INTRODUCCIÓN
Manuel Belgrano es uno de los principales
próceres argentinos. Pero, durante décadas, su figura fue amoldada a una
perspectiva ideológica que no era exactamente la suya y, por lo tanto, se
ocultaron facetas vitales de su personalidad, como por ejemplo su rico
pensamiento económico. El que
probablemente haya sido el primer economista argentino fue reducido a la
condición de creador de la bandera, y de militar improvisado, valiente pero algo
chapucero, en las guerras de la independencia.
Hace pocos años que esas facetas omitidas
de Belgrano han comenzado a destacarse. Este trabajo es un pequeño aporte al
respecto.
EL PRIMER HETERODOXO
El pensamiento económico de Manuel Belgrano
mostraba facetas diversas. Las influencias presentes en su ideario, aunque múltiples , están integradas en sus escritos
de una forma bastante personal.
El pensamiento de Manuel Belgrano no
respondía con exclusividad a ninguna de las ortodoxias económicas de su tiempo.
La influencia fisiocrática, muy manifiesta
en sus primeros escritos, era más
aparente que real. Belgrano compartía con los fisiócratas y con otras
corrientes antimercantilistas una serie de argumentos teóricos ; pero esto no permite asimilar completamente el
pensamiento belgraniano a la fisiocracia.
Por otra parte, Belgrano no puede
considerarse un antimercantilista pleno. De hecho, en él es evidente la
influencia de mercantilistas tardíos, como es el caso del italiano Antonio
Genovesi. Más difícil de ubicar ideológicamente, es la influencia de autores
hispanicos, entre los que se cuentan neomercantilistas con ideas afines a las
de Genovesi, como Ulloa, y teóricos más recientes con ideas similares a las
defendidas por los miembros de la
Escuela de Quesnay, como Gaspar Melchor de Jovellanos.
En Belgrano era también destacable la
influencia de Adam Smith, la cual se manifiesta exclusivamente en los artículos
del Correo de Comercio. Recordemos que en la época en la que escribió las
Memorias consulares aún no había leído La Riqueza de las Naciones.
En este sentido, resulta difícil en
ocasiones establecer cuál era el origen de determinadas ideas que aparecían en
Belgrano, ya que pudo haberlas tomado de distintos autores, o haberlas
desarrollado por cuenta propia.
Es importante resumir las concepciones
fundamentales que tenía Belgrano sobre la economía, marcando, por otra parte,
las similitudes y diferencias existentes en cada tópico entre el pensamiento
del creador de la bandera y las concepciones de las distintas “ortodoxias”
económicas vigentes en su época.
Aunque se distinguen en el pensamiento
económico de Belgrano dos fases cronológicas sucesivas es difícil fechar algunos de los artículos del
Correo de Comercio, los cuales, si bien son posteriores a las Memorias
consulares posiblemente no hayan sido escritos en 1810-1811 (fecha en la que
fueron publicados). Luis Roque Gondra, remitiendo a la Autobiografía de
Manuel Belgrano, destacó el hecho de que el prócer se refirió a los artículos
como a unos “papeles” que habría entregado a Vieytes (1). Esto hace pensar en
notas escritas por Belgrano antes de 1810. De hecho, algunos de los artículos
parecen elaborados pensando en cambios económicos globales del Imperio español,
indicio que podría confirmar esta hipótesis. Así en las Memorias consulares de
1796, 1797 y 1802 aparecía la idea de una división del trabajo entre la
península y América. Es interesante destacar que en las Memorias no hay ninguna
evidencia de que Belgrano hubiese leído a Adam Smith, quien desarrolló
pormenorizadamente aquel concepto. En rigor, tiende a aceptarse que Belgrano
leyó La Riqueza
de las Naciones con posterioridad a 1797, por lo que resulta difícil
identificar el origen de esta idea de la división del trabajo en Belgrano.
