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viernes, 26 de septiembre de 2014

EL PENSAMIENTO GEOPOLÍTICO DE PERÓN, por Javier Garin (Capítulo 17 del libro de Garín titulado “El último Perón. Cuarenta años después”]



En los próximos capítulos repasaremos algunos de los tópicos más notables del pensamiento de Perón, que inspiraron su política internacional en sus primeros gobiernos, y que volvieron a ser desarrollados con amplitud y valentía en su vejez, a despecho del torpe mito del ‘viejo gagá’ claudicante frente a las presiones de la derecha.
En este terreno, no hay diferencia alguna en las líneas fundamentales del pensamiento y la acción política de Perón a través de las décadas, y esto es lo que me propongo demostrar. Una total coherencia une al joven Perón y al viejo Perón.  Con distintas palabras y énfasis diversos, siempre sostuvo lo mismo, porque fue tal vez el político antiimperialista más coherente que conoció América Latina, mucho más que los políticos comunistas, declamativamente antiimperialistas, pero que en realidad respondían a uno de los dos imperialismos de entonces.
Perón fue antiimperialista porque comprendió que el problema argentino irresuelto era lo que los marxistas conocen como ‘cuestión nacional’. En su libro ‘Conducción política’ reflexiona que el peronismo tuvo el acierto de identificar los tres ejes principales de la política argentina: independencia económica, soberanía política y justicia social. Fue tan atinada esta definición –sostiene- que hasta los partidos de oposición se vieron obligados a asumirla. Las dos primeras consignas reflejan directamente la ‘cuestión nacional’. Argentina no era un país económicamente independiente sino una colonia inglesa. Toda su estructura económica, instituciones financieras y sectores productivos estaban subordinados a los intereses ingleses y en manos de los ingleses, con la sociedad de la oligarquía argentina. Por ese mismo motivo, tampoco existía la soberanía política, ya que las políticas del país estaban subordinadas a los intereses estratégicos de Inglaterra. No vamos a repasar esta verdad histórica harto conocida, pues ya se ha hablado y escrito sobradamente al respecto, desde la denuncias de Lisandro de la Torre hasta la prédica de los forjistas Jauretche y Scalabrini Ortiz en que abrevó Perón.
La incapacidad de la izquierda ‘socialista y comunista’ argentina para comprender la cuestión nacional ha sido uno de los motivos de su incomprensión histórica del peronismo, a diferencia de los teóricos de la llamada ‘izquierda nacional’, que supieron discernir lo que ese movimiento representaba. La cuestión nacional, omitida en el Manifiesto Comunista, fue abordada de manera fragmentaria por Marx en sus estudios y corresponencia sobre Irlanda, donde sugiere la progresividad de la afirmación nacional en los países oprimidos y esboza la idea de que la opresión de otros pueblos consolidaba la dominación burguesa en Inglaterra y favorecía la domesticación del proletariado, al mejorar su situación a expensas del sufrimiento descargado en las colonias. Más tarde, es Lenin quien, en sus estudios sobre el imperialismo, reanuda el examen de la cuestión nacional, diferenciando el nacionalismo reaccionario de los países centrales del nacionalismo progresivo de los países coloniales, cuya tarea prioritaria es desembarazarse de la opresión de sus metrópolis. Recuerda Jorge Abelardo Ramos, en su interesantísima ‘Historia de la Nación Latinoamericana’, que en el Congreso de Stuttgart de 1907, Lenin observa azorado cómo muchos de los representantes europeos del movimiento socialista apoyaban el colonialismo europeo. ‘El vasto poder colonial ha llevado en parte al proletariado europeo a una situación por la que no es su trabajo el que sostiene a toda la sociedad, sino el trabajo de los nativos totalmente sojuzgados de las colonias’, escribe. Advierte que hay delegados ‘socialistas’ en favor del colonialismo con argumentos tales como ‘los proletarios europeos necesitan los recursos naturales de las colonias’, la explotación de los nativos ‘alivia la situación’ de los obreros europeos, la política colonial puede hacer una ‘obra de civilización’ en los países ‘incivilizados’, las colonias son necesarias para dar salida a ‘la superpoblación’ europea, etcétera, etcétera. Eran socialistas ‘a lo Rudyard Kipling’… Capitalistas y socialistas, rubios por igual, coincidían, pues, en exprimir a las colonias de piel oscura del mundo en su común beneficio. Frente a tales posturas, Lenin postulaba la liberación del colonialismo como un paso progresivo fundamental en los países oprimidos. Así lo entendió también Trotsky en su exilio mejicano, donde escribió, inspirado por la realidad de Latinoamérica: ‘las luchas de estos pueblos oprimidos por la unidad y la independencia nacional tiene un doble carácter progresivo, pues, por un lado, prepara condiciones favorables de desarrollo para su propio uso, y por otro, asesta rudos golpes al imperialismo. De dónde se deduce, en parte, que, en una guerra entre la república democrática imperialista civilizada y la monarquía bárbara y atrasada de un país colonial, los socialistas deben estar enteramente del lado del país oprimido, a pesar de ser monárquico, y en contra del país opresor, por más democrático que sea”.
