Pero
el sueño puede recuperarse
Tras unos días de abatimiento
por el resultado de las PASO, la mente debe focalizar su función para analizar
lo sucedido y planear lo que se viene. Claro,
se esperaba un número cercano al 40 por ciento a nivel nacional y sólo se rasguñó
el 30. Tal vez haya sido un chiste para envalentonar a las fuerzas
no-políticas opositoras, para acrecentar el ego de los operadores
periodísticos, para que las fauces de los carroñeros se inunden de saliva. Si
es así, todo bien. Total, esto puede
considerarse como un ensayo para las elecciones definitivas. Ahora, si no
es un chiste ni una celada, hay que encontrar explicaciones para comprender por
qué en esta evaluación pública las
cifras quedaron tan exiguas. Antes de avanzar es necesario aclarar que, de
repetirse esta foto, el kirchnerismo no quedará en desventaja en el Congreso,
aunque sí, un poco ajustado. Pero no es
ése el apoyo que merece un proyecto que está comenzando a transformar en serio
nuestro querido país. Sobre todo cuando desde los frentes opositores las
propuestas no explicitadas parecen sugerir una bandera blanca –o una alfombra
roja- tendida hacia los personeros del Poder Fáctico. Y ya sabemos lo que eso
significa. Un largo adiós hacia muchas
de las conquistas de estos diez años.
Un ‘¿qué pasó?’ enorme puede
orientar este apunte, a riesgo de perderse en tortuosos caminos. Pensar que los
choricitos de Binner o la ancha avenida de Massa resultaron argumentos más convincentes que los logros de esta década dejarían
mal parados a muchos de los votantes. Considerar el problema sólo a la luz
de la supremacía mediática de los carroñeros nos pone en desventaja en el corto
plazo. De ser así, el universo de lo
virtual derrotaría sin más al mundo real y entonces, no hay salvación posible.
Los números son contundentes porque exhiben una merma hasta en aquellos
distritos que se consideraban conquistados: sólo en diez provincias el FPV le
dio sentido a su nombre. Tal vez el problema pasa por reducir la contienda a un
solo escenario: la provincia de Buenos Aires y la CABA. El país es mucho más que ese 40 por ciento de población tan expuesto a
los bombardeos mediáticos y a la ciclotimia crónica. Hay todo un país que
está a la espera para entrar en la contienda. Aunque sea un dato menor, pero el
FPV ha ganado con contundencia en dos lugares que desde los medios parecían
mostrar una ruptura. Aunque esto evoca a un candidato que anunciaba haber
triunfado en una mesa de Necochea en unas elecciones ya lejanas, en la Antártida
logró un 53 por ciento y en la Comunidad La Primavera más de un 70 por ciento. Y eso que se esforzaron por dibujar
conflictos donde no los había y hasta involucraron al Papa.
Algo pasó con algunos
gobernadores aliados y en la intimidad de las provincias las cosas parecen
tensas. Sólo diez distritos acompañaron a los candidatos oficialistas. Hasta
los aliados de Neuquén tropezaron con las urnas. Para refutar ese deseo disfrazado de fin de ciclo, las cosas tienen que
ser diferentes en octubre. O deberemos quedarnos con la idea de que gran
parte de la población ya no soporta a Cristina, aunque suene un poco ingrato. O aguantar que, con miradas
socarronas, algún transeúnte nos diga ‘perdió
la loca’. O quizá debamos dejar que los de Unen pegoteen a Argen y Tina.
Tal vez, en el fuero íntimo, nos sentimos complacidos al ver a los amarillos que bailan entre los globos
que sostienen su gobierno o que Massa hable triunfante de semillas y
arbolitos. O -de puro masoquistas- disfrutamos cuando los periodistas corporativos
condicionan y amenazan a La Presidenta
y hablen de una transición inexistente. ¿O acaso no es humillante que un
candidato haya obtenido más del 40 por ciento de los votos en Santa Fe con sólo
mirar fijo a la cámara sin ofrecer más que su evidente mediocridad y
servilismo?
Los principales dirigentes del
kirchnerismo simularon calma. “No hay que
dramatizar”, dijo Daniel Scioli. Claro que nada es definitivo. En los dos meses y monedas que faltan para
las elecciones definitivas habrá que realizar ajustes a algunas líneas de
campaña y redoblar esfuerzos para convencer a los indecisos. Aunque es duro
reconocer que los artilugios mediáticos triunfaron sobre los argumentos
políticos. Y más aún cuando están sostenidos por algunos datos irrebatibles. Desconcierta reconocer que el humo del
denuncismo y las promesas de honestidad pudieron hacer mella en este colectivo.
Peor aún: gran parte de los votantes todavía no comprende que el conflicto es
ineludible cuando se quieren transformar las cosas en serio. Cualquiera se
siente tentado por un país con buenos sueldos, sin impuestos ni inflación, sin
peleas, donde todos se sonrían y nadie –absolutamente nadie- tenga la intención
de robar. Un paraíso donde todo funcione
bien sin demasiados esfuerzos y nada se rompa ni choque, ni se caiga ni explote.
Promesas melosas que encierran oscuras intenciones. A veces desalienta tener que explicar todo tantas veces.
Porque parece que muchos no
escuchan. En la CABA votaron a los que acumulan más ausencias al Congreso. ¿No se enteraron o no les importa? ¿O
la democracia transcurre en los estudios televisivos y no en las Instituciones?
¿No es un poco irresponsable votar a quién faltó a casi todas las votaciones? Parece que lo más importante para algunos es
quién denuncia mucho y no quien gobierna mejor.
En el apunte anterior apareció
un término sugestivo: la parrhesía. Una
palabra que evoca un decir comprometido,
descarnado, auténtico, que se opone a la retórica, el arte de disfrazar,
engañar, extraviar. El parrhesiasta
interpela a los que escuchan, los convoca a una cruzada, les presenta un
desafío. El rétor sólo busca encantar, complacer, adular. El resultado de las PASO deja el sabor
amargo de reconocer que los retóricos están ganando terreno. Pero lo que
endulza la jornada es confirmar que CFK no abandonará su rol de parrhesiasta.
En su primera aparición después
del domingo, Cristina aseguró que este proyecto “se sostiene con coraje,
convicciones, militancia,
perseverancia y honestidad intelectual”. Y reiteró que “somos lo que somos, no mentimos y no vamos a prometer cosas que no se
puedan cumplir”. Un decir sincero que señala al adversario: "tenemos que tener fuerza y templanza, porque los intereses que hoy enfrenta este
proyecto no van con nombre y apellido en las listas, aunque sí tienen
gerentes en esas listas". Un decir seguro que señala un rumbo: "el futuro está aquí, y para tener
futuro hay que profundizar estas políticas". Pero para profundizar
habrá que asumir conflictos. Como se ha demostrado a lo largo de esta década,
cada conquista cuesta mucho esfuerzo. Y como nuestra historia evidencia, cuando las minorías recuperan el poder,
transforman los derechos en privilegios y someten al resto a los peores tormentos.
Y de un plumazo, sin disculpas ni anestesia, borran cualquier atisbo de
bienestar si es un obstáculo para colmar sus arcas. Si retrocedemos un paso, estamos perdidos. Sería triste despedirnos
sin más del sueño que nos hizo renacer.
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