El proyecto mencionado consistía en mejorar
la industria textil peninsular, a la que las colonias proporcionarían materias
primas (lino, cáñamo, algodón) y mercados (2). Belgrano proponía una
industrialización limitada en territorio americano. En otras palabras, la España europea y la
americana eran consideradas, en conjunto, en un amplio plan de reformas
económicas. Es decir que, en la época en que escribió estas Memorias, Belgrano
aceptaba la unidad del Imperio y mantenía su proyecto reformista dentro de este
marco. En este sentido, parece adecuada la posición de José Chiaramonte para
quien la independencia emergió como la última alternativa impulsada por los
intelectuales rioplatenses tras el fracaso de los proyectos enmarcados en el
orden existente (3).
Por su parte, Luis Roque Gondra, trató de encontrar una propaganda
revolucionaria subyacente en algunos artículos que rescataban formalmente la
unidad del Imperio. Un buen ejemplo, al que se refiere el propio Belgrano en su
Autobiografía (4), era el aparecido el 19 de mayo de 1810 (5).
En lo que respecta a la filiación
ideológica del pensamiento económico de Belgrano , existían, como vimos,
algunos rasgos muy marcados de antimercantilismo, aunque resulta difícil
rastrear el origen exacto de los mismos. Así, por ejemplo, criticaba la
concepción mercantilista que consideraba el oro y la plata como la verdadera
riqueza, rescatando el valor de las actividades productivas, planteo que lo
acercaba a los fisiócratas y a otros críticos del colbertismo (6). Su
concepción del dinero como una mercancía estaba tomada expresamente de Adam
Smith (7).
Otro rasgo antimercantilista del prócer era
su crítica a los monopolios, aunque aceptaba en algunos casos privilegios
exclusivos. Su concepción según la cual el interés individual era el móvil
económico principal era semejante a la sostenida por los fisiócratas, los
liberales ingleses y Jovellanos, aunque debe destacarse tampoco en esto su
postura era unilateral (8), pues en ocasiones derivaba hacia un “humanitarismo
social” que había tomado de los teóricos italianos del Settecento, como destaca
adecuadamente Gianello (9).
De la misma manera, su antimercantilismo
aparecía matizado con citas de Genovesi y con concepciones tales como la del
comercio “activo” y el comercio “pasivo” de raigambre mercantilista.(10)
Manuel Belgrano tampoco seguía plenamente
el ideario fisiocrático, aunque la influencia quesnaysiana era en él bastante
evidente. Si bien defendía la importancia económica de las actividades
productivas frente a la concepción mercantilista que sólo consideraba
importantes a los metales preciosos, el concepto belgraniano de “actividad
productiva” resultaba distinto al de Quesnay.
Para los fisiócratas únicamente la
agricultura era productiva mientras que el comercio y la industria, estériles,
sólo eran útiles en la medida en que actuaban como actividades subsidiarias de
aquella. Según esta concepción las autoridades debían evitar proteger
artificialmente al comercio o a la industria, ya que esto afectaría
negativamente a la agricultura.
Belgrano, por el contrario, sostenía una
posición bastante distinta. Si bien en muchos de sus escritos otorgaba alguna
preeminencia formal a la agricultura como principal actividad económica (11),
en su pensamiento jamás aparecía con claridad la categorización de la agricultura como única actividad
productiva, ni tampoco la concepción según la cual el comercio y la industria
resultaban económicamente estériles.
En Belgrano la aceptación de esta
preeminencia formal de la agricultura se combina con la defensa de una teoría
en virtud de la cual las distintas actividades económicas tenían recíproca
interdependencia. Esta visión de Belgrano parecía una fusión de las
concepciones fisiocráticas y de la teoría de Bernardo de Ulloa (12), quien
sostenía la mutua dependencia del comercio y la industria.
La influencia del mercantilismo tardío, muy
notoria en Belgrano, y el ámbito socio-económico rioplatense, crecientemente
comercial, le impedían al creador de la bandera calificar, sin más, al comercio
como actividad “estéril”.
