Carroñeros
que perdieron todo límite
No del todo superado el impacto
por los números del domingo, se hace imperioso zambullirse en las variables que
los hicieron realidad. Mientras tanto, los
operadores triunfantes continúan haciendo lo que mejor saben: confundir,
mentir, distorsionar, amenazar y, sobre todo, festejar. Y lo seguirán
haciendo hasta el 27 de octubre, la fecha dispuesta para las elecciones
definitivas. Y aunque los números sean más favorables para el oficialismo
nacional, continuarán con su prédica pestilente, negando la realidad, empozoñando el ambiente con su accionar
anti-político y horadando cualquier legitimidad. Porque no son políticos
los que triunfaron. Los que más celebraron la noche del domingo no se aglutinan
en ningún partido de la oposición, sino
detrás de una usina de dicterios que no se lleva bien con la democracia, sobre
todo cuando no está al servicio de malsanos intereses. No atañe el nombre del
candidato a coronar mientras se posicione como adversario del kirchnerismo;
tampoco las propuestas que presente a la sociedad. Lo que más importa es que se comprometa a destruir la relación que
parecía indisoluble entre Cristina y sus seguidores.
No hay que desesperar. Las
primarias pueden considerarse como un ensayo, pero no sólo para los candidatos,
sino también para los votantes.
Desde el lunes, los que nos consideramos parte de este proyecto estamos
padeciendo lo que sería el futuro sin kirchnerismo. La soberbia inexistente que tanto denunciaron desde los libelos
mediáticos ahora reina en los estudios de televisión. Las sonrisas
socarronas abundan en todas las pantallas. En la cadena mediática ilegal
abundan los análisis políticos y
psicológicos que no buscan corregir un rumbo, sino torcerlo hasta la ruptura y así tener vía libre al saqueo
neoliberal que tanto añoran. La seguridad del que cree tener razón es la
más absurda de las ostentaciones. Que estas imágenes sirvan para aquellos que,
a pesar de simpatizar con el proyecto K, votaron otras opciones pensando que
así mejoraban el equilibrio del poder. Que
este simulacro de derrota haga reflexionar a los que repararon su situación
económica a lo largo de estos diez años pero confiaron su voto a quien promete
un retroceso. Que este escenario de suplentes danzantes aparezca como una
postal del horror que se nos puede venir con resultados como éstos. ¿No es masoquista votar algo diferente de
lo que nos ha beneficiado?
Muchas personas dirán que los
principales problemas del país son la inseguridad, la inflación y la
corrupción. Difícil resolver estos temas planteados desde la abstracción.
Instalar absolutos como asuntos de agenda política es la mejor estrategia para
no encontrar jamás una salida. Buscar la
perfección es un camino ideal para futuras frustraciones. La inseguridad
tiene como meta el opuesto absoluto, que es la seguridad, algo imposible porque
un solo caso la refutaría. Más que buscar la seguridad, hay que disminuir los delitos y para eso es necesario
actuar sobre las condiciones que los hacen posibles y pugnar por la inclusión, el
control político de las fuerzas policiales, de la Justicia y del sistema
carcelario. Pero poco se podrá hacer con
un sistema de medios que amplifica cada caso hasta la pandemia y lo presenta
como peligro latente del que todos podemos ser víctimas. Planteado en estos
términos no es una negación del problema sino la instalación de un poco de
racionalidad para diseñar posibles soluciones. Quizá un primer paso sería
desechar aquellas medidas de emergencia que muchos candidatos vociferan sin
sentido, como la multiplicación de las penas o la militarización de las calles.
Demagogia pura que produce gran impacto
mediático pero nulo efecto real.
Algo similar ocurre con la tan
mentada inflación. La reducción del asunto a un titular o una consigna es la
mejor forma de instalarlo más como una
fobia que como una realidad. Aunque el incremento de los precios rondara
cifras cercanas al cero, seguirían asustando con ese fantasma que tanto daño
nos ha hecho en otros tiempos. Porque
hablar de inflación sin incursionar en sus causas es una práctica dañina. Que
el INDEC manipule el IPC no es la
causa del aumento de los productos. El número que se difunde mes a mes no tiene
como objetivo señalar lo que gasta de más el consumidor en sus compras
cotidianas, que de tan diversas son imposibles de clasificar. En todo caso,
habría que poner el foco en las empresas que son formadoras de precios, sobre
todo las que concentran gran parte de la producción de artículos de la canasta
básica. Una economía en pocas manos siempre
significa un peligro. ¿Apoyarían estos medios medidas que apunten a
controlar la formación de los precios? ¿Qué dirían de sanciones hacia estos
grandotes que sólo buscan apropiarse de gran parte del salario de los
trabajadores? ¿Cómo reaccionarían ante la aplicación de las leyes anti-monopólicas?
¿Con qué titulares adornarían las tapas si el Gobierno Nacional interviniera una
empresa sospechada de especulación? Profecía:
se pondrían en contra, por supuesto. Y organizarían cacerolazos espontáneos para defender la libertad de
mercado. Para ellos, la inflación se produce porque el Estado gasta dinero en planes sociales para los
negros vagos y militantes de La
Cámpora.
Y por la corrupción, claro
está. Esas acciones que se producen en los rincones más ocultos del poder,
donde la mirada del ciudadano no puede llegar. Basta un solo caso para deslegitimar a cualquier gobierno, siempre y
cuando tenga una amplia difusión por los medios interesados. Con la
denuncia mediática alcanza para desmoronar todo proyecto, sobre todo cuando se
insiste en una sola dirección. No importa que el caso quede en la nada, como la
famosa bóveda de cartón prensado o la añeja amistad del vicepresidente con
alguien a quien no conocía. La machacona
denuncia desde los estudios televisivos y radiales y la congelada presencia en
los pasquines impresos construyen una desconfianza a perpetuidad que socava la
democracia hasta el aniquilamiento. Más aún cuando la resolución del caso
se prolonga en el tiempo. No importa que dentro de dos años un juez perezoso
desestime la causa cuando ya nadie se acuerde. El impacto de la denuncia se
produce hoy porque el periodista que la difunde con el rostro arrebatado por la
indignación republicana se transforma en
el juez que dicta sentencia ante las cámaras.
¡Cuántos habrán votado el
domingo influenciados por tanto humo televisivo! ¿Cuántos hablarán hoy del
viaje de La Presidenta cargada de valijas con dinero K? ¿Cuántos se
considerarán expertos en síndrome de Hubris y analizarán cada gesto de Cristina
para diagnosticarla? ¿No es enloquecedor
ir tras la agenda de unos medios que sólo buscan enloquecernos?
Por ahora, están ganando. Ya
consideran que La Presidenta es parte del pasado. En estos días, los sicarios se regodean porque dan por
sepultado un proyecto que recién está comenzando. El domingo, muchos
distraídos o confundidos ayudaron a que la oscuridad nuevamente nos amenace. Si
lo hicieron como ensayo o chiste, ya
pueden comprobar cuánto daño pueden causar si en octubre confirman esa decisión.
Ya no serán víctimas de la manipulación mediática, sino cómplices de la destrucción de este sueño.
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