La Argentina ha avanzado en la estatización de la renta agraria en 2008 con el aumento de las retenciones. Pero el grueso de la renta sigue en poder de las multinacionales y los sectores reaccionarios y elitistas del universo rural.
Por:
Federico Bernal
En junio de 2009 entrevisté a Paulo Skaf, presidente de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo. Le pregunté: ¿cómo hizo Brasil para volcarse definitivamente por un modelo de desarrollo industrial a partir de 1930? Skaf respondió: “La industrialización brasileña solamente fue posible gracias a la acumulación de divisas provenientes del campo. Las primeras industrias desarrolladas estaban vinculadas a las actividades agrícolas. En Brasil, desde el momento a partir del cual gracias al café se transfirió la renta a las ciudades e industrias, la agricultura desapareció como eslabón aislado de la economía, cediendo espacio a la cadena del agro-negocio.” Skaf se refería al despegue de las fuerzas productivas brasileñas luego de suprimidas las causas estructurales crónicas del subdesarrollo brasilero: la oligarquía cafetera. ¿A partir de qué fecha sucedió esto y durante qué espacio de tiempo? Entre 1930 y 1961. Como en Brasil, y al igual que en el resto de las economías hoy desarrolladas del mundo entre los siglos XVIII y XIX, la Argentina precisa aún de décadas de gobierno nacional y popular para transformar definitiva e irreversiblemente al país. Transitamos desde el año 2003 similar camino que el Brasil de Getulio Vargas, aunque mucho más aceleradamente y en función de nuestras propias particularidades a cuesta. Sin embargo y tal como sucedió entre 1945-1955, el modelo de acumulación y desarrollo nacional, democrático y popular en la Argentina en esta etapa sigue atado a la renta agraria (fundamentalmente la sojera), de igual forma que el despegue industrial y “justicialista” brasilero precisó del café. De aquí pues, el doble carácter estratégico de la progresiva estatización y redistribución socio-productiva de la renta agraria nacional: no sólo se trata de la llave para modernizar a la Argentina (hasta que el modelo de acumulación se independice del sector primario y/o agro-industrial) sino también la llave para debilitar primero y eliminar después las bases económicas y políticas de la republiqueta “granero del mundo”.
FRENTE OLIGARQUÍA/CORPORACIONES DE LOS AGRONEGOCIOS. La renacionalización de YPF ha terminado con la estrategia de desestabilización ejecutada por Repsol y la reacción española (europea occidental) sobre el gobierno nacional. Sin embargo y como prueban los actos terroristas en el yacimiento Cerro Dragón, el bloque de camioneros a las refinerías de YPF o las amenazas de cortes en el suministro eléctrico (Yacyretá) del Franco paraguayo, la energía y los hidrocarburos han sido, siguen y seguirán siendo un elemento fundamental de presión contra los gobiernos nacionales y populares de la región. Renacionalizarlos ya es una cuestión que hace a la seguridad nacional interna y externa. No obstante y en función de los últimos acontecimientos desestabilizadores en la Argentina, importa analizar lo que está sucediendo en Paraguay, donde un 7% de los productores (en su mayoría grandes terratenientes sojeros) controlan prácticamente la totalidad del comercio exterior, principal fuente de recursos a nivel nacional. Acá los promotores del golpe, junto a la multinacional Monsanto, entre otras. En 2008, la intentona golpista de la SRA y las corporaciones, elevando a héroe y máximo candidato al vicepresidente Cobos, en Paraguay pudo triunfar (hasta ahora). Y esto es clave mencionar, porque las acciones desestabilizadoras antedichas no tienen punto de comparación con el daño que podría infligir al modelo los sectores reaccionarios de la Pampa Húmeda y las multinacionales de los agronegocios. Porque no es la oligarquía petrolera como en Venezuela la que más traba el despegue de un capitalismo nacional con justicia social, ni la dueña de los mayores y mejores vínculos con las naciones opresoras. En la República Argentina, el enemigo de las clases populares es y ha sido siempre la oligarquía/corporaciones agrarias. Visto en perspectiva, el agro es nuestro petróleo. ¿Cómo avanzar? Igual que con las AFJP, Aerolíneas e YPF, por supuesto. ¿Hay ejemplos foráneos?
