Arriba : Cristina Fernández en Tecnópolis, el "CAMPO" se transforma en "CANPO".
El plan que selló la reconciliación del Gobierno con las bases agropecuarias
Por Luz Laici
08.09.2011
La presentación de las metas 2020 para el sector agroalimentario y agroindustrial recibió el aval del sector y terminó de quebrar a la Mesa de Enlace. Las claves de un nuevo vínculo. Mirá la galería de fotos.
Hay fotografías que funcionan como registros de época. Instantáneas que congelan para la posteridad un avance, un cambio, un sentimiento. Un abrir y cerrar de ojos que, perpetuado sin espacio a la transformación, revela el “ahora” de un tiempo que fue ajeno o más contemporáneo, pero que terminó diluyéndose entre las trampas de la memoria.
Hay fotografías de un “hoy” que, comparadas con otras viejas, marcan un contraste profundo con períodos no tan lejanos. Sucede con el 2011 y el 2008. Sucede con la imagen de la presidenta Cristina Fernández, presentando las metas del Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial (PEA2) –en Tecnópolis y acompañada por una inmensidad de empresarios, productores, referentes de las provincias y de las organizaciones económicas y sociales, entre otras– versus aquella que representa el lockout chacarero, con cortes de ruta incluidos, movilizados por la resistencia a la aplicación de la resolución 125, que establecía retenciones móviles a las exportaciones de soja.
Desde entonces a la actualidad, el abismo entre el campo y el Gobierno, que parecía difícil de cerrarse en el corto plazo, terminó estrechando sus bandas. La Mesa de Enlace, reducto de una dirigencia sectorial convertida en bastión anti K –conformada por Hugo Biolcati, de la Sociedad Rural Argentina (SRA); Mario Llambías, de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA); Carlos Garetto, de Coninagro, y Eduardo Buzzi, de Federación Agraria Argentina (FAA)–, quedó al borde de la ruptura, signada por diferencias irreconciliables entre sus dirigentes, y el gobierno logró su cometido: desarticular la alianza de esos referentes patronales, subrayando sus contradicciones, y reconstruir el diálogo con los protagonistas de un sector en crecimiento.
Como toda reconciliación, el proceso demandó sus tiempos. Si el primer paso recayó en la jerarquización de la cartera de Agricultura, Ganadería y Pesca –que pasó de ser una secretaría a constituirse en ministerio–, los siguientes avanzaron en la creación de instancias institucionales específicas, la elaboración de una agenda compartida con los actores chacareros y la puesta en marcha de políticas públicas en el mismo sentido. Un devenir que tuvo su última parada en la presentación de las metas del Plan Estratégico de cara al 2020 pero que todavía tiene mucho por delante. Sobre todo, la necesidad de agregarle valor a la producción agropecuaria, como eje rector para el futuro.
“Existe un hecho concreto y es que supimos volver a tejer vínculos con el sector agrario gracias a la puesta en valor del diálogo y la búsqueda de soluciones en forma conjunta”, analiza Oscar Solís, subsecretario de Agricultura de la Nación. Y agrega: “Nos acercamos a los distintos sectores en el interior, les explicamos nuestros objetivos. Pudimos equivocarnos pero corregimos los errores. Los que quedaron afuera, apostaron a la descalificación y el apocalipsis, generando incertidumbre y angustia. En ese clima de crispación, que no le sirvió a nadie, nosotros apostamos a la construcción colectiva”.
El volantazo no perdió de vista los errores cometidos desde el oficialismo con la resolución 125, entre los que se reconocieron la falta de diálogo y de estructuración segmentada de las retenciones. Tampoco el impacto que tuvo la economía agroindustrial: cosechas récord –por ejemplo, la rentabilidad del trigo y el maíz estuvo cerca de los máximos históricos– y un incremento de los saldos exportables que, según informes de consultoras como Federico Muñoz y Asociados o el Departamento de Estudios Económicos del Banco Ciudad, oscilarían entre los seis mil y los ocho mil millones de dólares en comparación con el 2010. El balance resultó positivo. Y no sólo por el espaldarazo que recibió la fórmula Fernández-Boudou en las primarias. El arco de referentes presentes en Tecnópolis, el lunes 5 de septiembre durante la presentación del PEA2, dejó en evidencia la diversidad de actores que acompañaron las políticas agropecuarias del Gobierno. En ese evento, justamente, estuvieron ausentes los principales dirigentes de la Mesa de Enlace. El argumento: la falta de invitación para debatir la realidad del sector. “Sin embargo, la convocatoria abarcó a todos, en cada una de las instancias de discusión –asegura Adriana Azcorra, coordinadora de sistematización y redacción del proyecto–. La participación fue enorme: siete mil actores intercambiaron opiniones sobre la visión, la misión y los objetivos de lo que queríamos ser –Argentina, líder agroalimentario– y del modo de alcanzarlo. Si bien el Estado tiene la potestad de tomar una decisión final, la importancia de este proceso estuvo en el debate abierto y la generación de acuerdos.”
En concreto, los actores confluyeron en cuatro consejos federales (el Consejo Federal Agropecuario, el Asesor de Ciencia y Tecnología, el de Sistema Productivo y el de Desarrollo Económico y Social) desde 23 provincias, 53 facultades, 140 cámaras empresariales, 300 representantes del sector económico social, organismos internacionales como Cepal y FAO, 450 escuelas agrotécnicas, agrupaciones de mujeres agrarias y jóvenes de la agricultura familiar, justamente, una de las patas que contribuyeron a aceitar los vínculos.