En este sentido, Gregorio Weinberg sostenía
que Belgrano representaba a los hacendados, labradores y a los sectores del
comercio “nacional” no monopolista ; el objetivo del entonces Secretario del
Consulado sería “demostrar la coincidencia de intereses de esos grupos que a
veces chocaban entre sí” (13). Consideramos adecuado relacionar esta situación
con los recurrentes intentos de Belgrano de demostrar la interdependencia de
las distintas actividades económicas.
También la estructura socio-económica
rioplatense pudo haber influido en él evitando que su defensa de la agricultura
fuera tan enérgica como la realizada en Francia por Quesnay. Belgrano se ocupó
en cambio de un mejor aprovechamiento de la producción ganadera, de ahí
iniciativas como la de las curtiembres (14).
De todas maneras, Belgrano no desatendió
los problemas específicos de la agricultura. En su opinión, la transformación
agraria necesitaba una reforma del régimen de propiedad de la tierra. El
creador de la bandera sostuvo en relación a este problema una posición en
virtud de la cual era necesario multiplicar el número de propiedades, aunque
respetando las ya existentes (15). Como solución de compromiso tendiente a
evitar las expropiaciones compulsivas, el Secretario del Consulado proponía le
enfiteusis (16) -al igual que Jovellanos
(17)- para aquellas tierras que no fueran puestas en explotación por sus
propietarios. En esta cuestión también resultaba manifiesta la influencia del
pensamiento de Pietro Verri (18).
Su concepción de la interdependencia de las
actividades económicas, llevaba a Belgrano a ocuparse por igual del desarrollo
de la agricultura, la ganadería, la industria y el comercio.
Belgrano dio en sus escritos una gran
importancia a la industria (19), aunque es necesario aclarar que a veces bajo
el término “industria” englobaba a la manufactura y a las actividades
artesanales (20).
Su posición respecto al desarrollo de la
industria no era siempre homogénea. En ocasiones afirmaba que no debía forzarse
la industrialización, pues “la industria se establece por sí misma” (21). Sin
embargo, proponía en otros artículos una promoción de la actividad industrial
concediendo privilegios exclusivos limitados (22) o a través de la política
comercial y arancelaria -recordemos, por ejemplo, las Nueve Máximas inglesas
que toma del italiano Antonio Gen ovesi (23)-.
La importancia de la industria radicaba
para Belgrano en el valor que se adicionaba a la materia prima al procesarla ,
y en el trabajo generado a consecuencia de este procesamiento –trabajo que
daría empleo a la mano de obra local- . (24)
El plan industrial de Belgrano no se
limitaba a una agroindustria complementaria de las actividades agropecuarias
(como es el caso de las curtiembres). Manuel Belgrano defendió la importación
de materias primas extranjeras con el fin de manufacturarlas (25).
Esta valoración belgraniana de la industria
no puede separarse del contexto internacional del que el prócer era muy consciente
. En uno de sus artículos, el ex Secretario del Consulado analizaba teóricamente
las implicancias que podría tener para la economía mundial la existencia de una
única potencia industrial. Para Belgrano, este único “Taller del Mundo” sería
el país económicamente dominante (26).
Otra de las preocupaciones fundamentales de
Belgrano era el comercio. Su definición del comercio no resultaba demasiado
homogénea, ya que por un lado daba las definiciones de comercio de Galiano
(27), Genovesi (28) y Melon (29), mientras que en distintas oportunidades el
concepto de “comercio” se confundía con el de “economía” o el de “actividades
económicas” (30).
Belgrano se ocupó tanto del comercio
exterior como del interior. Además de fijar los principios de la política
comercial que él consideraba adecuada , escribió extensamente sobre el problema
del comercio de granos.
Manuel Belgrano consideraba que el comercio
interior y el exterior debían manejarse según principios disímiles. Para dar un
ejemplo, es importante señalar que, en
su opinión, no todo tipo de comercio era
positivo. El ex Secretario del Consulado aceptaba la diferenciación entre
comercio “útil” (activo) y comercio “perjudicial” (pasivo) (31). Esta
distinción era típicamente mercantilista y aparecía en autores como Gerónimo de
Uztariz (32).
