La derecha vernácula está escandalizada por la reacción de
Cristina Fernández contra los gobiernos de Estados Unidos y Alemania a raíz del
apoyo de las administraciones de Barack Obama y Angela Merkel a los fondos
buitre. Tras fumarse el impertinente discurso de la presidenta en la ONU, la
secretaria de Estado norteamericana, Roberta Jacobson, admitió que las
relaciones con el gigante del norte "están en un período duro".
Los escribas locales advierten que la Argentina será
expulsada del Parnaso por desacatada tras los últimos discursos presidenciales
en la ONU. Creen que se parecieron más al exabrupto de "una mujer
despechada" que al mensaje de una jefa de Estado en un foro internacional.
Poco les faltó para descalificar una clara defensa de los intereses nacionales
con el habitual latiguillo machista: "Cosa de mina".
Los funcionarios de las naciones más poderosas de la Tierra
se hacen los boludos, dicen que el conflicto con los buitres es una cuestión
judicial y que ellos nada tienen que ver, pero protegen a esa nueva forma de
dominación financiera en los foros internacionales. Estados Unidos y Alemania
volvieron a coincidir ayer en sus votos en el Consejo de Derechos Humanos que
deliberó en Ginebra, al negarse a repudiar el accionar de los nuevos piratas
mundiales.
La posición argentina se impuso por 33 contra cinco y nueve
abstenciones, tres semanas después de obtener 124 votos favorables en la
Asamblea General de las Naciones Unidas. Pero pese al abrumador apoyo de los
foros internacionales, la derecha local sostiene que el país está aislado y que
el gobierno no hace más que bravatas anti-imperialistas.
Los 99 diputados que se opusieron a la ley para cambiar la
sede de pago a los bonistas reestructurados, y zafar así del brete impuesto por
Griesa a una nación soberana, tienen una clara identificación ideológica con
los periodistas y medios que ahora se muestran escandalizados por el
enfriamiento de relaciones con los Estados Unidos. Estaban encantados cuando
los argentinos eran los mejores alumnos del Consenso de Washington.
La reacción gubernamental no es caprichosa, sino que se
produce después de que el virtual embajador de los Estados Unidos en Buenos
Aires, Kevin Sullivan, se atreviera a mentar la cuerda en la casa del ahorcado:
le deseó a la Argentina una pronta salida del default.
Obviamente, Sullivan no es inocente: sabe que el gobierno
nacional niega estar en default. El diplomático expresó en realidad la posición
del gobierno de Obama, un premio Nobel de la Paz que defiende su título a
bombazos y cree que Cristina es imprevisible.
Para horror de los corifeos del poder mundial, la presidenta
consideró que el hecho de que un diplomático extranjero considerara a la
Argentina en default era una intromisión en los asuntos internos y le ordenó al
canciller Héctor Timerman que le advierta que, si insistía, sería declarado
persona no grata. El ministro Axel Kicillof y el jefe de Gabinete hicieron fila
para pegarle.
Sullivan podría defenderse diciendo que piensa lo mismo que
uno de los tres candidato presidenciales argentinos con mayor intención de
voto, Mauricio Macri. El alcalde también cree que hay que pagar sin chistar los
1600 millones de dólares a los buitres que ganaron la porfía ante Griesa, lo
cual desataría una catarata de demandas de unos 150 mil millones de dólares,
por aplicación de la cláusula de tratamiento igualitario incluida en los
contratos de renegociación de la deuda en 2005 y 2010. Para la derecha, lo
primero es cumplir con el poder mundial. La inclusión social es una
paparruchada populista.
El alcalde porteño y Sullivan coinciden seguramente en que
la Argentina es un país "imprevisible". No cuestionan en cambio los
bandazos de la política norteamericana en los países árabes, donde sus aviones
atacan hoy a los que ayer fueron aliados y combaten codo a codo con los que
ayer fueron enemigos. La lógica allí es el petróleo y está lejana la esperanza
de paz mundial que supuso el ingreso de un negro demócrata a la Casa Blanca.
Pero Cristina sabe que detrás de las contradicciones que le refregó a Obama en
la cara, hay algo inalterable: gobierne quien gobierne, los intereses de los Estados
Unidos son permanentes.
Por eso no es descabellado que los funcionarios
norteamericanos consideren "imprevisible" a un país que pasó de
promiscuas "relaciones carnales" a defender con vigor sus intereses.
En 1990, cuando el menemismo envió naves de guerra al Golfo Pérsico en apoyo a
la invasión estadounidense a Irak, a ningún funcionario argentino se le hubiera
ocurrido comparar a los terroristas fundamentalistas islámicos con la usura
internacional, como lo hizo Cristina en las narices de Obama. En aquellos años,
mientras el gobierno argentino le chupaba las medias a Washington, sostenía la
cotización del dólar con un financiamiento externo suicida, que desembocó en el
estallido de 2001. El kirchnerismo se planteó en cambio crecer, incluir,
desendeudar a la Nación y defender sus intereses, lo cual constituye una
política constante, previsible, durante los últimos 11 años. Desde 2003, no ha
habido bandazos en la relación con el mundo financiero. Los alcahuetes locales
consideran que la comparación de Cristina entre el terrorismo y los fondos
buitre fue un exceso. En realidad producen muertes distintas: unos les quitan
la vida con bombas a decenas en un segundo y otros les arruinan la vida a
millones en todo el mundo, o incluso, los matan de hambre poco a poco.
El gobierno alemán de Merkel no tiene una visión muy
distinta a la de la administración de Obama. El ministro de Finanzas, Wolfgang
Schauble, sostuvo a fines de agosto que "la Argentina es un ejemplo de
falta de solidez" y que en el conflicto con los fondos buitre "la
causa del problema es la propia Argentina". Pero la bronca de Cristina
subió de tono cuando la American Task Force Argentina –el lobby oficial de los
fondos buitre– publicó una solicitada en Buenos Aires en la cual levantó una
frase de Schauble, aún más mentirosa que la anterior: "La Argentina ha
vivido durante más de una década por encima de sus posibilidades, no paga sus
deudas."
Capitanich denunció la actitud "hostil" y
favorable a los buitres de Alemania, en tanto Timerman acusó al gobierno
germano de "no escuchar a la gran mayoría de los países" y de
"tomar decisiones en contra de las mayorías populares". En realidad,
Schauble no hizo más que expresar un extendido prejuicio europeo que trasladó a
la Argentina. En estas costas, la cuestión cambió precisamente en la última
década a la cual se refiere el ministro alemán. El kirchnerismo no pidió
créditos externos para afrontar gastos internos, los argentinos recuperaron
nivel de vida y el país pagó 190 mil millones de dólares.
Con todo, es lógico que las naciones poderosas defiendan el
statu quo mundial amenazado por los malos ejemplos de gobiernos que no quieren
pagar con el hambre de su pueblo. Lo doloroso es que esos gobiernos sean
atacados desde adentro. No piensan siquiera que si Cristina les pagara
alegremente a los fondos buitre, como quiere Macri, el muerto recaería con todo
su peso sobre el próximo gobierno, que muy difícilmente sea kirchnerista.
Publicado en:
http://www.infonews.com/2014/09/27/politica-164427-nostalgias-de-las-relaciones-carnales.php
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