EL AGRO, NUESTRO PETRÓLEO. En su histórico discurso del 16 de abril y con motivo de la renacionalización de YPF, la presidenta de la Nación se refirió al control estatal que las potencias petroleras del mundo (América Latina, Medio Oriente, Asia y Europa) ejercen justamente sobre sus hidrocarburos y la industria que de ellos deviene. Según el último informe estadístico de la OPEP (2010/11), Ecuador exportó 9650 millones de dólares en petróleo (un 48% de sus exportaciones totales), Venezuela 62.320 (95%) y Angola, para citar algunos ejemplos, 47.240 (96%). La dependencia venezolana y angoleña a las exportaciones de crudo, muestran la nula diversificación de sus economías y explican las consecuencias del accionar (pretérito) de sus respectivas oligarquías petroleras. La Argentina no fue ninguna excepción. Entre 1811 y finales del siglo XIX, la riqueza apropiada por una minoría elitista provenía de la renta aduanera; después del boom triguero de 1880, la renta agraria fue capturada por esa misma minoría, retenida y puesta al servicio de la desindustrialización y la atrofia social y económica del país. En la actualidad, el modelo vigente de acumulación y desarrollo ha logrado una importante diversificación económica, alejándonos de la Argentina “granero del mundo”. Sin embargo y en términos cuantitativos, nuestras exportaciones agrarias que superan los 30 mil millones de dólares siguen siendo una parte sustancial de nuestra fuente de riqueza total. En efecto, los complejos oleaginosas, cerealeros, algodoneros y frutihortícolas explican el 41% de las exportaciones totales. Si a las mismas les sumamos los complejos bovino y ovino (carnes, leches, cueros, etcétera), el porcentaje asciende al 46,1 por ciento. ¿Quién se queda con el grueso de esta ingente masa de recursos, fundamental al desarrollo con justicia social?
EL EJEMPLO REVOLUCIONARIO DE LAS POTENCIAS PETROLERAS. Antes de la oleada nacionalizadora del petróleo en los países citados por la presidenta, las exportaciones de crudo y derivados quedaban en manos de las multinacionales. Pero desde finales del siglo pasado y comienzos del nuevo milenio, las exportaciones, la producción y comercialización interna y externa de estas potencias petroleras pasaron a manos de sus respectivos estados (sea en forma total como mixta). En 2011 y en la Argentina, ADM + Toepfer fue la primera exportadora de granos con el 21% del total, seguida por Cargill con el 16%, Dreyfus con el 13% y Bunge con el 12 por ciento. La primera “empresa” nacional que aparece en este rubro es la Asociación de Cooperativas Argentinas (Coninagro), con el 8% del total. Algo similar sucede con los subproductos del agro, aunque en este caso el segmento pasa a ser liderado por Cargill. En fin, los países productores y exportadores de petróleo han nacionalizado su renta y su complejo industrial-exportador estratégicos. La Argentina por su parte ha avanzado en la estatización de la renta agraria en 2008, con el aumento de las retenciones a las exportaciones. Pero el grueso de la renta sigue en poder de las multinacionales y los sectores reaccionarios y elitistas del universo rural argentino. Y mientras lo sigan haciendo, la debilidad de una Argentina para los 40 millones seguirá siendo muy elevada. En paralelo y casi con total seguridad, próximamente tocará el turno de una nueva maquinación desestabilizadora –luego de Cerro Dragón y el bloqueo a YPF– a la patronal agraria. Entonces, la Plaza de Mayo deberá llenarse de verdad (realmente llena y en función del interés de las clases populares), apoyando a la presidenta y a la democracia real, con consignas revolucionarias que defiendan y consoliden todo lo avanzado. Si las potencias petroleras tienen sus empresas nacionales de hidrocarburos; si nosotros hemos recuperado la propia, una empresa nacional de granos constituye la llave maestra para que una Patria para todos se torne invencible y eterna.
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