muchos empresarios no quieren ni oír, es el artículo 14 bis de la Constitución Nacional. Garantizar por la vía legislativa el derecho constitucional a la participación de los trabajadores en las ganancias podría constituir un paso importante en la institucionalización de un esquema perdurable y progresivo de negociación de precios y salarios.
“El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor (…) participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección”, dice el artículo en cuestión.

No se trata de izquierdas o derechas, sino de respetar un artículo constitucional. Una herramienta importantísima para evitar las especulaciones en bienes tan básicos como los alimentos.

Publicado en:
 http://sur.infonews.com/notas/la-especulacion-con-los-alimentos
 

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