Vladimir Acosta desvela la realidad de la crisis política en EEUU
21 julio, 2022
Cubierta en parte por su prepotencia y sus cotidianas agresiones y amenazas contra el mundo, empezando por las que dirige contra Rusia y China, la lenta pero indetenible crisis de Estados Unidos (EU) sigue su marcha hacia la guerra, mundial y seguramente nuclear en este caso, con la que espera detener su decadencia. Ya esto es grave. Pero lo peor de todo es lo que a la vista de todos alcanza un nivel cada vez mayor de grotesca peligrosidad: se trata de lo tocante a la conducta de su presidente y a la inocultable gravedad del cuadro físico y mental que día tras día esa conducta nos revela.
Al llegar al poder, Biden proclamó la superioridad absoluta de EU y su derecho a seguir al mando del planeta: América está de vuelta, somos insustituibles, seguimos siendo el faro que alumbra el mundo llevándole democracia y libertad. Siempre la palabra democracia en el centro de todo. Hace menos de un año convocó una “Reunión mundial de países democráticos”, en la que invitó a más de 140 países dejando fuera a Rusia y a China junto con otros a los que definió como dictatoriales. Y apenas hace un mes convocó la Novena Cumbre de las Américas vetando a Cuba, Venezuela y Nicaragua, calificadas por él de dictaduras, causando el rechazo de la mitad de los países que debían asistir. En esa torpe soberbia de EU resalta hoy cómo Biden y su equipo muestran a diario su decisión de hacer del mundo actual un mundo de bloques enfrentados en una guerra nuclear.
¿EU modelo de democracia? Hum, he desmontado ya en cursos y ensayos esa mentira aceptada todavía por mucha gente. Para un estudio a fondo remito al capítulo IV del libro El Monstruo y sus entrañas. Aquí solo daré una breve idea. El sistema político estadounidense no es democrático sino republicano y elitesco, y su Constitución, momia jurídica remendada que data de 1787, republicana y elitesca, es además negrera y esclavista. La elección presidencial en EU no es nacional sino estadal y gana no el que logra más votos populares sino el que reúne más votos de colegios electorales estadales. Es una elección de segundo grado. En las elecciones compiten 2 partidos, caballos del mismo propietario, el llamado Estado Profundo, que dirige el país y define sus objetivos centrales de dominio. A ello se atienen fielmente ambos partidos, pues son parte de él y solo se enfrentan con virulencia en cosas menores y en lo tocante a propuestas electorales y estilos de gobierno.
Ese Estado profundo se conformó al comenzar el siglo XX, cuando EU, tras 3 décadas de crecimiento industrial se hizo potencia imperial capaz de competir con los imperios europeos. Desde entonces ese Estado ha crecido ampliando el peso y poder de las fuerzas empresariales y militares que lo integran. EU hace del Mar Caribe un lago suyo, en 1917 entra en Europa, participa en ambas Guerras mundiales y desde 1945 se impone a Europa y a buena parte del mundo. Schumpeter dejó en 1942 una descripción inmejorable de lo que es la “democracia” de EU. Es solo un método para que 2 partidos compitan por el poder. Dominan los políticos y son ellos los que imponen los temas para que el pueblo escoja. El sistema es competitivo como el mercado. Pero en este, si el comprador recibe un producto defectuoso, puede reclamar y obtener satisfacción, mientras que, cuando lo engañan en la elección presidencial, algo frecuente, el elector debe esperar la próxima a ver si tiene mejor suerte, algo nada seguro. Mas Schumpeter no mencionó el Estado profundo.
Quien lo puso en evidencia fue Eisenhower que, en 1961, el día final de su segunda presidencia, declaró que el verdadero poder que gobernaba EU era lo que llamó el complejo militar-industrial, alertando sobre el incremento que veía del gasto militar y el peligroso dominio que este ya ejercía sobre la política.