La libertad total del comercio jamás fue puesta
en duda por Manuel Belgrano. De esto es un buen ejemplo su posición sobre el
comercio de granos. En este ramo de comercio Belgrano predicaba una política de
laissez faire. Proponía la venta libre de los productos agrícolas (33).
El Estado debía abstenerse de fijar los
precios de los cereales. El producto de la tierra debía ser considerado como un
objeto de comercio, permitiéndose la “natural” circulación de los granos dentro
del territorio (34). En este tópico Belgrano seguía a Adam Smith, quien insistía
en la necesidad de considerar a los cereales como un objeto de comercio (35).
Proponía, además, establecer almacenes
particulares de granos para permitir una adecuada ganancia del comerciante, sin
la cual no existiría el comercio (36).
La argumentación de Belgrano favorable al
comercio libre de granos se asemejaba a la de Genovesi. Este comparaba el
comercio de trigo con el de vino (37), sin establecer distinciones por el hecho
de que el producto en cuestión fuera vital para la alimentación de la población.
Jovellanos, por el contrario, defendía el
comercio libre de cereales en el mercado interno español, pero tenía serias
objeciones respecto a la exportación libre de los mismos (38). Aunque, como el
mismo confesó, había leído tres veces La Riqueza de las Naciones (39), la posición del
autor de la Ley Agraria
en relación a este tema difería sustancialmente de la de Smith.
La postura de Belgrano frente a este
problema parecía acercarse a la de Genovesi, a la fisiocrática y a la de Adam
Smith, aunque debe tenerse en cuenta que la exportación de granos no parecía en
el Río de la Plata
de 1810 una posibilidad demasiado viable a corto plazo.
En opinión de Manuel Belgrano el comercio
interior de granos y de otros productos debía ser estimulado. El Estado debía apoyar
el progreso del comercio interno emprendiendo obras de infraestructura
(caminos, puentes, canales, etc.) (40)
Si bien Belgrano era plenamente favorable a
la libertad del comercio interior y del de granos, no defendía con igual
énfasis una absoluta libertad del comercio exterior (41). En este sentido
parece correcta la interpretación de Emilio Coni quien afirmó que Belgrano sólo
era partidario del “libre comercio” en un sentido muy restringido(42).
El creador de la bandera, en uno de sus
artículos, explicó en forma extremadamente detallada los beneficios de una
política arancelaria proteccionista (43). Incluso, en un artículo publicado en
septiembre de 1810 Belgrano defendió el principio de la intervención estatal en
la regulación del comercio (44). Este pensamiento tenía poco de liberal o
fisiocrático ; en rigor era de claras connotaciones mercantilistas.
Los objetivos generales de la política
comercial defendida por Belgrano están reunidos en las llamadas “9 Máximas
Inglesas”, que el ex Secretario del Consulado había tomado de Antonio Genovesi.
Debe aclararse que en las Memorias citaba las Máximas 16 y 25 de Quesnay (45),
donde postulaba una política comercial más librecambista. Pero, en verdad, la
concepción general del Belgrano maduro, del Belgrano del Correo de Comercio,
era, en este tópico, claramente neomercantilista.
Con las “9 Máximas Inglesas” de Genovesi,
Belgrano defendía la exportación de productos industriales que debían
manufacturarse tanto con materias primas nacionales como con materias primas
importadas al efecto (Máximas 1, 2 y 3). Según estos mismos principios debía
establecerse una política arancelaria proteccionista, evitándose la importación
de productos suntuarios (Máxima 6) y de mercancías que compitiesen con
similares nacionales (Máxima 5). En la Máxima 7 se consideraba que la importación
resultaba siempre un factor de empobrecimiento para un país. Por eso debían
limitarse las importaciones a lo absolutamente necesario (Máxima 7), a menos
que se importase para luego reexportar (Máxima 8). Finalmente se recomendaba en
la Máxima 9
tener una flota mercante numerosa que se encargara tanto del propio comercio
exterior como del de otras naciones (46).
