El diario Clarín publicó el día de ayer un artículo encabezado por un estentóreo pronóstico sobre déficit fiscal. Después, confusamente en el artículo reconoce que las necesidades financieras de este año están cubiertas.
Por:
Sergio Chodos
Lo que es importante señalar es lo que se minimiza o directamente se oculta. En tal sentido es importante señalar tres ejes interrelacionados. El desendeudamiento, el superávit comercial, y la acumulación de reservas.
En efecto, como ya ha sido señalado repetidamente por la presidenta, el desendeudamiento es una política de Estado, que básicamente significa tener mayor margen de maniobra. Y, fundamentalmente en el marco de la crisis financiera internacional, estar protegido del canal financiero de contagio. Esto significa que frente a fuertes volatilidades o incrementos en costos del financiamiento internacional, la Argentina, como nunca antes en los últimos 40 años, se encuentra a salvo de las consecuencias. A salvo significa que no tiene que realizar “ajustes” para compensar mermas en el financiamiento, porque el financiamiento tiene fuente propia esencialmente. Entonces lo que se pretende retratar como una “falencia” por “falta de confianza para endeudarse externamente” es, en verdad, una virtud. La deuda externa con privados es hoy menos del 8% del PBI, y con cada vencimiento de deuda externa la composición del total de la deuda se vuelve más y más manejable, como ocurrirá después de la próxima cancelación en agosto del Boden 2012. Esto significa que los argentinos, por los esfuerzos realizados y gracias a las políticas llevadas adelante en estos últimos nueve años, terminamos de pagar la deuda fruto de la compensación por el “corralito” y el “corralón”.
Menor deuda externa es mayor margen de maniobra y mayor protección frente a la crisis internacional, lo que permite tener políticas que dinamicen la demanda en vez de estar forzados a un “ajuste”, que lleve a otro “ajuste” que lleve a otro “ajuste” para ver si en algún momento se obtiene la “confianza de los mercados”. Que se entienda. Cuando se necesita “confianza de los mercados” para administrar los vencimientos de deuda significa que no hay disponibles fuentes propias para financiar la gestión del Estado. Y de ahí que se “ajuste” la inversión social.
El reciente plan de viviendas Pro.Cre.Ar es una más de las múltiples muestras de políticas dinamizadoras de la economía en nuestro país. Y por supuesto, mayor actividad económica implica mayor recaudación.
En la Argentina, los esfuerzos de inversión social incremental para apuntalar la demanda tienen fuente asegurada de financiamiento. El contraste con lo que ocurre en el sur de Europa no puede ser mayor.
El otro eje vinculado con el desendeudamiento es el superávit comercial. Este es un puntal fundamental para potenciar la matriz productiva y exportadora. Es importante señalar que el superávit comercial se logra con la exportación de mayor valor y no con una devaluación que tenga como efecto (aunque quizás sea el objetivo de quienes la proponen) una transferencia del sector asalariado al factor capital. También es importante señalar que desde el 2003, contrariamente al mito que se pretende instalar, la importancia agregada del comercio exterior sobre el PBI (o sea la vinculación e interrelación comercial con el mundo) ha sido siempre mucho mayor que durante los años noventa. En efecto, el comercio exterior, sobre el PBI, ha oscilado entre más del 30% y el 39% (33,7% para 2011). Mientras que en los '90 ha estado siempre debajo del 20% (15% para 1995 y 17% para 1996).
De manera que la consecuencia del mantenimiento del superávit comercial se traduce en una sólida posición externa. Tanto más sólida en cuanto el saldo del superávit comercial excede con comodidad los vencimientos externos. Decíamos al principio que hay una interrelación entre la política de desendeudamiento, el superávit comercial, y la acumulación de reservas, que actualmente ascienden a 46.745 millones de dólares. En tal sentido, es importante tener en cuenta que las reservas deben ser adecuadas. Adecuadas en virtud de las necesidades. Esto lo dejó definitivamente en claro la reciente reforma a la Carta Orgánica del Banco Central, y estuvo en el centro de la cuestión del Fondo del Bicentenario de enero de 2010, cuando el Ejecutivo planteó acertadamente hacer frente a los compromisos financiándolos con parte de las Reservas. Las Reservas no son un fin en sí mismo, y tampoco surgen por generación espontánea. Son el fruto fundamentalmente de la posición externa del país y de la gestión de flotación administrada del tipo de cambio por parte del Banco Central. En tal sentido, el “nivel de reservas” no es una meta, sino una herramienta. Las reservas tienen que ser adecuadas para salvaguardar la estabilidad cambiaria y financiera; lo que implica analizarlas en relación a varios parámetros, siendo el nivel de endeudamiento externo quizás el más importante. Es por ello que no tiene sentido acumular reservas internacionales por encima de su nivel adecuado como un objetivo en sí, especialmente cuando pueden ser utilizadas para financiar el desendeudamiento, en especial el externo.
En síntesis, la Argentina, a partir del liderazgo de la presidenta, está enfrentando la crisis internacional con medidas dinamizadoras de la economía, desde Pro.Cre.Ar hasta la Asignación Universal, pasando por la movilidad jubilatoria y tantas otras. Estas medidas son posibles porque hemos hecho los esfuerzos como país para desendeudarnos, para mantener un superávit comercial, a la vez que incrementamos nuestra vinculación comercial con el mundo, y mejoramos productividad y valor agregado en la producción. Por supuesto también al recuperar soberanía en la administración de los fondos de pensión. Se trata de un modelo sólido y consistente, con claridad de objetivos y de liderazgo, que pone la inclusión social como meta. Es gracias a esa meta que los objetivos económicos pueden ser logrados. La economía no es un fin, es un medio para que los argentinos puedan vivir mejor.
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