Los jueces macristas enterraron las causas por el espionaje ilegal
La oposición política, judicial y mediática quiere traer a la Argentina el escenario golpista que sufrió Brasil. Busca una salida de Alberto Fernández en línea con la destitución de Dilma y una prisión e inhabilitación de Cristina como la que sufrió Lula.
Por Luis Bruschtein
16 de julio de 2022
Hay videos, fotografías, grabaciones y documentos del espionaje que realizó la AFI durante el gobierno de Mauricio Macri. Sin embargo, en un fallo muy turbio los jueces que visitaban a Mauricio Macri en la quinta de Olivos decidieron que el espionaje a los familiares del ARA San Juan no fue espionaje. Según los jueces, en otra causa, el espionaje a Cristina Kirchner y otros dirigentes de la oposición, así como a figuras del macrismo, durante el gobierno macrista, fue realizado “por iniciativa propia” de espías de la central que informa a la Presidencia y depende de ella. Y el espionaje a opositores encarcelados cuando hablaban con sus abogados defensores no existió. Los jueces macristas que inundaron el fuero federal fueron neutralizando los juicios por espionaje que involucran a Macri a medida que los fueron capturando.
Hubo un esfuerzo por arrebatar esas causas y llevarlas a Comodoro Py. Y una vez que las tuvieron, las enterraron. Permitieron que Macri viajara por el mundo mientras esas causas eran cursadas, privilegio que no tuvieron otros acusados, algunos de los cuales fueron encarcelados sin condena en firme. Y, como si fueran sus criados, en esta última tuvieron el gesto de avisarle para que recibiera en Argentina la buena noticia. Alegremente, Macri adelantó su regreso al país.
Con estas resoluciones, el Partido Judicial argentino, esa especie de simulacro precario de Poder Judicial, puso en evidencia de una manera grotesca su falta de independencia del macrismo, un fuerza política conservadora que representa los intereses del poder económico.
Este fallo estaba anunciado desde que pasó al fuero federal. Ya había sido versionado por los medios hegemónicos, de la misma manera que el fallo contra Cristina Kirchner en la causa por la obra pública. Hay enormidad de pruebas sobre el espionaje interno que realizó la AFI dirigida por Macri. Y si se suman todas, la actividad de la AFI en este plano se muestra tan abundante que es imposible negar, como lo han hecho estos jueces, que el espionaje ilegal era sistemático y que ha sido su forma de informarse y ejercer control.
Con Cristina Kirchner es exactamente lo opuesto. Las causas separadas se cayeron a poco de avanzar a lo largo de varios años en que las mantuvieron activas como forma de desgaste. Los testigos y peritos que han declarado en la causa por la obra pública demostraron que no hubo sobreprecios y que las obras se hicieron. No hay prueba que sostenga la acusación. Los dos acusadores eran la Unidad de Información Financiera y el fiscal Diego Luciani.
Pero la UIF desistió de la acusación. Como no puede demostrar que hubo sobreprecios ni que se pagaron obras que no se hicieron, el fiscal Luciani hará una larga exposición para describir el proceso por el cual la empresa de Lázaro Báez ganó la licitación de las obras. Cualquier proceso de ese tipo, contado desde el final hasta el principio, puede parecer algo preparado porque ya se sabe el final y cualquier movimiento que se produzca parecerá orientado hacia allí. Es un recurso desesperado porque fallaron informes de peritos y otros testigos.
Pero los diarios hegemónicos lo presentan como una acumulación de pruebas irrefutables. Para sobreactuar su pobre acusación, el fiscal pidió nueve audiencias. El anuncio fue recibido con grandes titulares como si el alargamiento de la acusación fuera en sí una prueba de su veracidad. En realidad deja la sensación de que se trata de un recurso para ocultar la debilidad en sus argumentos.
Con estos desarrollos en los tribunales --más políticos que judiciales--, sumados a la forma como la oposición macrista se montó en la crisis económica con consignas que se muestran muy despegadas de las consecuencias reales de la crisis, el escenario empieza a tomar una forma amenazante.
Lo lógico en el marco del aumento de precios y la inflación, es que las consignas estén relacionadas a esos flagelos. Ni en la concentración que convocó Juntos por el Cambio en el Obelisco, para marchar luego hacia la Plaza de Mayo, ni en la que hicieron en Gualeguaychú las patronales rurales hubo consignas contra la inflación, los bajos salarios o la remarcación permanente. En gran medida, la composición social de esos actos contribuyó a que se produjera ese fenómeno. Porque tuvieron sólo un sentido destituyente de desgaste y confrontación con mucha violencia en las consignas y las declaraciones.
Ambos procesos fueron potenciados por los medios hegemónicos y por dirigentes de Juntos por el Cambio que hablaron de entrega anticipada del gobierno y equipararon este momento con los últimos días de las gestiones de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa. Todos enfatizaban la debilidad del gobierno como una cuestión terminal.
En ese despliegue queda claro que por un lado se busca una condena contra Cristina Kirchner que la encarcele y la inhabilite para ejercer cargos públicos. Y por el otro se busca una salida anticipada o un golpe institucional contra Alberto Fernández. Más de un legislador de la oposición declaró que era necesario convocar a una Asamblea Legislativa. El sentido de una Asamblea sería la destitución y el reemplazo.
Resulta sorprendente el parecido que hay en esa aspiración con la situación que produjo en Brasil la renuncia anticipada de Dilma Roussef y el encarcelamiento de Lula. Para el país vecino, la consecuencia de esa conjunción fue el gobierno desastroso en todo sentido de Jair Bolsonaro. Significó un retraso enorme en todos los planos, desde los derechos humanos, hasta el empobrecimiento de vastos sectores de la población que antes habían sido favorecidos por los gobiernos de Lula. Brasil retrocedió hacia épocas oscuras en el plano de la seguridad y las libertades y también en su economía y en su relacionamiento con el mundo.
Con el mismo vigor con que Lula es reconocido en el mundo, es despreciado Bolsonaro. Para Brasil, la salida anticipada de Dilma y el encarcelamiento de Lula conllevó al triunfo de Bolsonaro y al desastre de ese país.
En Argentina, otra manifestación de este paisaje tan accidentado es el resurgimiento de Mauricio Macri. Creció a pesar de su malísima gestión y del esfuerzo sobrehumano que hace Horacio Rodríguez Larreta que ha multiplicado su presupuesto de publicidad y acaba de hacer una nutrida incursión en Entre Ríos para tratar de dejar a un lado la identidad fuertemente porteña con que es identificado en las provincias.
Macri regresa del lugar de los muertos vivos de dónde parecía que no podría salir después de haber castigado a los argentinos --su electorado incluido-- al peso de una deuda externa monumental. El gobierno de Macri fue desastroso a pesar de que recibió una economía en buen estado y que no debió afrontar una pandemia mundial, con su crisis económica y una guerra que involucró a todo el planeta en otra crisis.
Hay otras paralelas con Brasil, porque Dilma tuvo muchas críticas similares a las que está recibiendo Alberto Fernández por el manejo de la economía. Las condiciones económicas debilitaron el respaldo a Dilma y es un proceso que también sufre aquí el gobierno.
Los movimientos sociales, la CGT y la CTA, que hasta ahora tuvieron una actividad relativa, han diseñado un plan de movilización con los reclamos de los sectores que han sido más afectados por la crisis. Será una forma de equilibrar una balanza donde está sobrerepresentada la presión de los sectores de poder económico.
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https://www.pagina12.com.ar/437505-con-el-partido-judicial-a-la-cabeza-la-oposicion-quiere-recr
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