Estos principios que Belgrano tomó de
Genovesi ubicaban su política comercial en una tónica claramente
neomercantilista. En opinión de Belgrano, no era conveniente dejar todo en
manos de la ley de la oferta y la demanda y de las reglas “naturales” de la
economía, como sostenía Adam Smith. Tampoco coincidía el creador de la bandera
con los principios fisiocráticos según los cuales el Estado no debía intervenir
en la economía favoreciendo al comercio o a la industria, como se había hecho
hasta tiempos de Quesnay en Francia.
Por otra parte, si bien la influencia del
pensamiento español era fuerte en Belgrano, el ex Secretario del Consulado
mantenía, en esta cuestión serias diferencias con Jovellanos -para quien el
principal problema de la economía española era su excesiva reglamentación (47)-.
El pensamiento del vencedor en Tucumán y
Salta tenía otra discrepancia con el clásico laissez faire liberal: su
concepción sobre el papel del Estado en la economía.
En primer lugar, el Estado debía emprender,
a nivel general, obras de infraestructura como medio de disminuir los costos
internos del transporte favoreciendo así a la industria, el comercio y a las
demás actividades económicas (48).
Además, el Estado podía, en casos
especiales y limitados, conceder privilegios exclusivos (49). Los organismos
estatales, como el Consulado del que Manuel Belgrano fue Secretario, podían
distribuir premios para estimular el perfeccionamiento de la producción
manufacturera (50).
Belgrano también recomendaba una política
arancelaria proteccionista(51), lo que implicaba la participación del Estado
como regulador en esa materia (52).
Finalmente proponía, como ya señalamos,
emplear los medios “naturales, artificiales y políticos” para “favorecer la
industria y el comercio extranjero” (53).
Un buen ejemplo de cómo funcionaba en la
concepción de Belgrano la participación del Estado en la economía era su prédica a favor del cultivo del lino y el
cáñamo, desarrollada en detalle en la Memoria de 1797 (54). El Consulado debía, en
opinión de su Secretario, apoyar el cultivo del lino y el cáñamo proporcionando
semillas, otorgando premios, facilitando la creación de fábricas de lona, y
garantizando la colocación de los productos (55). Proponía a tal efecto
facilitar los barcos de la
Real Armada para abaratar los fletes de las exportaciones de
aquellas mercaderías (56), así como un mecanismo gubernamental de compra
anticipada de las cosechas para estimular la producción (57).
Además de esta intervención directa como
inductor de la producción, el Estado debía, según la perspectiva de Belgrano,
asumir responsabilidades más acordes a la concepción liberal clásica. Sin
embargo, el Estado compartía con la
Iglesia la responsabilidad de asumir los compromisos
inherentes a la formación cultural y técnica de la población (58).
Esta aceptación de la participación
eclesiástica en la educación alejaba a Belgrano de los teóricos del Settecento,
mayoritariamente laicos, y lo acercaban al pensamiento español de su tiempo,
sobre todo a Jovellanos.
El objetivo general del proyecto educativo
de Belgrano era, como ya señalamos, incrementar el nivel cultural de la
población para facilitar su formación laboral. Al mismo tiempo, esta
instrucción elemental serviría para dotar a los pobladores de ciertos valores
ético-morales (59). Se proponía, además, formar técnicos que facilitaran sus
proyectos de reforma económica (60).
El planteamiento de un sistema educativo
orientado a la producción era común a Belgrano, Genovesi y Jovellanos, aunque
estos autores tenían algunas diferencias menores en lo referente a su
implementación.
En definitiva, el pensamiento económico de
Belgrano abarcaba todas las áreas de la actividad económica y se complementaba
con una preocupación por los problemas educativos que él consideraba necesario
solucionar si se querían emprender reformas económicas.
La concepción económica de Belgrano, considerada
en su totalidad, aparece como el producto de una serie de influencias diversas.
Sin embargo, podemos marcar dos vertientes principales del pensamiento de su
época que influyeron fundamentalmente en la formación de su cosmovisión
económica : la liberal y la neomercantilista. En ambos casos, Belgrano accedió
a distintos autores que sostenían posiciones análogas en algunos aspectos
generales, aunque a veces bastante diferenciadas en determinadas cuestiones
puntuales.