Esto que claramente veían Lenin y Trotsky, no lo supieron ver en su momentos los socialistas y comunistas argentinos. Los primeros, inspirados por las doctrinas europeístas de Juan B.Justo, hicieron un socialismo ‘librecambista’ para inmigrantes europeos, y los segundos subordinaron su política a los intereses de Moscú. Juan B. Justo creía que el librecambio favorecía al proletariado al reducir los precios de los artículos de consumo; de allí que el proteccionista Lisandro de la Torre lo describiera magistralmente como “un Lenin de la tarifa de avalúos”… Socialistas y comunistas contemplaron espantados la emergencia de los ‘cabecitas negras’, que no eran obreros europeos disciplinados y de overoles impecables, sino indios, rotosos y sucios, que se mojaban las patas en las fuentes de la Plaza de Mayo. Entre tantas tonterías del socialismo ‘positivista’ argentino, Juan B. Justo creía, como los social-colonialistas europeos, que el colonialismo cumplía un papel ‘civilizador’. Un connotado escritor de izquierda, Álvaro Yunque –autor de libros estimables cuando el liberalismo de izquierda no lo cegaba- llegó a cantar loas a la Guerra del Pataguay en una biografía sobre Leandro Alem, sosteniendo que el genocida Mitre representaba en esa guerra el elemento civilizador y progresivo, de acuerdo a un mal entendido ‘marxismo’ de inmigrantes. Gran progreso el que llevaron al Paraguay, al masacrar a casi toda su población masculina adulta para someterlo a la hegemonía de Inglaterra…
Al abordar la emancipación del coloniaje como el punto central de su acción política y al enfrentarse valientemente con el imperialismo inglés, y más tarde yanqui, Perón se convirtió en el aglutinante del movimiento nacional argentino, y ello representa su mayor grandeza, por más que algunos intenten retacearle méritos sosteniendo que no fue siempre consecuente en su lucha  por la Liberación Nacional. Si alguna vez no fue consecuente, no hubo nadie más consecuente que él por éstas latitudes.
Perón no se limitó a declamar el antiimperialismo, sino que fue un empeñoso creador de posiciones políticas y diplomáticas permanentes destinadas a preservar la independencia nacional, tales como:
·         Nacionalismo político y económico, sostenido en un Proyecto de Nación que al final de su vida se expresó en su testamento político, bautizada por él como el ‘Modelo Argentino’. Ya hemos visto que ese proyecto se basaba en la alianza de clases, la industrialización, la Justicia Social, la función social de la propiedad, la reafirmación de la identidad nacional y cultural, la intervención del Estado en la economía, la nacionalización de los sectores económicos estratégicos, la Planificación racional, el proteccionismo yfomento de la producción local, la expansión del mercado interno, etc, aspectos todos manifestados en sus políticas económio-sociales;
·         Latinoamericanismo: Perón fue pionero de la idea de unidad continental, ocupando en ese aspecto u lugar de honor en la línea de Bolívar, San Martín y Monteagudo;
·         Tercera Posición: sostenida desde el final de la Segunda Guerra Mundial para afrontar el reparto imperialista del mundo en Yalta.Esta postura señera anticipó en décadas el surgimiento del Movimiento de Países No Alineados. También fue un precedente de las posiciones de Mao y otros líderes tercermundistas;
·         Universalismo para la Liberación: Perón anticipó la ‘globalización’, sosteniendo que este proceso sólo podría realizarse por los imperialismos para su propio beneficio, o por los pueblos para resistir su dominación;
Éstas líneas políticas representan otros tantos esfuerzos estratégicamente concebidos para articular resguardos frente al imperialismo […]”

Texto tomado de: Javier Garín: “El último Perón. 40 años después”, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2014, Pags. 157 a 160 (Capítulo 17 casi íntegro).





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