“La inyección de dinero, a través de medidas diferenciadas para la agricultura familiar y los recursos al sector cooperativo, también permitieron recuperar la relación, principalmente, con la clase media agraria”, reflexiona Favio Pirone, coordinador de la mesa de juventud de la Corriente Agraria Nacional y Popular (CANPO). Y continúa: “Además, podría mencionar otros factores. Desde la Reunión Especializada de Agricultura Familiar (REAF), que sirve como asesoramiento para las políticas de ese sector en el marco del Mercosur, se apuntó a facilitar la circulación de productos, flexibilizando las barreras aduaneras, y a intercambiar políticas públicas en el campo de la agricultura familiar. Y a través del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, no sólo se estructuraron programas para combatir la pobreza rural sino que se potenciaron otros vinculados con el desarrollo, como la capacitación de los jóvenes, en tanto agentes de ese desarrollo y dirigentes de las distintas organizaciones. Es decir, pasaron de ser sujetos destinatarios de los programas a ser considerados como actores estratégicos”.
En definitiva, el diseño político a largo plazo –que corrió del eje al Gobierno como su beneficiario directo–, combinado con la decisión de distribuir cada vez más los logros económicos del sector, terminó de erosionar a la frágil patronal campera que, en 2009, supo colar a once “agrodiputados” en el Congreso. De hecho, la Federación Agraria y Coninagro celebraron la existencia del Plan Estratégico, a contramano de sus socios de antaño, y hasta declararon su independencia como entidades. En el marco de su presentación en Tecnópolis, Eduardo Sancho, vicepresidente de Coninagro, aseguró que “el plan generará una innumerable cantidad de puestos de trabajo en lo que se refiere a las economías regionales, y que era uno de nuestros reclamos”, y Julio Currás, vice de FAA, reconoció que “criticamos las políticas públicas que creemos erróneas y acompañamos las que consideramos correctas”.
En la misma línea, Vicente Carlos Bauducco, presidente de SanCor Cooperativas Unidas Limitadas, comentó a Veintitrés: “Si en algún momento hubo diferencias con el Gobierno, eso ya pasó. La estrategia actual es mejorar el vínculo, apostando a transformar las materias primas en productos de alto valor agregado. Los esfuerzos dispersos no sirven y, en ese sentido, hay que rescatar el hecho de que el Gobierno apueste a alinear la cadena, a trabajar en conjunto, a garantizar el abastecimiento del mercado interno y a doblar la apuesta de cara a las exportaciones, sin perder de vista el cuidado de la naturaleza y del capital humano”.
En los pasillos de Agricultura hay quienes identifican con nombre y apellido a los funcionarios que más trabajaron en la recuperación de la relación entre las bases agropecuarias y el Gobierno. Entre otros, figuran en la lista el subsecretario Solís; el subsecretario de Desarrollo y Agricultura Familiar, Guillermo Martini; el secretario ejecutivo de Emergencia y Desastre Agropecuario, Haroldo Lebed, sobre todo en el acercamiento de posiciones con la Federación Agraria, y el propio Julián Domínguez. “Hay que reconocerlo: el ministro se convirtió en el principal articulador de esta campaña de buenas relaciones”, coinciden Cristian Amuchástegui, presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario, y Julio César Mellano, titular de Cabaña Nuevo Milenium y laboratorio Germinal Biotech, y uno de los dueños de las cabras clonadas en el país. “El Gobierno cambió la actitud –afirma Mellano–. Llamó a múltiples reuniones, recorrió más las provincias y realizó una autocrítica sobre lo actuado en 2008 que, de la mano de la autocrítica que hicieron algunos sectores agropecuarios, derivó en la buena coyuntura actual. Todos somos actores y argentinos y tenemos que aprovechar esta oportunidad para el país, trabajando en conjunto.”
En ese camino de recuperación, Juan Carlos Eiras, de la Cámara de Feedlot, rescata una serie de medidas: “La creación del ministerio, la mejora de la relación con Guillermo Moreno, el acuerdo para producir más y mejor y el apartamiento de posturas extremas, son algunas. Y, obviamente, la existencia del Plan, que es una política de Estado que trasciende a un ministro o gobierno y al que todos debemos darle contenido y sustento”.
De cara al futuro, los desafíos todavía son múltiples. Entre ellos, podría mencionarse la necesidad de descentralizar las exportaciones así como la profundización de la revisión de las metas y las brechas establecidas en el Plan, o el análisis de la infraestructura y la capacidad logística existentes para llevar adelante los cambios propuestos en el sector agropecuario. “El conocimiento técnico se combinó con el político –cuenta Azcorra–. Lo importante es que el beneficio apunta al conjunto, con un modelo de desarrollo productivo, que le agregue valor a las materias primas y diversifique la matriz. Después llegará el desafío respecto de cómo hacerlo: el diseño de políticas desde el Estado, que no pierda de vista las recomendaciones de los actores involucrados.”
La ruptura de un paradigma histórico, que tiene a la Argentina como granero del mundo, tiene rumbo cierto y equipo público y privado para ponerlo en marcha.
Publicado en :
http://veintitres.elargentino.com/nota-3367-politica-Borron-y-cuenta-nueva.html
sábado, 10 de septiembre de 2011
Borrón y cuenta nueva, por Luz Laici (para “Veintitrés” del 08-09-11)
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