La influencia liberal procedía esencialmente
de los fisiócratas, Jovellanos y Smith.
La influencia fisiocrática era bastante
débil, y aparecía en muchos casos mezclada con el pensamiento de Jovellanos, en
ciertos aspectos afín al de Quesnay. Gaspar Melchor de Jovellanos, si bien
estaba influido por los fisiócratas, no puede considerarse integrante de una
corriente tan regulada y ortodoxa como la Escuela de François Quesnay.
Adam Smith también ejerció una influencia
considerable en el creador de la bandera, tanto directamente -de “La Riqueza de las Naciones” Belgrano manejaba la traducción de Ortiz y el
compendio de Condorcet-, como en forma indirecta, a través de Jovellanos.
Sin embargo, una vez más, Belgrano tomó
sólo algunas ideas y teorías, sin adoptar el pensamiento smithiano en su totalidad.
La influencia liberal en el héroe de
Tucumán, dispar y difusa, fue producto de la fusión de las ideas que tomó de
Quesnay, Dupont de Nemours, Smith, Jovellanos y otros. Cuestiones teóricas como
su concepción del dinero y el sistema bancario, su aceptación del libre
comercio interno, su oposición a la reglamentación excesiva característica del
mercantilismo, su valoración positiva del interés individual como móvil
económico del hombre en sociedad y de las actividades productivas frente a la
acumulación de metálico -propia esta última del colbertismo- eran todos rasgos
belgranianos de raigambre liberal, aunque muchos aparecían en su pensamiento
mitigados, y aún a veces hibridados con ideas de otros orígenes.
Por eso resulta muy difícil calificar sin
más a Belgrano de “liberal”, pues en su ideario económico la influencia de los
representantes del mercantilismo tardío es casi tan notoria como la liberal.
Genovesi, Galliani, Ulloa y otros
neomercantilistas marcaron también profundamente el pensamiento económico de
Belgrano. Su concepción sobre el comercio y la política arancelaria
proteccionista, así como su aprobación sin demasiados pruritos de la
intervención del Estado en la economía, tienen un sabor netamente
mercantilista.
Sin embargo, este mercantilismo de fines
del siglo XVIII ya no era igual al clásico mercantilismo del siglo XVII, de
tiempos de Colbert.
Un pensamiento económico como el de Antonio
Genovesi recogía alguna influencia de las corrientes económicas “liberales” de
su tiempo, como por ejemplo la fisiocrática. De todos modos, la concepción
comercial, el proteccionismo arancelario y la aceptación de un papel del Estado
en la economía mucho más amplio que el tolerado por un liberalismo como el de
Smith, son rasgos que aparecían tanto en Belgrano como en muchos representantes
españoles e italianos del pensamiento mercantilista tardío.
Belgrano no puede alinearse con ninguna de
las escuelas económicas de su tiempo, aunque estaba influenciado por ellas.
Belgrano era esencialmente un ecléctico. Su integración personal de las
dispares influencias que formaron su pensamiento resulta bastante original.
Sin embargo, el liberalismo mitigado y
arancelariamente proteccionista de Belgrano tenía similitudes con las teorías
que desarrollaría en la generación siguiente el alemán Friedrich List.
List desarrolló sus teorías entre 1819 y
1841, fecha en la publicó su obra principal, Sistema nacional de Economía
Política (61), por lo que obviamente no pudo influir en Belgrano, ya que este
murió el 20 de junio de 1820, y todos sus escritos económicos son muy
anteriores.
De todos modos, resultan curiosas las
coincidencias entre ambos pensamientos. La educación orientada a la producción,
la interrelación armónica entre la agricultura, la industria, el comercio y el
transporte, y la aceptación de una activa participación del Estado en la
economía, son todas características del pensamiento de List (62), que aparecían
en los artículos que Belgrano escribió antes de 1811.