Hoy ese Estado profundo, que define las políticas y planes de dominio de EU es, por supuesto, un monstruo elitesco más grande, diverso y poderoso que en 1961, y además de campos decisivos como lo militar y lo industrial, abarca otros que lo refuerzan: lo político, comercial, tecnológico y sobre todo mediático, uno de los más poderosos instrumentos de dominación que existen en el mundo actual. Además, no es ya Estado profundo porque su carácter imperial, militarismo, poder y movimientos lo muestran abiertamente, igual que se conocen también sus propuestas, su creciente y decisiva influencia y la forma en que sus poderosas figuras pasan de cargos políticos a cargos militares o empresariales y viceversa. EU ya ni siquiera es un régimen republicano como era antes, sino que desde hace más de medio siglo se ha convertido en una auténtica plutocracia, en un país gobernado por una reducida minoría de políticos multimillonarios, que comparten poder con una élite de jefes militares, CEOS de grandes corporaciones, también multimillonarios, y líderes de grupos políticos como los straussianos que se mueven como peces en el agua en el seno de ese poder. Sea Profundo, o ya no tanto, pues aún hay temas secretos, lo cierto es que ese Estado define los límites de acción de los presidentes, los cuales, como fieles ejecutantes de sus políticas de expansión y de dominio han sido casi todos seres obedientes, grises y mediocres, que pasaron por ser, en sus momentos, los hombres más poderosos del planeta.
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Y ese es justamente el serio problema que se le presenta hoy con Biden.
Este comparte la política propugnada por el Estado que seguimos llamando profundo por inercia, y del que él mismo forma parte. Esa política busca mantener el dominio exclusivo del planeta por EU, y él es beligerante promotor de lograrlo mediante la guerra contra Rusia y China, que sólo puede ser a un tiempo mundial y nuclear. Pero Biden es un demente senil cuya imprevisible conducta roza a menudo la locura, lo que evidencia la profunda crisis que vive EU, y genera burlas y desconfianza en esos planes.
En su conjunto, visto el Concepto estratégico que acaba de definir la reciente Cumbre de la OTAN, EU busca ampliar las fuerzas que le permitirían llegar a esa guerra en condiciones ventajosas, lo cual cree la OTAN que tomará tiempo. Pero Biden, el desesperado demente senil, mete la pata a cada paso y lo enreda todo. Así, en su obsesión por armar a Ucrania para que ataque a Rusia, le envía armas pesadas y misiles que, si Ucrania los usa contra Rusia, esta respondería de inmediato usando su enorme poder militar. Y estallaría, antes de tiempo para EU, la guerra entre Rusia y la OTAN cuyo campo de batalla sería Europa, y hasta el propio territorio estadounidense.
El equipo de Biden, banda de criminales guerreristas como él, ha tratado de controlarlo, pero le ha sido difícil. Biden se pierde en las reuniones, dice disparates, olvida o confunde los nombres de países y líderes, extiende la mano para saludar a nadie, se extravía en el jardín de la Casa Blanca. Lo han intentado todo: desde disimular en caliente sus dislates hasta dictarle y repetirle lo que debe decir. Pero lo olvida y se confunde. Le dieron instrucciones escritas y las mostró a los periodistas. Al fin acudieron al teleprompter, método seguro de dictarle qué decir, pero cada vez él mezcla el texto dictado con las pausas.
Aquí no cabe lástima porque no se trata de un viejo inocente sino de un político criminal. Tampoco cabe burla pues sería indigno, y esto nada tiene de gracioso. Biden busca llevarnos a una guerra nuclear. Lo que este patético cuadro nos muestra es hasta dónde ha llegado la podrida decadencia de ese país que quiere seguir dominando el mundo mediante la guerra, hoy dirigido por una banda de criminales guerreristas, un teleprompter oculto en el paltó de un flux azul, y un demente senil que ni siquiera sabe manejarlo. Ese demente y su banda están llevando a Europa y a EU al desastre
Vladimir Acosta
19 de julio de 2022
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