Otra característica del pensamiento
belgraniano que parecía anticipar alguno de los planteamientos del teórico
alemán era la concepción según la cual Manuel Belgrano defendía el libre
comercio interior, en forma enérgica, pero a la vez postulaba cierta protección
en lo referente al comercio exterior. Esta posición del ex Secretario del
Consulado era muy parecida a la que varios lustros después desarrollaría en
Alemania, en un contexto socio-económico diferente, Friedrich List (63), el
teórico económico del Zollverein -Unión
aduanera alemana organizada por Prusia- y del industrialismo alemán .
Belgrano, en definitiva, no puede ser
considerado ni un fisiócrata, ni un liberal smithiano, ni un mercantilista
pleno, ni un seguidor fiel de las ideas de Jovellanos.
El creador de la bandera era un hombre
inquieto, que recibió múltiples influencias y que las integró en un pensamiento ecléctico, impuro; adaptado al tiempo y al
lugar en que le tocaba actuar. Por eso, puede considerárselo tanto como un
ecléctico liberal-mercantilista bastante original, como así también como un
precursor marginal y periférico de las corrientes proteccionistas de la segunda
mitad del siglo XIX. (64).
ALGUNAS REFLEXIONES FINALES
Muchas
personas piensan que lo “viejo” ya no sirve, que todo lo nuevo es
siempre mejor, y asimilan el concepto de “cambio” con “progreso”. La historia
generalmente muestra lo contrario, pues existen avances, estancamientos y
retrocesos en la historia de todos los países y sociedades.
El pensamiento de Manuel Belgrano se
desarrolló cuando el liberalismo estaba naciendo, y por eso está a caballo de
lo nuevo y lo viejo. Es un pensamiento ecléctico, heterodoxo, herético. Es por lo tanto ideal para inspirarnos en
estos tiempos en los que la ortodoxia neoliberal está seriamente cuestionada, y las heterodoxias florecen. Aquel pensamiento
que se desarrolló cuando el liberalismo nacía puede ser muy útil para
inspirarnos en estos tiempos “impuros” que quizás sean los de la crisis final
del liberalismo económico clásico.
Manuel Belgrano nos dejó hace mucho
tiempo. Sin embargo, su pensamiento está
vivo, nos acompaña y nos inspira.
Adrián Corbella
NOTAS :
(1) GONDRA,
Luis Roque : Las ideas económicas de Belgrano, Bs.As., segunda edición, 1927,
pags.95, 96, 109 y 110.
(2) BELGRANO,
Manuel : Escritos económicos, Bs.As., Hyspamérica, 1988, pags. 33 a 67.
(3) CHIARAMONTE,
José Carlos : La crítica ilustrada de la realidad. Economía y sociedad en el
pensamiento argentino e iberoamericano del siglo XVIII, CEAL, Bs.As., 1982,
pags.42-43.
(4) BELGRANO,
Manuel : Autobiografía, en SAAVEDRA, BELGRANO, RODRÍGUEZ Y GUIDO : Los sucesos
de Mayo contados por sus actores, Ed. Jackson, Bs.As.,,1945, pag.116
(5) BELGRANO,
Escritos…, op.cit., pags. 108
a 111 (artículo del 19 de mayo de 1810).
(6) BELGRANO,
Escritos…, op.cit., pags. 72-73.
(7) BELGRANO,
Escritos…, op.cit., pags. 71
(8) BELGRANO,
Escritos…, op.cit., pags. 21
(9) GIANELLO,
Leoncio : Ideas económicas y sociales de Manuel Belgrano, en Revista de
Humanidades Buenos Aires, Año I, nro.1, La Plata, 1961, pags. 69 a 72.
(10) BELGRANO,
Escritos…, op.cit., pag. 180
(11) BELGRANO,
Escritos…, op.cit., pags. 8, 9 y 20.
(12) GONZÁLEZ,
Julio V. : Influencia de Jovellanos en la gesta emancipadora argentina,
Separata del libro Jovellanos : su vida y su obra, Bs.As., Centro Asturiano de
Bs.As., 1945, pag.26
(13) WEINBERG,
Gregorio : Introducción a BELGRANO, Manuel : Escritos económicos, Bs.As.,
Raigal, 1954, pag.36
(14) BELGRANO,
Manuel : Memoria sobre el establecimiento de fábricas de curtiembres en el
Virreinato de Buenos Aires-Año 1802, en Apéndice a GONDRA, op.cit., pag.213 a 222.
(15) BELGRANO
(1988), Escritos … , op.cit., pag.124
(16) BELGRANO
(1988), Escritos … , op.cit., pag. 124
(17) JOVELLANOS,
Gaspar Melchor de : Informe de Ley Agraria, en JOVELLANOS : Obras, Imprenta de
Francisco Oliva, Barcelona, 1839-1840, tomo VII, pag. 43.
(18) BELGRANO,
Mario : El pensamiento político italiano del Settecento en la formación
intelectual de Manuel Belgrano, en Revista del Instituto de Historia del
Derecho, Bs.As., 1958, nro.9 , pag.52
(19) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pags. 94, 77, 244, 245 y 235.
(20) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pags., 95 y 238.
(21) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 77
(22) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 251
(23) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 174
(24) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pags. 172 y 235
(25) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 235
(26) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 225
(27) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 166
(28) CHIARAMONTE,
op.cit., pag. 126
(29) GONDRA,
op.cit., pag. 123
(30) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pags 167 y 305
(31) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pags 180 y 186
(32) UZTARIZ,
Gerónymo de : Theórica, y Práctica, de
Comercio y Marina, Editorial Aguilar, Madrid, 1968 (Edición Facsimilar), Cap.II,
pag.2, segunda columna.
(33)
BELGRANO (1988), Escritos …, op.cit., pags 15, 35 y 36
(34) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pags 15, 35 y 36
(35) SMITH,
Adam : Investigación de la naturaleza y causas de la Riqueza de las Naciones,
Ediciones Orbis, Barcelona, 1985. Tomo II, Libro IV, Digresión sobre el
comercio de granos y sus leyes, pags. 290 a 312.
(36) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pags 204, 209, 211, 212, 214, 216 a 218.
(37) GENOVESI,
Antonio : Lezioni di Commercio o sia di Economía civile, Milano, Dalla Societá
Tipog.. de classici italiani, 1824, tomo I, pag.283 (Citado por CHIARAMONTE,
op.cit., pag.116)
(38) JOVELLANOS,
Informe de Ley Agraria, op.cit., pags. 122 y 129.
(39) CHIARAMONTE,
op.cit., pag.68
(40) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 116
(41) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pags 107 y 172
(42) CONI,
Emilio : El nacionalismo económico de Belgrano, en CONI : Agricultura, comercio
e industria coloniales (Siglos XVI-XVIII), El Ateneo, Bs.As., 1941.
(43) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 172
(44) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 189
(45) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 57
(46) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 174
(47) JOVELLANOS,
Informe …, op.cit., pag. 35
(48) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 116 y 243.
(49) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 251.
(50) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag.252 y 253
(51) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 253
(52) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag.176 y 189.
(53) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 334
(54) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 33
a 50.
(55) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag.47, 48 y 49.
(56) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag.47 a 49.
(57) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 49
(58) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 82
(59) BELGRANO
(1988), Escritos …, op.cit., pag. 27
(60) BELGRANO,
Mario : Belgrano, Academia Nacional de la Historia, Bs.As., 1944, pags.34, 35, 44 a 47.
(61) LIST,
Friedrich : Sistema nacional de economía política, Editorial Aguilar, Madrid,
1955.
(62) SOULE,
George : Ideas de los grandes economistas, Compañía General Fabril Editora,
Bs.As., 1961, pag.112
(63) SOULE,
op.cit., pag. 108.
(64)
Este artículo es una adaptación de las conclusiones de una investigación
realizada por el autor en el marco de sus estudios universitarios en la UBA en el mes de diciembre de
1989, aún inédita. La introducción y el cierre se han agregado ahora, en febrero de 2014.
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